Se la jugaban a vida o muerte y al borde estuvieron del abismo, no sin antes sufrir en un final agónico. Inglaterra ganó por 0-1 a Suecia y sumó sus primeros tres puntos en la Eurocopa sub-21 gracias a un salvador gol de Lingard en el minuto 85. Los pross, sin embargo, fueron un equipo plano, sin apenas peligro y con muchas carencias a la hora de circular el esférico. Las bandas y una jugada puntual a balón parado fueron su salvación. Si los cachorros ingleses quieren llevar el torneo a casa, mucho tendrá que cambiar su imagen después de su duelo contra los correosos suecos. Gareth Southgate aún tiene trabajo por hacer y trazos por redibujar en su pizarra.

Crisis creativa

El principal dolor de cabeza para Southgate fue su centro del campo. Suecia planteó una red densa y compacta en la medular, y los pross no supieron dar respuesta a esta idea. Carroll, hombre con mejores cualidades para distribuir el esférico entre los ingleses, solo pudo brillar con destellos puntuales y no encontró ni aliados ni espacios. Hughes, que teóricamente debía ser el enganche entre la delantera y el centro del campo, no apareció e incluso en ocasiones bajó a recibir el esférico muy abajo, acentuando la separación entre líneas. Chalobah, de perfil más destructor, tampoco fue un canalizador óptimo de la circulación.

Arriba, como consecuencia, Kane pasó los 90 minutos muy solo y rodeado de rivales. Southgate cambió su 4-2-3-1 de la primera parte por un 4-4-2 en la segunda metiendo a Ings en el terreno de juego y sacando a Hughes, pero la dupla de arietes de Tottenham y Liverpool no solucionó el problema. Siguieron recibiendo pases puntuales sin futuro, acusando el férreo marcaje y la falta de alternativas.

En la siguiente imagen, se ilustra a la perfección la unión entre los dos factores. Por un lado, Inglaterra presenta una desconexión total entre la delantera y el centro del campo, sin alternativas en la salida de balón. En el otro bando, la doble línea de presión encierra a la medular de los pross e incluso permite que un jugador abandone la defensa zonal para perseguir al poseedor del balón y forzar el error.

Inglaterra hizo fácil la protección de la portería sueca, ya que atacó normalmente con muy pocos efectivos. Así, los hombres de Southgate no supieron atravesar el embudo hacia la meta rival. Sin desmarques, movilidad y capacidad para sorprender, se quedaron sin oxígeno. Carroll, Hughes y Pritchard, con mayor capacidad para romper líneas, no fueron capaces de mostrar su talento con tantas camisetas amarillas acosándoles.

Garbutt y Jenkinson, las vías de escape

Entre tanta oscuridad futbolística, dos jugadores fueron sendos rayos de luz vitales para la Inglaterra de Southgate: Garbutt y Jenkinson. Los laterales izquierdo y derecho respectivamente encontraron huecos por sus carriles en la compacta zaga sueca y desatascaron a los suyos con velocidad y centros precisos al área. Además, sus apariciones favorecieron una mayor amplitud del juego de los pross, lo que animó puntualmente a que los blancos reaccionaran y llevaran más efectivos al ataque.

En la primera imagen, se puede apreciar cómo la presencia de ocho jugadores en campo contrario hace que la defensa sueca tenga que estar pendiente de más rivales, aparezcan más espacios y sea más fluida la circulación. En este caso, un movimiento hacia el interior de un compañero arrastra al defensor y permite que Garbutt tenga más hueco por su banda, ideal para colgar un balón o tratar de entrar en el área.

En la segunda instantánea, se ve cómo la presencia de más efectivos da más alternativas a Carroll, que puede optar por buscar la banda izquierda de Garbutt, un pase interior o cambiar de lado hacia el carril de Jenkinson en pocos y sencillos pases.

Gracias a Garbutt y Jenkinson llegaron las dos ocasiones más claras de Inglaterra, ambas antes de la primera media hora de juego. De los pies de Jenkinson nació un centro que conectó con Kane, que se tiró en plancha para rematar el esférico y mandó su testarazo a centímetros del palo derecho. Poco después, Garbutt habilitó con un pase desde la banda a Hughes y este dispuso de tiempo para disparar o incluso regalar el gol a puerta vacía a Kane, pero su control del cuero fue lento y la defensa despejó a córner.

El balón parado y las urgencias evitan la debacle

En el minuto 85 y con un gol de los que surgen de la nada para romper la monotonía. Inglaterra había pasado todo el partido siendo un equipo inofensivo también a balón parado, sin capacidad para superar a los solventes suecos desde el córner y sin acierto en algún libre directo puntual que no causó problemas. Hasta que Lindgard se inventó la volea de la salvación.

Un saque de esquina botado desde la banda derecha se topó con el guante de Carlgren, que despejó con la mano hacia la frontal del área. Allí, el esférico se encontró con el joven jugador del Manchester United, que ya se relamía ante la ocasión de oro que el fútbol le había brindado. Fue un craso error de la zaga sueca: se olvidaron del rechace para defender a muerte su portería ante cualquier amenaza en el juego aéreo. Lingard ejecutó un remate impecable, Carlgren puso de su parte tratando de detener el chut a mano cambiada y los pross se libraron de la quema cuando todo parecía perdido.

Y así, con una jugada aislada, impredecible y llena de talento, los hombres de Southgate hicieron bueno un partido gris en lo táctico y pobre en cuanto a imagen. Aún queda mucho por recorrer si los jóvenes lions quieren ser los mejores sub-21 de Europa, pero de ellos depende que el peligroso bache hoy esquivado sirva de aprendizaje o vaya a peor.