Prácticamente todos los aficionados al fútbol tienen en la mente, como si fuera un concepto innato, que la Liga de Campeones, Champions o la Copa de Europa de toda la vida es una competición que exige más que las propias competiciones domésticas; sin embargo, si observamos la gran mayoría de los ocho grupos de la máxima competición continental, nos daremos cuenta, pues todas las temporadas ocurre, de que la liguilla de la Copa de Europa es bastante más sencilla para los equipos grandes, que la propia competición de cada fin de semana. Al menos eso le ocurrió al Chelsea ayer en Stamford Bridge: tras un desastroso inicio de temporada, con tan solo cuatro puntos en cinco partidos, el equipo de Jose Mourinho se impuso con absoluta facilidad al Maccabi Tel Aviv. Podemos preguntarnos en infinidad de ocasiones, por qué equipos como el Maccabi disputan la Copa de Europa, aunque pasen tres rondas previas, si son clubes que, a la hora de enfrentarse a cualquier otro equipo de su grupo, está demostrado que no tienen ningún tipo de nivel para participar en la mejor competición de clubes del mundo. 

Eso sí, Mourinho debió rebajar al menos el estrés de este pésimo inicio de temporada el sábado tras la derrota en Liverpool ante el Everton, pensando que el próximo encuentro se produciría ante un rival como el Maccabi, pensamiento que se vio absolutamente refrendado en la noche de ayer. 

El encuentro comenzó con un Chelsea dominante, en el campo rival y con un Maccabi esperando su oportunidad, con nueve hombres organizados en dos líneas. Y el choque se le puso de cara al Chelsea tras un claro penalti sobre William en el minuto 6. Hazard tomó la responsabilidad de ejecutarlo y lo mandó a las nubes. Pero el partido, aun con ese penalti errado, pintaba bien para los de Mourinho. El equipo inglés controlaba el partido casi a placer y el Maccabi estaba cada vez más encerrado. El primer gol blue llegó en el minuto 15, cuando William lanzó una falta desde el costado izquierdo y su centro se convirtió en un gran gol.

Después de esto, y tras la lesión del goleador, que fue sustituido por Diego Costa en el minuto 23, el equipo londinense no tuvo rival en el campo y controló el partido, aunque las ocasiones claras no acababan de llegar. Fue prácticamente al final de la primera mitad cuando Diego Costa fue derribado por dos contrarios en el área y Oscar transformó el penalti, marchándose con un 2-0 al tiempo de descanso.

Tras la reanudación, los hombres de Mourinho siguieron controlando el choque durante toda la segunda mitad. El 4-4-2 que inventó Mourinho tras la entrada de Diego Costa por William, jugando con Costa y Remy de delanteros, funcionó a la perfección; aunque probablemente cualquier otro sistema habría funcionado igual de bien. 

Los dos goles restantes para el 4-0 llegaron por parte de Costa, quien en el minuto 58 empalmó una volea tras un centro de Cesc que se coló en la portería visitante, no sin antes pegar en el poste; y del propio Cesc tras una contra local que culminó el español tras el rechace del tiro de Remy.

La mejoría que vivió el Chelsea en la primera jornada de Liga de Campeones, deberá refrendarla este mismo sábado en Stamford Bridge ante un rival de entidad, como es el Arsenal, equipo que, en el último partido disputado, le arrebató la Community Shield por un gol a cero.