Llevar la camiseta del Manchester United comporta una serie de responsabilidades, pero si a esto se le suma tener que llevar el número siete a la espalda, la presión que recae sobre el jugador todavía es mayor. No es por cualquier cosa que ser el "7 del United" sea tan dificil, y jugadores de gran nivel hayan fracasado con él. El dorsal 7 es una entidad en Manchester.

Alcohol irlandés

El hijo pródigo de Belfast llegó a Manchester en el año 1963, tan solo un lustro después del accidente aéreo de Múnich, donde fallecieron ocho jugadores de los Busby Babes. Con el equipo aún sumido en la reconstrucción, Best lideró aquel proyecto que sólo dos años más tarde de su llegada ya contaba con un campeonato de liga. Excéntrico y amado por la hinchada de Old Trafford, el irlandés decidió jugar con el siete a la espalda, un número que ya es toda una institución en Manchester. La leyenda empezó inevitablemente con él, pues no podía ser de otra manera. En el año 1967 los red devils volvieron a levantar el campeonato doméstico, mientras que en la siguiente campaña se proclamaron campeones de Europa, tras vencer al Benfica de Eusebio, que ya tenía encima la maldición de Béla Guttman. Al final de ese mismo año George Best acabó recibiendo el Balón de Oro.

El primer gran siete de la historia del Manchester United formó una tripleta atacante que era temida en todo el continente, la conocida como United Trinity, formada por Dennis Law, Bobby Charlton y el propio George Best. La gente que lo vio jugar dice que podría haber sido el mejor jugador de la historia, pero que no quiso. El veía el fútbol como una manera de disfrutar de la vida. Su personalidad marcó al personaje, con frases tan célebres como: “He gastado mucho dinero en mujeres, coches y alcohol, el resto creo que lo he tirado.” Su final, como no, fue ligado a una enfermedad provocada por su adicción a la bebida. George Best murió, pero el mito siempre permanecerá.

Completo y longevo

La leyenda del número siete de Manchester continuó de los pies de Bryan Robson, quien portó ese dorsal en la década de los ochenta, sobre la cual está considerado el mejor jugador inglés. Bryan llegó al condado de Greater Manchester rompiendo un récord de traspaso, puesto que el United pagó un millón y medio de libras al West Brom. En el año 1983, dos años más tarde de su llegada, se convirtió en campeón de la FA Cup.

Robson se caracterizó por ser un centrocampista especialmente completo, con notable técnica y un gran remate de cabeza. Permaneció durante 14 temporadas en la disciplina del United, de las cuales destacan sus dos últimas campañas, en las que ya como capitán, levantó de forma consecutiva dos Premier League. En su última temporada decidió ceder el número que le había hecho grande a un novato francés. Aquél desenfadado chaval de Marsella se llamaba Éric Cantona.

Surrealismo francés, The King

El paso por Francia de un joven Cantona había sido convulso cuanto menos. En el año 1991, tras sufrir un incidente con un árbitro, decidió retirarse con tan solo veinticinco años. Un mes más tarde entró en razón y acabó militando en el Leeds United, un equipo que por aquél entonces se estaba disputando la Liga Inglesa. Su participación resultó importante en un club que acabó alzándose con el título. No obstante, el entrenador Howard Wilkinson, decidió prescindir del joven francés con el que no sintonizaba.

Alex Ferguson resultó clave en la vida de Éric Cantona. El francés llegó a Manchester, se enfundó la camiseta con el dorsal siete y levantó el cuello de la zamarra. Este look caracterizaría al jugador marsellés. En sus dos primeras temporadas alzó la recién estrenada Premier League con nueve y dieciocho goles en sendas campañas. Pero inevitablemente la carrera de Cantona está ligada a un hecho, la patada voladora. En enero de 1995 se disputaba un aparentemente plácido Manchester United-Crystal Palace en Old Trafford. Los insultos, desde el sector visitante, contra Éric no cesaban. El francés, con gesto desafiante, cogió carrerilla e impactó con un puntapié en el pecho de un aficionado que le había insultado. Surrealista, pero así era él: “Cuando las gaviotas siguen al barco es porque saben que va a lanzar sardinas al mar. Muchas gracias.”

La parroquia roja tuvo que esperar hasta el 1 de octubre de 1995 para volver a ver a Éric. El partido frente al Liverpool sirvió para que Cantona volviera a los terrenos de juego, en un Old Trafford llenó de banderas francesas. En el encuentro, Éric dio una asistencia de gol y marcó el tanto del empate desde los once metros. The King is back. La temporada acabó con la tercera Premier consecutiva y con Cantona levantando la FA Cup al cielo de Wembley.

En su última campaña, la 1996-1997, dejó una de sus mayores obras de arte. En un partido frente al Sunderland recibió el balón en el centro del campo, de espaldas a la portería. Fintó al primer adversario y dribló al segundo en pocos instantes, trazó una pared con McClair y sólo restaba el toque final. Ya entrado en el área, acaricia el balón, pues resulta imposible decir que aquella pelota fue disparada o chutada, para que subiera hacia el cielo de Manchester y acabara incrustándose en la escuadra izquierda. Cantona sabía lo que acababa de hacer, dio una vuelta sobre sí mismo, y con gesto desafiante alzó los brazos. Ese mismo año el Rey acabó abdicando, y pese a las polémicas, Old Trafford lo tenía claro: merci pour tout, the King.

British elegancy

La pena no iba a estar demasiado tiempo instalada en Manchester, dado que el dorsal siete fue concedido en herencia a un joven talento británico, David Beckham. Su sobrada calidad le permitió hacerse con un puesto fijo en el once titular de Ferguson. En la temporada 1998-1999 fue uno de los artificies del famoso trébol formado por la consecución de Premier League, FA Cup y Champions League.

En la máxima competición continental se vivió una de las finales más apoteósicas de la historia. El Bayern de Omar Hitzfield llegó al minuto 90 liderando el partido, gracias a un tempranero gol de Mario Basler. En los primeros compases del tiempo añadido se produjo un córner, el cual acabó en un rechace de la defensa y un posterior disparo de Ryan Giggs, el cual fue desviado por Teddy Sheringham para convertirse en el tanto del empate. El Bayern había tocado el trofeo, y en el minuto 93 vio como el asesino con cara de niño, Ole Gunnar Solskjær, los remataba de nuevo a la salida de un córner. David Beckham jugó íntegramente aquella final, de la cual fue elegido mejor jugador. Sus destellos de calidad, asistencias y goles magníficos, de los cuales se recuerda especialmente uno desde el centro del campo en Old Trafford, le valieron numerosos títulos individuales como un Balón de Plata y dos segundos puestos en el FIFA World Player. Finalmente, con tres Premier League y una Intercontinental más, Beckham puso rumbo a Madrid para convertirse en un galáctico, también más allá de los terrenos de juego.

Beckham y su pelo rubio ya marcaban tendencia en Manchester. | Foto: Goal

Astro portugués

El último gran icono en portar el dorsal siete del United vino de manera insospechada. Las premisas fueron la Eurocopa de 2004, la inauguración del estadio José Alvalade y la disputa de un amistoso entre el Sporting CP y el Manchester United. En el partido disputado en tierras lisboetas sobresalió el nombre de un joven extremo izquierdo que se llamaba Cristiano Ronaldo. Su formidable actuación dejó impresionado a Alex Ferguson, quién solicitó de inmediato su fichaje.

El portugués cogió la responsabilidad de vestir el siete que acababa de dejar el capitán, David Beckham. Ya en su primer año ganó la FA Cup, con su nombre instaurado en el trofeo al mejor jugador de la final. Años más tarde rebasaría la marca de George Best, al anotar 32 goles en una misma temporada. En aquella campaña se acabó adjudicando la Champions League en una final con acento inglés, disputada ante el Chelsea, y en la que él abrió el marcador con un soberbio testarazo. Aquella fue la consagración de un jugador que acabó recibiendo la Bota de Oro y el Balón de Oro. El astro luso sólo duró una temporada más enrolado al United, en la que tuvo que vivir la cara amarga de las finales. En Roma, Cristiano Ronaldo no pudo llevar al Manchester a convertirse en el primer equipo en levantar dos Champions consecutivas. El Barça de Guardiola dejó un partido para la memoria y levantó un trofeo que marcaría el inicio de una época. Por su parte, Cristiano Ronaldo dejó el club con dirección al Real Madrid, que pagó ochenta millones de libras por el portugués.

CR7, el último gran ídolo del United. | Foto: Getty Images

El último siete

Llegando al presente hay que destacar el hecho de la gran presión que conlleva ser el siete del United, pues no es fácil ser comparado con las estrellas que lo han llevado sobre su espalda. Ángel Di María ha sido la última víctima. No obstante, un osado joven holandés ha decidido echarse la responsabilidad a su espalda. Llegado desde el PSV por treinta y cinco millones de euros, Memphis, como quiere que le llamen, porta el dorsal siete en el presente curso. En los primeros partidos como red devil se mostró decisivo, especialmente en la previa de la Champions League, con su sobresaliente actuación ante el Brujas.

Memphis podría ser el líder de un equipo hecho a base de talonario, que necesitará de los goles del holandés para sacar su máximo rendimiento. No obstante, Memphis ha parecido sufrir el famoso efecto gaseosa, y se ha ido disipando a medida que ha ido avanzando la campaña. De hecho, el holandés no es titular desde el 4 de octubre, en la derrota por 3-0 de los de Van Gaal en el Emirates Stadium. Las desentendencias con el técnico que apostó por su llegada están haciendo que el jugador cada vez juegue menos. Sus brillantes números con el PSV le avalan como un gran extremo, pese a no haber podido cuajar buenas actuaciones con su selección, que está fuera de la Eurocopa que se jugará en Francia. Aún así, Memphis no se hunde, y ha declarado que “Si me dan una oportunidad la aprovecharé. El holandés es un jugador que actúa de extremo izquierdo, como George Best, que tiene una actitud desafiante, al estilo de Éric Cantona, y que posee un gran disparo, como Cristiano Ronaldo, así que hay motivos para confiar en que el holandés sea el futuro del Manchester United.

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