El partido comenzaba con una baja importantísima para el Liverpool. Su entrenador, Jürgen Klopp, fue hospitalizado de urgencia horas antes del encuentro por sufrir apendicitis. Como siempre, el estruendoso y melódico You'll never walk alone inundaba las gradas reds que se disponían a ver a un gran Liverpool.

45 minutos fríos que intentó calentar Firmino

Arrancaba el partido con cierta sensación de poca intensidad por parte de ambos equipos. Ninguno acababa de atreverse y el balón rodaba sin dueño por el medio campo. Poco a poco los reds fueron subiendo la presión y robando balones en campo rival.

No sería hasta el minuto 20 de la primera parte cuando Alberto Moreno, precedido por un buen robo de Lallana, generaría una buena ocasión de gol por banda que iba a acabar en corner. 

Empezó a aparecer Firmino bajando a recibir y ofreciéndose a sus compañeros. Era solo el principio del partidazo que iba a hacer el joven brasileño. En los últimos 15 minutos del primer tiempo Firmino comenzó a intentarlo más. Tuvo un par de ocasiones desde fuera del área que acabaron rozando el poste alto. Al filo del descanso aparecía la ocasión más clara de la primera mitad donde Moreno, en boca de gol, no consiguió rematar bien después de un centro que vino rebotado y el balón acabó en las gradas de Anfield.

La segunda parte arrancó con un Liverpool muy enchufado que volcaba el juego por banda con muy buenos resultados. Eran constantes las subidas de Alberto, que parecía un extremo más, y los centros de Lallana que se iba de sus defensores siempre por velocidad.

Dos torbellinos corrían la banda, Moreno y Lallana

Firmino seguía a lo suyo, buscando ser el jugador del partido dejaba atrás rivales con su gran calidad generando así múltiples ocasiones. Y el trabajo da sus frutos porque en el minuto 59, gracias a un gran centro de Milner, Firmino abría el marcador con un buen testarazo que pilló a contrapié al guardameta del Sunderland. 

Los locales decidieron ir a matar el partido. Se volcaron sobre el campo rival agobiando al equipo visitante. Transiciones rápidas y mucho hambre de balón generaba ocasiones para el equipo de Anfield. Un robo de pelota en el minuto 69 de Firmino y se plantaba en el mano a mano con el portero del Sunderland y cedía el balón a su compañero Lallana para que lo empujase al fondo de las mallas. Un 2-0 merecido que hacía feliz a la grada pero que quizás enfrió a los jugadores locales.

Foto: Premier League
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El Sunderland se reactivó tras el gol y la poca intensidad del rival. Una falta directa peligrosa a favor de los visitantes, en el minuto 81, hacía el 2-1 con un gran disparo de Johnson a la base del poste. Entonces empezó la larga lista de fallos del Liverpool, producto del nerviosismo y las dudas, que le estaba dando alas y energía a un Sunderland que parecía acabado minutos antes. Defoe en el minuto 90, que apenas había tocado un balón en todo el partido, fijaba al central en el área y a la media vuelta mandaba un derechazo que ponía el 2-2 definitivo.

Las tablas en el marcador silenciaban los festejos de un Anfield que creyó ganado el partido y se llevó un sabor agridulce a casa. Jugó bien el Liverpool con el estilo que impone Klopp. No estuvo presente, pero si lo estuvo su esencia. Seguro que hubiera dado un par de gritos en banda para alentar a sus jugadores y no dejarse llevar en esos últimos compases del partido, minutos que el Sunderland supo aprovechar. Firmino determinante en su nueva posición de delantero centro sigue sumando goles y tirando del carro con calidad y juventud. Un punto para ambos equipos, poco para los reds.