El milagro se hizo realidad. Esta crónica debería ser dedicada plenamente a un trepidante Chelsea - Tottenham que ha sido, sin duda alguna, uno de los partidos más emocionantes y con mayor tensión de toda la temporada en Inglaterra. E incluso en todas las ligas europeas. Y también en toda la historia de la Premier. En definitiva, en toda la historia del fútbol mundial. Porque hoy en Stamford Bridge no sólo jugaban veintidós jugadores. Jugaban otros once, como mínimo. Eran Kasper Schmeichel, Danny Simpson, Robert Huth, Wes Morgan, Christian Fuchs, N'Golo Kanté, Danny Drinkwater, Marc Albrighton, Riyad Mahrez, Shinji Okazaki y Jamie Vardy. También estaban otros como Leo Ulloa, Jeffrey Schlupp o Demarai Gray. Y estaba Ranieri, cómo iba a faltar Ranieri. Y todo Leicester.

El Chelsea consiguió empatar al Tottenham un 0-2 que dejaba a los de Mauricio Pochettino a cinco puntos del líder, el Leicester City. Los Foxes habían empatado el domingo ante el Manchester United y no habían conseguido cantar el alirón. Por eso, los Spurs tenían que plantarse en el campo de sus vecinos azules de Londres poniendo toda la carne en el asador

La gran temporada de este magnífico conjunto no podrá ser culminada con ningún título, pero hay que destacar que este gran equipo es muy, muy bueno. Pochettino ha conseguido formar un grupo muy compacto con unos jugadores de muy distinto calibre, pero que se han complementado a la perfección durante toda la temporada. Y así lo hicieron hoy en la primera parte. Con la baja de la revelación de la temporada, Dele AlliEriksen y Lamela tenían que intentar suplirle en ese arte del último pase. Y lo hicieron. El argentino surtió un balón de oro para que Harry Kane se plantase solo ante Begovic y lo regatease, haciendo el 0-1 a puerta vacía. El danés se lo dio en bandeja al norcoreano Heung-Min Son para hacer el segundo al filo del descanso. Nada mal para irse a los vestuarios con dos goles de ventaja.

Harry Kane, celebrando el 0-1. Foto: Tottenham Hotspur
Harry Kane, celebrando el 0-1. Foto: Tottenham Hotspur

El Tottenham fue superior a un Chelsea hipermotivado, pero con pocas ideas de juego. Pocas llegadas claras, aunque sí hicieron más frente en el medio campo del que parecía que podían hacer. Matic y Mikel fueron los pivotes y tuvieron que vérselas con Dembélé y Dier. Aunque para batalla, la de los laterales del Tottenham, Rose y Walker, con los delanteros blues. Parece mentira que Clattenburg no expulsase a nadie en todo el partido, porque la intensidad ha rozado los límites de lo deportivo. Lamela pisaba a Fàbregas en el suelo, Dembélé metía un dedo en el ojo a Costa -cuidado con la sanción que puede caerle después de que el comité inglés lo evalúe-, que se hacía el despistado e intentaba hacer de pacificador para poder picar aún más al rival; Walker llegó más de una vez tarde y Willian recriminaba a Rose -mediante el juego de manos- sus patadas deliberadas.

Pero volviendo a lo puramente deportivo, el partido estaba en manos del Tottenham. Los de Pochettino volvieron al campo en la segunda parte pero no fueron los mismos. O sí lo fueron, pero les faltó lo que les ha faltado más de una vez durante toda la temporada: consistencia y determinación. Determinación que sí tuvo el Chelsea. Los blues tiraron de orgullo (más Blue que nunca) y consiguieron hacer el 1-2 por medio de Cahill en un córner. La defensa del Tottenham no las tuvo todas consigo y no se decidió a despejar el balón botado desde el córner. El rechace lo aprovechó el central del Chelsea para acortar distancias.

Alguna tuvo el Tottenham en la segunda mitad, pero con poco peligro. O poca sensación de peligro, al menos. A Eriksen se le volvía a nublar la vista, a Lamela se le sacaba del partido fácilmente, Son ni estaba y Harry Kane no podía hacerlo todo solo. Pochettino hubiese pagado lo que sea para haber podido saltar al terreno de juego y evitar el resultado final. El partido se iba a los minutos finales cuando un iluminado Eden Hazard comenzaba a dejar destellos de ese jugador que fue el mejor del año pasado. Dicen que son la misma persona, pero algunos todavía no se lo creen. El belga decidió acabar bien. No ha metido ni un gol en casa en toda la temporada -sus primeros goles en liga fueron la semana pasada en Bournemouth-, y tuvo que meter el gol que decide la liga. Eso sí, a su equipo poco le incumbía. O al menos eso dicen los números, porque motivación les sobraba a los de Hiddink. El Tottenham siempre será rival directo, como así lo dejaron claro el propio Hazard y Fàbregas en  una rueda de prensa previa al partido.

Eden Hazard haciendo el golazo del empate. Foto: Chelsea FC
Eden Hazard haciendo el golazo del empate. Foto: Chelsea FC

Eden tomó la decisión correcta y acabó con las aspiraciones de un Tottenham que estuvo media hora más pendiente de las patadas que de ganar el partido y tener opciones de ganar la liga. El balón que salió de las botas del belga se fundió con las telarañas de la escuadra derecha de la portería de Hugo Lloris, que nada pudo hacer ante el tiro perfecto del 'diez' del Chelsea.

Se desató la locura en el Bridge. Era el minuto 83. Pasaron siete. Se añadieron seis. Pero el Tottenham ya no entendía de matemáticas. Quizá son otra cosa que poco tiene que ver con el fútbol. Y si no, que se lo digan al Leicester. Hablábamos de locura cuando Clattenburg pitó el final mientras los jugadores de ambos equipos se enzarzaban en una interminable pelea que no pasó a mayores.

El equipo que hace poco más de un año era colista, se convertía campeón de la Premier League 2015-2016. Eso sí que es una locura. Seguirán diciendo datos, anécdotas, estadísticas, logros, hitos de esta temporada tan atípica en el fútbol de las islas, pero nada, absolutamente nada, podrá explicar de manera racional lo que acaba de pasar. Mejor dicho, acaba de consumarse. El Leicester City es el campeón de la Premier League 2015-2016. El Leicester City es el campeón de la Premier League 2015-2016. El Leicester City es el campeón de la Premier League 2015-2016. Repítanselo. Seguirá siendo real.

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Sobre el autor
Sergio Díaz
periodismo. Apasionado del fútbol, sobre todo del bueno. Ese que te levanta de un salto del sofá. El de la pasión, las carreras, los goles, la locura. El fútbol que se vive.