El encuentro comenzó con dominio del Leicester City que empezó teniendo la posesión del balón desde el primer momento y que intentó llegar con peligro al área rival atacando por las bandas, aunque tanto Mahrez como Albrighton se encontraban desasistidos, al mismo tiempo que el equipo no daba una sensación de solidez con el balón, se le notaba incluso descordinado. Por su parte, el Liverpool afrontó los primeros minutos de juego replegado en su campo aunque con el paso del tiempo fue recuperando la posesión y adelantando las líneas. De esa manera consiguió adquirir un cierto protagonismo con el balón y empezó a cocer las jugadas tocando hasta encontrar el espacio perfecto para arrancar en velocidad y poner en marcha la transición defensa-ataque. El 1-0 llegó por medio de Firmino que recibió dentro del área, se metió por dentro y saco un disparo raso y colocado al palo más cercano.

Dominio inicial de los visitantes que fueron de más a menos

Después del gol, el conjunto red siguió llevando las riendas del juego, estaba dominando la posesión del balón y se estaba siriviendo de él para llegar al área rival, moviéndolo a una buena velocidad y estaba siendo bastante vertical cuando pisaba terreno de juego contrario. Mientras tanto, el Leicester aguardaba replegado en su campo con la mayoría de los efectivos y esperaba a recuperar el balón en campo propio o de la mano de la presión que estaban realizando los atacantes para salir al contraataque por la banda derecha, con un Riyad Mahrez que a pesar de que estaba participando mucho en el juego se le veía incómodo encarando a pierna cambiada. Después de unos minutos, los foxes empezaron a tener una mayor posesión del balón, aunque siguió siendo el equipo de Klopp el que controlaba el partido, y el que más peligro llevaba con el balón en los pies.

El 2-0 llegó por medio de Sadio Mané tras un gran pase de tacón de Sturridge que recibió un balón largo de Henderson desde el círculo central, para batir al guardameta Schmeichel con una vaselina. Este gol recompensó un tramo de dominio claro del Liverpool que había recuperado la posesión del cuero, que se había instalado en campo rival, y que estaba encerrando al equipo de Claudio Ranieri a base de combinar y de triangular. Después del gol, el Leicester se hizo con el control del balón y el cuadro local se replegó en su campo y apostó por jugar al contraataque en los últimos minutos antes del descanso, saliendo con Mané y Sturridge que estaban llevando verdadero peligro. El 2-1 llegó por medio de Vardy que marcó a portería vacía tras recibir un pase erróneo de Lucas Leiva. Tras el gol, el equipo scouser volvió a llevar la iniciativa en el juego, aunque no tuvo la regularidad en el dominio que tuvo en otros momentos. 

Dominio red con una buena circulación de balón en campo contrario

El segundo tiempo comenzó con dominio de balón del Liverpool que empezó teniendo el balón en campo contrario cerca de la frontal del área rival, donde trató de buscar espacios para desequilibrar por las bandas, aunque en los primeros minutos no pasó de una serie de triangulaciones alrededor del área contraria sin profundizar lo más mínimo. Por su parte, el conjunto visitante se mantenía replegado en su campo, y esperaba una imprecisión del cuadro local en la que dejara espacios para salir al contraataque. El 3-1 llegó por medio de Lallana, que puso el balón en la escuadra con un disparo de pierna derecha, tras recibir el balón en un pase atrás de Wijnaldum. Tras el gol, el equipo de Klopp siguió controlando la situación a pesar de que el cuadro azul trató de llegar con peligro al área rival, profundizando por banda derecha.

Después de los primeros minutos de juego, el Liverpool siguió dominando el balón, controlando la situación, ante un Leicester City que se mantenía replegado, y que se veía incapaz de pelear los balones divididos con sus dos puntas. Pese a ello, tuvo amplios tramos de posesión larga en los que profundizó mucho, y en los que lo único que falló fue la precisión, pues no fue capaz de dar un buen último pase dentro del área. Pasaron los minutos, y el combinado red se siguió defendiendo sin aprietos, pese a que no estaba siendo capaz de mantener la pelota controlada durante demasiado tiempo, pues estaba cometiendo muchas imprecisiones en el centro del campo, y estaba teniendo más dificultad para hacer llegar el esférico a los atacantes que se veían obligados a retroceder para recibir y construir la jugada por si mismos.

En los últimos minutos de juego, el Liverpool retomó el control del encuentro y consiguió llegar con peligro al área rival a base de presionar y de recuperar el balón en campo contrario abriendo el juego hacia las bandas, especialmente hacia la izquierda donde Sturridge estaba cayendo con mucha frecuencia. Por su parte, el Leicester se mantenía agrupado en campo propio, aunque estaba buscando la ocasión para salir tocando e intentar llegar a la portería rival con peligro, aunque tenía dificultad para domar la pelota, y no conseguía avanzar con balones largos, ni divididos. A pesar de que la intensidad decayó mucho en el enfrentamiento, el equipo de Klopp siguió llegando a la portería rival con buenas jugadas de triangulación. El 4-1 llegó por medio de Roberto Firmino con el Leicester ya entregado, en una gran salida a la contra, en la que Mané regateó a Schmeichel, y le sirvió el balón al brasilenño que marcó a portería vacía, tras quebrar a un defensa.

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Sobre el autor
Tarek Guerrero
Redactor de fútbol inglés en VAVEL España.