Marfil Santa Coloma es víctima de su exacerbado arranque. Lo lógico es que, fuera de contexto, la trayectoria de los catalanes sea catalogada, como mínimo, de notable. Su buen ritmo goleador hasta la jornada 9 (4,75 goles por encuentro) y, sobre todo, el puntaje cosechado con relativa solvencia (19 de 24 puntos posibles) les permitieron auparse hasta la cuarta posición y presentarse como alternativa al terceto terrorífico que forman Inter Movistar, ElPozo Murcia y FC Barcelona Alusport. Pero eso era hace tres jornadas.

Cuatro derrotas consecutivas (Noia, Jaén Paraíso Interior, Inter Movistar y Santiago Futsal) han instaurado un ambiguo contraste en la mentalidad de los colomenses. Sí, eran tan buenos en el inicio de la temporada, así lo demostraron con un juego eléctrico, repleto de aceleraciones y recursos vibrantes, bien parecido a las circunstancias que un terremoto devasta. Y no, no son pésimos en la actualidad, pero el cerebro consigue extenderse en cualquier aspecto, domina el terreno y lo modula a sus anchas. Marfil no es Marfil y, sin identidad, no se espera más que inocuidad por su parte.

¿Por qué? La defensa se ha reblandecido hasta el punto de encajar 17 goles en las últimas tres citas, por lo que su promedio de tantos en contra aumentó desde 3,5 (en las nueve primeras jornadas) a 5,6 en la LNFS. Un total de 45 en 11 partidos, la segunda peor cifra de los primeros 11 clasificados. Resulta difícilmente explicable una involución tan marcada, tan repentina, tan atroz, aunque sí que hay indicios que arrojan luz. El ataque, el principal estilete de esta plantilla, se ha visto resentido. Tan sólo Dani Salgado (16 goles y pichichi de la competición) ha mantenido su rendimiento en este período fatal (con cuatro goles), pero se acusa la desaparición de Eric Martel o Rafa López, hasta entonces, los otros dos bastiones artilleros del plantel (sólo un gol entre ambos). Se sienten estancados por más que pataleen en su intento de subsistir.

Especialmente preocupante es la apatía que se desprende en el conjunto colomense. En varios de sus encuentros no se atisba reacción súbita, como si el chip que les activara en el comienzo se hubiera desgastado en exceso, se hubiera quemado y derretido, se hubiera desconfigurado todo el sistema operativo. Se hubieran roto.

Y este cortocircuito puede salpicar circunstancias de mayor relevancia. La Copa de España es la más inmediata. Probablemente, no corre peligro, o no debería, puesto que tienen margen de mejora (mucho, de hecho) y cinco puntos de renta cuando faltan nueve en juego. Magna Navarra, Peñíscola y Burela son las piedras. Falta, ahora, la actitud que las desvíe del camino si no desean pasar del éxtasis a la frustración en un suspiro.