Una mosca detrás de la oreja ya se asomaba por el Lotto Arena viendo el delirio en el que se convirtió el España-Croacia una hora antes. Una mosca que, presumiblemente, merodeaba por el banquillo de Menichelli porque su conjunto, Italia, que claramente es favorito para ganar la competición, se enfrentaba a la que presumiblemente será la selección revelación del mismo, Eslovenia. Al término del encuentro, con la derrota ya estampada en la frente, el italiano no tuvo otro planteamiento que aceptar el despropósito de sus pupilos.

Nada parecía indicar el final tan fatídico viendo la tranquilidad con la que los mediterráneos comenzaban el partido, amasando la bola sin oposición y creando sus ocasiones con calma, a cuentagotas, como si todavía restara tiempo para golear. Eslovenia, por su parte, era tímida y reacia al ataque, mostraba así sus respetos a la que fuera campeona continental en 2003 y que, por ahora, vivía de los réditos de la década anterior. Entre unas cosas y otras, los árbitros permitían el contacto corporal sin ningún atisbo de cartulinas, así que ambos conjuntos se asomaron a eso de morder con contundencia.

Vrhovec, que pasaba por allí durante un saque de banda, zarandeó la bola con tal virulencia que vio una coreografía pompeyana en la azzurra, quien sólo miró cómo Mammarella tampoco movía un dedo en su intento por evitar el gol. La mosca, ligeramente más entrada en carnes, ya se posaba incluso por la frente de Menichelli, obligando a éste a menear su impávido rostro y a exigir cierta sangre a sus jugadores, hasta entonces ligeramente horchatados. Y así ocurriría hasta el descanso merced, en parte, a que Eslovenia pegó su trasero a la línea de fondo y obstruyó cualquier orificio.

A la vuelta, Italia recordó que el favoritismo no llega por nombre, sino por juego, por lo que subió la presión para recuperar la bola rápidamente en campo esloveno y así, al estar más cerca de la portería de Puskar –el mejor del partido-, podría agarrar alguna posibilidad de anotar. Mientras tanto, en ese empeño por empatar el marcador, Romano confundió el esférico con unas costillas fantje y las pateó como si fuera el verdugo en tiempos medievos. Era el reflejo de que Italia estaba desquiciada por su propia imposibilidad, por su falta de competitividad y, sobre todo, falta de inteligencia. Pese a ello, Fortino anotaría el primer gol transalpino.

Se ve que en eso de la celebración, Italia se despistó y propició que Cujec, de lejos el más técnico de Eslovenia, robara un balón en mediocampo y cabalgara libremente para batir a Mammarella, otra vez más mirón que parón. A esta nueva bofetada llegó Italia más despierta, así que no tuvo reparos en desestresarse con acciones duras contra la integridad eslovena mientras el dúo arbitral obviaba el tarjetero de las sanciones. Eslovenia estaba cómoda con esa presión y aprovechó la pésima distribución de Italia con portero-jugador para poner el 1-3 y terminar de ajusticiarla, no sin antes volver a agigantar la figura de Puskar un par de veces más. El tanto de Saad simbolizó el único estilete azzurro que aguantó, inesperadamente, el vendaval esloveno.

De esta forma, Eslovenia se coloca líder del grupo C y tendrá que esperar al viernes 31 de enero para volver a jugar, frente a Azerbaiyán (20:45 horas), y conocer si pasa como primero o segundo de grupo. Mientras, Italia se jugará el pase frente al mismo rival el domingo 2 de febrero (18:30 horas).

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Sobre el autor
Antonio Pulido Casas
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