De usted a usted. Sin complejos, sin clasificación, sin dinero. Con la cabeza alta, el honor impoluto y la imagen de los grandes. Superando lo metafísico y demostrando que uno no puede derruir lo que entre todos construyeron. Tenerife volvió a soñar, lo hizo gracias al fútbol sala.

Inicio titubeante

Sería un partido de mimbres históricos. Inter Movistar, líder de líderes y soberano en España, contra Uruguay Tenerife, corazón en estado puro. Jesús Murga inauguró la cuenta de oportunidades. Los primeros cinco minutos fueron de igualdad en las áreas y dominio posesional visitante. Al toque del sexto compás Cardinal adelantaba a los suyos. Sería un pase cruzado que finalizaría tras haber sido escupido por la madera.

Los celestes sufrieron en la estrategia ofensiva

Cuando el cronómetro merodeaba el ecuador, la sensación de frialdad en el graderío parecía contagiarse en el parqué. Los celestes sopesaban una crisis de calado ofensivo. Entonces no salían las contras a las cuales se agarraba Francis Arocas en la previa del encuentro. Tanto Pazos como Mel pudieron rematar durante el transcurso de estos lances.

Tras el sonido del despertador, Luis Jara mantuvo un vis a vis con Herrero cuando corría el once de juego. La arenga del Santiago Martín (que a ratos daba miedo) valió para insuflar aire fresco a un equipo que a punto estaba de ser bañado por el segundo jarro de agua fría. Pasos dejó asistido a un Pablo Mel que desde la diestra se encontró con el gol.

Demostración de amor propio

A pesar de los reiterados intentos tinerfeños, el luminoso parecía agotar las esperanzas. Ni el tiempo ni el resultado daban noticias halagüeñas. Jesús Murga probó suerte desde la frontal; Corvo con un disparo de efecto; Ayose tras dos fintas... Los últimos compases fueron minutos de ardua recuperación uruguaya.

Tras mucho trabajo y con merecimiento, Carlos Corvo desató la locura. Marcó tras una jugada nacida en un saque de esquina. Los celestes crecieron, mejoraron en todas las facetas del juego y forzaron la quinta falta peninsular. Coyuntura que no fue suficiente para empatar el resultar. Con todo, el choque se fue al descanso.

Segundo tiempo de ensueño

Posesión peninsular, ofensivas canarias. Fuera por Pablo o Corvo, Jara o Cansio; la segunda mitad fue iniciada con mimbres continuistas. Ataque tras ataques, acometidas intercaladas entre insulsas posesiones del Inter y ante todo, una luz cada vez mayor en medio del sótano. El Uruguay Tenerife alargaba el letargo que casi increíble les mantenía a tan solo un gol del empate.

Magia de primera

Fueron unos compases, los del minuto treinta, de magia pura. Jara realizaba ruletas, Javi la estampaba contra el poste, se defendía bien, se atacaba mejor, había claridad en las llegadas y por primera vez el público apretaba (de verdad) a todos los que no vistieran de celeste. Pasaban épocas sin presencia peninsular. Cuando se aterrizaba en los últimos seis minutos los visitantes llegaban a la quinta falta. El pabellón era uno.

Se sacaba un balón desde la línea de gol. Iago Barro salvaba un mano a mano. Todo parecía acompañarles. Fueron tres minutos de esos que son más. En el 39' los celestes jugaron con superioridad. En el mismo compás Tenerife tembló. Carlos Corvo empató el encuentro de doble penalti. Éxtasis. Y decepción. Las tornas cambiaron, los peninsulares jugaron con uno más. Consiguieron hacer sangre. Sobre la bocina Rivillos goleó. Partido casi histórico.