Los momentos especiales erizan pelos, calientan cuerdas vocales y producen agujetas en los brazos. Las aficiones de Burela Pescados Rubén y Jaén Paraíso Interior se unieron en este "sufrimiento" en la tanda de penaltis que dirimió el enfrentamiento entre gallegos y andaluces, que finalmente sonrió a los jiennenses y dejó el pabellón Quijote Arena hecho cenizas por la abundante marea amarilla que se congregó en Ciudad Real, a pesar de que, aparentemente, conseguir entradas era utópico. Ahora, la afición jiennense ha borrado el significado del "imposible" en su diccionario.

La primera parte fue rapidísima, sin interrupciones en el juego ni juego tosco. Los porteros apenas intervinieron, pero aquello no fue impedimento para que la emoción acaeciera en la cancha. Jaén Paraíso Interio empezó mejor y, a diferencia del partido previo, acogió el favoritismo de la eliminatoria desde el primer momento. No quiso especular y se vio el equipo propio de La Salobreja, con un juego elaborativo y pensado para que las transiciones ofensivas consistieran en varios toques, como sin nervios. En contraposición, Burela, que llegaba casi descargado después del derroche físico ante el Inter Movistar, centraba su estrategia en balones largos a Matamoros o Chano, dos auténticos armarios con un colchón en el pecho. 

Las primeras sensaciones evidenciaban a un Jaén mucho más metido en el partido, que tomó temperatura con alguna internada de Solano por el centro —a cada zancada, temblaba el pabellón— o un reverso de Carlinhos, que siempre halló respuesta en Álex. A Burela no le importaba ceder el balón, pues se encontraba cómodo en una defensa zonal; su problema estaba en la generación de oportunidades, bastante más escasa. Los gallegos no tenían fluidez ni velocidad y acudían a las individualidades de Iago Míguez, Chano o Miguel para dañar a Prieto. De hecho, gozaron de mejores oportunidades que su adversario para inaugurar el marcador, todas ellas desbaratadas por el meta jiennense.

El ambiente simulaba una Salobreja ampliada. Había camisolas amarillas en cualquier rincón AL que uno dirigía su mirada y su equipo transmitía seguridad. El sistema de ayudas de Jaén era excelso, siempre con coberturas para el compañero o intercepciones en cuando un mariñano tenía la posesión de la pelota. Además, su salida de balón era natural con constantes bloqueos para crear espacio en la banda contraria y, en el repliegue, rapidez para coger la marca. Todo parecía en orden en los andaluces, pero Burela tenía tal oficio que sus movimientos parecían rutinarios, como si ese despliegue fuera cosa de cada día. Y qué bien aguantaban.

Cuando el primer tiempo avanzó, Burela adquirió algo más de temperatura y confió en las genialidades de Iago Míguez, muy activo, y Chano, que es capaz de bajar una grúa si se la envían. A ello se sumaba algún que otro fallo de Carlinhos en la entrega, que provocaba la rápida transición ofensiva entre Míguez y Antoñito, aunque sin acierto a puerta. Burela aprovechaba su mayor dominio en estático para dañar: un tacón de Miguel para Matamoros a punto estuvo de desnivelar el marcador, pero el resultado sin goles adornó el descanso. Cada uno, en su respectivo estilo, había gozado de ciertas oportunidades (pocas, pero más claras las gallegas) y la sensación era que el porcentaje estaba igualado al milímetro.

El tiempo pasó volando y en apenas 50 minutos de reloj real ya estaba rodando la segunda parte. Helder salió a pista, lo que sorprendió. Se entiende que los minutos de Helder servirían para dar descanso a los pesos fuertes de la plantilla, pero el joven de origen caboverdiano tuvo tal hambre que se comió a los cierres jiennenses con más facilidad que la prevista para un chaval de 19 años. Aquello puso una mosca tras la oreja de Jaén y notó cómo pasaban los minutos y su control no era el idóneo para sus intereses, sobre todo, después de que Miguel y Iago Míguez protagonizaran una pared cortA que le provocó un calambre a la afición jiennense. A los pocos minutos, el iraní Behroz también se coló por la línea de fondo jiennense y subió el corazón de los amarillos hasta la garganta, que miró al techo esperando un guiño divino.

Fue el preámbulo de lo esperado. Burela es un equipo con un amor propio inmenso y una capacidad de sufrimiento meritoria. Es complejo dar una imagen de tal concentración en una ocasión, pero más difícil es volver a hacerlo por segunda vez. Los burelenses, no obstante, tenían más opciones que ante el Inter Movistar. Se creían, básicamente, que pudieran ponerse por delante. Y lo consiguieron. Chano bajó una pelota con escarcha, taconeó ante la llegada de Iago Míguez en banda y este definió por bajo de forma extraordinaria para ponerse por delante. Ahí Jaén se quedó ensimismado y no conectaba con fluidez. Solano y Campoy pudieron rajar unos centímetros la defensa de Burela para sacar algún tiro sin suerte. En una pérdida de este último, Chano salió al contraataque por el centro de la pista y su corpulencia simulaba ser un elefante. Ante la estampida, los jiennenses no supieron contener el 3 para 2 y el gaditano, tras apoyarse en Behroz, lograba aumentar la ventaja hasta los dos tantos.

Se vino el mundo abajo para Jaén y pudo ocurrir un nuevo Big Bang de no ser porque, en la primera oportunidad con portero-jugador, Cuco embocaba con la pelota con complejo de funambulista en línea de gol. Juanlu enseguida pidió tiempo muerto para frenar el ímpetu andaluz y su maniobra surtió efecto. Jaén se enfrió y no tuvo dominio real hasta que volvió el juego de cinco a falta de tres minutos y medio. Fue entonces cuando se armó de paciencia para percutir en el área contraria. Hubo desesperación ante las continuas negativas hasta que, a ocho segundos del final, Dani Martín, en una acción calcada a la del primer gol, anotaría el empate para que la masa amarilla se quitara la camiseta y mostrara su piel que, por un momento, pareció brillar de esa tonalidad.

Sin tiempo para más, los penaltis decidirían el primer finalista de la competición. Empezó Jaén en la lotería y dio un giro de tuerca cuando intercaló a sus dos porteros, Prieto y Gonzalo, en portería. La artimaña acabó, por suerte o superstición, con la parada del arquero suplente de Jaén, que se vio engullido por sus compañeros para celebrar la primera vez que un equipo debutante en la Copa de España tiene oportunidad de luchar por el trofeo en su primera participación. La modestia, a pesar del grandísimo esfuerzo de Burela, decidió en esta ocasión escoger Jaén.