El manto de Ricardinho era lo único que se veía desde la perspectiva española una vez se confirmó que Portugal era el rival en los cuartos de final de la Eurocopa de Serbia. No un logotipo cualquiera, sino el del mejor jugador del mundo que había agigantado su figura tras una variedad de recursos espectaculares ante los ojos de los incrédulos que todavía no aman ese deporte. El portugués, con confianza y de la mano de Cardinal, que reapareció tras estar inédito por sanción en la fase de grupos, eran las grandes amenazas para España. Bebé, el arquero luso, era la ventaja de la que disponía La Roja de las dos estrellas —y que finalmente resultó decisiva—. Una extraordinaria primera parte de los de Venancio permitieron tomar ventaja (0-3) y encarar los últimos 20 minutos con (falsa) tranquilidad. Si Ricardinho hubiese jugado con compañeros, quizá España no se hubiese clasificado para su décima final en diez Eurocopas.

Y al principio, incluso, pareció que jugaban cinco jugadores en el quinteto de Portugal, que fue el equpo que más arrimó en el inicio con varios disparos exteriores. La primera premisa española fue clara: encimar a todos a menos de un metro para acotar el índice de imaginación, que desapareció en cuanto Ricardinho se sentó en el banquillo. A partir de ahí creció el combinado español como si se hubiese desembarazado de las correas que le ataban y Miguelín comenzó a cabalgar. Probó a Bebé en una primera instancia (balón rechazado, not bad) y, segundos después, Álex casi regatea al guardameta (buen pie, good). Ortiz debutó en el torneo y España sonreía, se gustaba, y Pola se sumaba a la fiesta con un control zizouziano a 2.000 metros de altura con la derecha y remate con la izquierda. Nos la puso durísima cuando después el propio vigués remató al larguero.

Paco Sedano, al parecer, también estaba jugando. Detuvo un lanzamiento a João Matos para que se notara su presencia. La selección apenas vacilaba (a no ser que entrara el mejor jugador del mundo o su amigo Cardinal) y su única preocupación era cometer errores propios en la salida de balón (Ortiz dejó un balón muerto en un rechace y Miguelín erró al intentar una paralela de tacón). Sólo España podría herir a España.

Y en una acción aislada, Álex sacó su picardía para provocar el primer penalti de esta Eurocopa y la quinta falta de Portugal a siete minutos del final. Guión apetecible para una película tranquila sin sobresaltos. Mantita y brasero. El mallorquín, que debe pensar que no le validan el gol si no supera los 80 kilómetros por hora, casi saca los clavos de la portería por su virulencia. Por supuesto, fue gol (para no serlo). La calma y la tranquilidad dominó los siguientes minutos, en los que pareció que lo más complejo ya estaba descifrado. Casi sin querer (bueno, Bebé sí quiso), Rivillos impactó un balón a unos 15 metros del arco. Al haber poca visibilidad, el meta luso alcanzó a estirar la pierna, pero como suele ocurrir en los errores comunes, le echó la culpa a otro. Mientras, Ricardinho pasaba inadvertido porque las ayudas y coberturas hispanas no le dejaban pasar.

Y en otra acción que no advertía peligro alguno, Álex robó en media cancha, realizó un sombrero al defensor con la cadencia de quien humilla rivales a cada paso y definió con una vaselina excelsa. La ventaja de tres goles era una sorpresa, también para los españoles, que no esperaban tanta brillantez en el primer acto.

A la vuelta del descanso, este medio pudo imaginar la charla técnica de Jorge Braz de manera íntegra: "Dádsela a Ricardo". Lo primero que hizo el del Movistar Inter fue golpear al travesaño de un disparo y lo segundo, anotar en un contraataque en el que España no basculó bien debido a una acción rápida en el otro área. Casi estaba el lobo asomando la oreja cuando Raúl Campos, casi sin ángulo, pero con mucho corazón, marcó el 1-4. Bebé, que debió pensar que la portería estaba mejor sin su compañía, dejó el primer palo abierto para que se colara el balón. Suponemos que por la próxima paternidad del mostoleño.

Ricardinho, empatizado con la grada serbia, tuvo un truco guardado. En banda derecha superó a Andresito con una semilambreta y encañonó el balón hacia la escuadra de Paco Sedano, como si tuviera que ir al ángulo porque sí. Estaba escrito, para no desmerecer. El de Porto estuvo solo 40 minutos, aunque nunca deja pasar la oportunidad para seguir confirmándose como el mejor jugador del planeta. "¿Cómo es posible que le quede imaginación?", se bramó justo después de intentar una tijera. Fueron los peores momentos de España, inestable y con el runrún de Ricardo en la cabeza.

A falta de siete minutos, Jorge Braz optó por el portero-jugador y su primera oportunidad, una volea de Cardinal, se encontró con Paco Sedano. A partir de ahi se sucedieron multitud de acciones en las que el mostoleño se hizo total merecedor del premio ficticio Man of your life, incluso hasta cayéndose le hizo fruncir el ceño a Tiago Brito, que se tapó la boca para no mascullar lo que su cerebro pensaba. Álex, en un contraataque conducido por Miguelín, y Rivillos, desde la línea de fondo de su propio área, sellaron el pase a semifinales y instauraron la bendita rutina de España en todas las Eurocopas.

De esta forma, los de José Venancio López se enfrentarán al ganador del cruce entre Italia y Kazajstán para disputar la próxima elimnatoria este jueves. Portugal, por su parte, demostró una vez más que con Ricardinho y Cardinal anulados, su rendimiento es cercano al mediocre, como "un equipo más". Y España, a estas alturas, no te lo perdona.

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Sobre el autor
Antonio Pulido Casas
Periodismo cuya máxima vocación es informar de lo que acontece en el plano deportivo. Hijo del año 92 e impulsado por los valores doctrinales del olimpismo. Tú escucha, que yo te cuento.