Con paso firme me subí al autobús para dirigirme al comité de árbitros que estaba situado justo en frente del estadio de fútbol de los Cuartos en La Orotava. El bus pasó puntual, era mi primer partido.

Estaban esperándome, el camarero se acercó y preguntó: "¿Qué van a tomar los señores?". Pedí un café con leche y medio bocadillo de queso blanco con tomate, Hernández (el árbitro principal) pidió un café solo,  pero no fue así con Jose Manuel (asistente): "A mi me traes un cubata", a los que el árbitro principal le siguió: "Espere un momento, quítame el café y tráigame a mí otro cubata, que hace frío para entrar un poco en calor". Yo, como es lógico, seguí con lo que había pedido, alucinando con la situación.

Una vez terminamos de desayunar, bueno mejor dicho, terminé de desayunar, ya que los otros compañeros se tomaron entre los dos seis cubatas y aún el reloj no marcaba las 10 de la mañana, paramos en dos bares más antes de llegar al campo. Llegamos de milagro ya que el conductor, el árbitro que tenía que dirigir el encuentro en ese momento, era un peligro al volante del Seat Ibiza, coche que le regaló su suegro como regalo de bodas.

El encuentro estaba previsto para comenzar a las 12h, nosotros llegamos al campo de fútbol a las 12:15 horas. Pensé que ya no venían, se apresuró a decir el delegado del equipo local: era un señor de unos 60 años, con poco pelo y algunas canas, una persona muy agradable. La apariencia agradable y servicial que tenía en los primeros minutos le cambió rápidamente cuando Hernández, con voz entre cortada y con aliento a linimento, empezó a decir: "Nos encontramos con una accidente en la carretera y ya sabes como son estas cosas, tráiganme las fichas y que pasen los capitanes a firmar, que empezamos lo más pronto posible". Cuando miró al otro juez de línea se quedó de piedra, seguramente estaba pensando la que se iba a liar hoy.

Jose Manuel, tenía los ojos medio cerrados, la cara colorada y con una sonrisa de felicidad, haciendo lo posible para evitar que le detectaran que se había tomado unas copitas, le impuso al delegado con una embriagada voz: "Sin fuerza publica no arbitramos". A lo que el delegado contestó que "los municipales ya llegaron se encuentran en la cantina", y prosiguió con unas palabras llenas de ironía y maldad: "¿Si quieren ir a tomar algo?". Mis compañeros, aunque tenían ganas de ir, desistieron a la propuesta.

Lo primero que hicieron mis compañeros al llegar a los vestuarios fue darse una ducha de agua fría mientras yo redactaba el acta: "No te asustes siempre nos damos un baño de agua fría antes de empezar los partido, lo deberías probar". Yo no les seguí en su acción, el campo del Guancha lo llaman Monte frío, por algo será.

Saltamos al campo a las 12:35, más de media hora después de la hora fijada. Hernández situado detrás del círculo central, yo me encargaría de la banda de tribuna que era donde estaba todo el público que se había dado cita en el mismo, mientras que José Manuel en la otra banda, que no realizó ni el sorteo de campos, se le tuvo que haber pasado por la borrachera, pitó y comenzó el partido.

Entonces, el árbitro echa a correr, pero le faltan las fuerzas y se cayó, de frente, como un principiante se tira a la piscina. ¡Fuerte planchazo!, pensé. Se oyó en la grada, la nariz le sangraba, los brazos raspados, los jugadores tiran el balón fuera para atender al árbitro y lo retiran en camilla a los vestuarios. No puede continuar, se encuentra muy mal por el golpe recibido al caerse al suelo. El asistente más veterano se me acerca y me dice: "Yo tampoco puedo pitar creo que el desayuno me cayó mal, me da que el queso estaba en mal estado, así que tienes que arbitrarlo tú solo" y se dirigió con movimientos de zig zag a los vestuarios.

Cogí el silbato en la mano derecha, la tarjetas en el bolsillo izquierdo, llamé a los capitanes y les dije alto y claro: "Mis compañeros se encuentran indispuestos", y un jugador me interrumpió: "Fuerte cargadera llevan esos dos", y todos se echaron a reír, ni yo me pude aguantar y también se me escapó una sonrisa, y proseguí con mi discurso: "Voy a arbitrar solo el encuentro sin jueces de línea, es mi primer partido, llevo en el colegio de árbitros una semana, pero estoy jugando al fútbol desde la barriga de mi madre, quiero vuestra colaboración en todo momento, si no es así me voy por donde he venido''. Los capitanes se reunieron y hablaron durante unos instantes, y transcurrido ese tiempo se acercaron y me dijeron: "Sólo queremos jugar, pita tranquilo que te vamos ayudar en todo momento, si algún jugador te falta el respeto nos lo dices y nosotros lo expulsamos, tienes nuestra palabra". 

El encuentro fue de esos considerados fáciles de arbitrar por el comité, sin jugadas polémicas en las áreas y con una sola cartulina amarilla por sujetar a un contrario en la disputa del balón. El resultado fue de 0-2 y los goles fueron claros y de tiros de fuera del área, sin problemas para mí. 

Al finalizar el encuentro se acercaron todos los jugadores y varios espectadores a felicitarme por mi arbitraje, ese fue el debut de Pérez Lima como árbitro y la verdad es que no se equivocaron los jugadores del CD Guancha ni del Atlético Tacoronte en decir que llegaría lejos en mi carrera arbitral... 20 años después debutaría en Primera División.

Continuará…