Sucedió un 10 de enero. Dos equipos con dinámicas negativas. El Granada, tras casi un mes sin ganar, buscaba dar esquinazo a la acechante sombra del descenso. Alargada y ambiciosa. Más grande de lo común en una liga en la que, al margen de los elegidos, todos miran de reojo a esta funesta perseguidora, que tenía enredado de lleno al otro contendiente. El Real Valladolid buscaba sacar la cabeza. Respirar. Desde el 25 de octubre, los pucelanos solo lograron una victoria, ante el Celta, al que hizo prisionero de Guerra.

Cerca de la Alhambra, en un ambiente pasional. Ardor contra el frío. La batalla dio inicio, pero pronto quedó claro que el rojiblanco iba a ser la tonalidad predominante toda la noche. Esta vez las tropas nazaríes aplastaron a las castellanas, dando una vuelta de tuerca a la historia tantas veces contada. Cuatro golpes. Cuatro goles. Cuatro explosiones de júbilo en la grada local, entregada a sus guerreros. Pero sobre todo uno, el primero, fue el gol más hermoso de la noche. El más hermoso de la jornada.

Entonces sucede. Brahimi se interna, con la pelota cosida, por la banda derecha y, tras ganar línea de fondo coloca un centro medido al segundo palo. El talentoso Piti y el rocoso Murillo buscan la redonda para intentar poner en ventaja a su equipo. Intercambio de papeles. Al zurdo de Reus se le escapa el control, algo poco habitual en un futbolista de su técnica. Pero lo verdaderamente sorprendente estaba a punto de ocurrir. El defensa colombiano, en una acción repleta de belleza y coordinación, ejecutó una magistral chilena que acabó con el balón en el fondo de la red. Quizá el espíritu de su paisano Falcao. Quizá el de García Lorca, al estar en su tierra. Pero lo cierto es que el joven de 21 años recitó poesía con su remate.

La antorcha estaba encendida. Tocaba arrebato. El Granada siguió empujando todo el partido ante un Valladolid superado por la furia nazarí. Otros tres tantos más subieron al marcador de Los Cármenes para otorgar una victoria balsámica a los locales y meter en serios problemas a los visitantes, que verían como el desarrollo de la jornada empeoraba las cosas con las victorias de Osasuna, Rayo y Celta.