No hace mucho tiempo, el arbitraje estaba lleno de diferentes estilos. Nos encontrábamos con que los árbitros ingleses tenían una forma propia de llevar los partidos, un estilo muy definido que permitía más el contacto que los árbitros italianos, franceses y españoles. Al mismo tiempo, los colegiados españoles tenían otro estilo, al igual que los galos. Con el paso de los años, se fueron distinguiendo diferentes formas de arbitrar dentro del país; los canarios tenían su método que permitía el juego, sacando tarjetas con facilidad, que era bastante diferente al de un vasco que necesitaba más para pitar una falta, por ejemplo. A medida que ha avanzado el tiempo, esas diferencias se han ido reduciendo gracias –o por culpa– de la globalización. Aquí, el italiano Collina tuvo parte de culpa.

Hoy en día, se diferencian dos grandes estilos en Europa. Y pasa lo mismo en España. Todo es cuestión de gustos. Por un lado, nos encontramos con colegiados que son más partidarios de utilizar el diálogo, tanto para dirigirse a los jugadores como para tomar decisiones al amonestar o expulsar a un participante. En este caso, la charla con el futbolista se convierte en la tónica habitual para llevar el partido: permiten el juego y al mismo tiempo dan sus explicaciones sobre cada jugada. En el otro extremo nos encontramos con el árbitro que deja que sean los jugadores los que lleven el peso del partido y sólo hace acto de presencia cuando la ocasión lo requiere. Así, ellos evitan tener nada que ver con el fútbolista, se dedican a tomar la decisión y se alejan de la zona de la infracción para no dar explicaciones. Estos dos estilos están claramente diferenciados en nuestra competición. A mí, personalmente, me parecen válidos los dos. Al fin y al cabo, el negocio del arbitraje está en acertar en cada acción del juego y estas cuestiones no deben influir en el manejo de un encuentro. Acertar, clave.

Esta semana sí que se han visto más sombras que luces en general, pero hay árbitros a los que hay que destacar. Fernández Hernández, uno de ellos, que, gracias a la temporada brillante que está haciendo se está convirtiendo en uno de los más destacados en este inicio de temporada. Este fin de semana estuvo impresionante. Otro de los reseñables fue Del Cerro Grande en el Granada – Villarreal, en un partido complicado y que supo llevar de la mejor manera posible. ¡Felicidades!

Mateu Lahoz en el Real Madrid – Atlético de Madrid

El partido en el Estadio Santiago Bernabeu transcurrió con una intensidad altísima. Un derbi entre dos equipos de la capital en toda regla, en el que los jugadores estaban muy nerviosos. Por lo tanto, existió mucho contacto durante los noventa minutos, y por momentos, jugadores de ambos bandos intentaron rodear al árbitro del encuentro para influir en las acciones posteriores. Mateu, de manera excepcional, mantuvo las distancias en todo momento y no permitió que un jugador se le situara detrás o le amedrentara nunca. En sus gestos se podía apreciar la tranquilidad que transmite con cada decisión. El diálogo que mantuvo con los jugadores dio un brillante resultado.

La jugada del penalti que hicieron a Cristiano Ronaldo es clara, no admite margen a la duda. El jugador portugués del Real Madrid se va claramente y una vez que pasa el balón, la única solución que le queda al rival es derribarlo para impedir que pase. La infracción dentro del área es punible y está perfectamente señalada.

Por el contrario, la cartulina amarilla a James Rodríguez fue muy protestada. Yo creo que los jugadores también deben saber de arbitraje. El jugador tiene que darse cuenta de que el árbitro aplica a las mil maravillas la ley de la ventaja porque hay una posibilidad de ataque. No tiene porqué pitar la falta. Después, el jugador es amonestado por protestar. Acierto ya que un árbitro no tiene que estar atento en cosas como saber si un equipo saca más provecho de las jugadas a balón parado que del juego. El juego debe continuar.


Fernández Borbalán en el Barcelona - Athletic

El encuentro entre el Fútbol Club Barcelona y el Athletic Club de Bilbao fue un partido con mucha dificultad, al igual que el derbi de la capital, anteriormente mencionado. Hubo decisiones complicadas, entre las que se encuentra un gol anulado al Barcelona. En directo, es muy difícil saber con exactitud lo que ocurrió; una vez con la pausa y trazada la línea, se observa cómo el jugador está en posición correcta y el balón está por delante cuando el jugador blaugrana da el pase. Aun así, me parece un fallo comprensible ya que un mero espectador necesita la ayuda de la pausa y es una jugada al límite. La velocidad en una jugada de ataque así es vertiginosa y muy complicada de ver.

Tras esa jugada, se piden dos penaltis por posibles agarrones y empujones dentro del área, aunque yo creo que no son suficientes para señalar la pena máxima. El fútbol es un deporte de contacto y tanto el jugador defensor como el delantero intentan entorpecer a su rival. Bajo mi punto de vista esas jugadas no son punibles y el trencilla acierta en la toma de decisiones. La zaga siempre intenta proteger y el jugador más ofensivo sacar petróleo de donde no lo hay.

Por último, la entrada de Piqué, que salta con la pierna extendida y golpea claramente a Iker Muniain en su propia área, sí me pareció penal. En esta jugada sí que hay contacto real, y en definitiva, una temeridad que un atleta de primer nivel no puede hacer a un rival. Tiene que medir más la forma de entrar y por eso se debería hacer señalado el punto fatídico.


Gil Manzano en el Málaga – Levante

El colegiado extremeño realizó, en general, un buen arbitraje. La nota discordante del encuentro la dieron sus asistentes, que no estuvieron acertados en un par de jugadas. Una de esas jugadas llega en el minuto 61, cuando Juanmi, que se encontraba en posición correcta, recibe el balón y le señalan offside. Termina en gol y finalmente es anulado; la segunda jugada polémica es de Amrabat, al que también le sancionan fuera de juego cuando un compañero se quedaba sólo. La jugada es difícil, pero son errores.