El juego limpio es mucho más profundo que el simple hecho de dedicarse a poner carteles en instalaciones deportivas, con imágenes de niños dándose la mano o un logo muy bonito, lleno de colorido, para atraer la atención y una llamativa frase en letras grandes: ‘Fair Play’. Agitar una bandera o ponerse una camiseta donde ponga “juego limpio” solo sirve para quedar bien con uno mismo y con los demás, pero, si no cambiamos de actitud y empezamos a darle la verdadera importancia del significado de esas palabras, de nada, o más bien, de poco, servirán estos carteles. Estamos creando una sociedad muy competitiva, donde se enseña a los jóvenes a ganar antes que a disfrutar jugando, así cuesta mucho transmitir los valores del deporte.

Jugar limpio jamás debe ser negociable

En teoría se nos llena la boca cuando nos postulamos en contra de los malos modos. El ‘Fair Play’ es la expresión más utilizada para denominar la conducta leal y sincera en el deporte, tratando siempre de forma respetuosa y correcta a rivales, árbitros y asistentes. Nunca he visto a nadie que defienda las actitudes antideportivas que estamos viendo casi todos los fines de semana. Ahora, en la práctica todo cambia, cuando nos pitan un penalti injusto o cuando expulsan a nuestro hijo, por ejemplo, nos olvidamos pronto del juego limpio y sacamos toda la furia que tenemos dentro, actuando en algunas ocasiones como auténticos energúmenos.

La preocupación por el juego limpio ha ido en aumento a causa de la reiteración de conductas deportivas cuestionables. Esta no responsabiliza solo a jugadores, pues también lo hace con dirigentes, padres, familiares, árbitros, entrenadores y público, motivo por el cual, desde todas las instituciones deportivas se ha apostado por terminar de una vez con las malas formas en el deporte. Por las distintas federaciones circula ya la obligación de entrenar a los más pequeños con personas cualificas y tituladas, pero esto, lamentablemente, solo ha conseguido mejorar la parte académica y deportiva, pues las acciones antideportivas y violentas traen consigo un efecto rebote, que aumenta con el paso de los años.

En una época donde la profesionalización comienza a incidir sobre los deportistas a edades cada vez más tempranas, el juego limpio tiene una especial importancia para la formación de los niños y adolescentes. Encontrándonos en el deporte con dos grandes concepciones que se oponen al espíritu del juego limpio:

Por un lado, los deportistas británicos y franceses del siglo XlX, que sintetizaron su postura con la famosa frase de Pierre de Coubertin, el padre de las olimpiadas modernas: “Lo más importante de los Juegos Olímpicos no es ganar, sino competir”. En contraposición, el deporte estadounidense acuñó la frase “ganar no es todo, es lo único”.

El juego limpio no es solamente salir victorioso, sino aceptar perder

Los niños y adolescentes están en una etapa donde, para ellos, es más importante ganar que encontrarse bien, que disgrutar del deporte. La victoria les proporciona alegría, pero la derrota, tristeza. Por este motivo es importante cambiar de mentalidad si queremos evitar generar discusiones y peleas. La sistemática descalificación representa el hecho de no ganar, pero el juego limpio no es solamente salir victorioso, sino aceptar perder. Un aspecto esencial del juego limpio está relacionado con lo que significa realmente y lo que gran parte de la sociedad tienen con las nociones de “ganar” y “competir”.

Tenemos que conseguir que la derrota sea una parte más del juego y aceptarla con deportividad y, en caso de ganar, nunca menospreciar al adversario, ni mucho menos, reírnos del perdedor. La promoción del juego limpio tiene como objeto primordial recuperar el sentimiento de “jugar” como una actividad naturalmente satisfactoria, agradable, honesta y divertida.

También usamos la expresión de juego limpio cuando se juega sin hacer ningún tipo de trampas, sin intentar engañar al árbitro y a sus asistentes, respetando al compañero y tratando al adversario, compañeros y público sin groserías. Sólo podemos apostar por el ‘Fair Play’ recuperando los valores que se han quedado por el camino.

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Sobre el autor
Manuel Pérez Lima
Exárbitro de Primera División.