Gazza es una destilería en movimiento, hace tiempo que murió víctima del alcohol y anda enfrascado en la búsqueda activa de su certificado de defunción, su aparición en necrológicas. Lleva colgado el cartel de alcohólico anónimo y juguete roto, llegó a un punto en el que le es más difícil recordar sus estados de sobriedad que sus estados de ebriedad. Hasta la enésima ocasión, en la que intentó zafarse de las garras etílicas y logró mantener un estado de sobriedad prolongada, no recordaba ese estado natural del ser humano. Desgraciadamente es material de desguace y carne de reyerta, al clown del balón ya nadie la ríe las gracias, hace tiempo que dejó de ser gracioso para convertirse en el bebedor empedernido y profesional, cuya historia quedó podrida por una droga muy dura que se pierde en la senda del perdedor. Su vida bien podría haber surgido de la genial pluma de Charles Bukowski, que le mira al otro lado del espejo, es un contundente y preciso uppercut al hígado.

Gazza apesta a Johnny Walker, no hay atisbo del brillo metálico del que en otro tiempo fue un ídolo, se fue simplemente por el agujero del wáter on the rocks, por el corazón agujereado de un deportista crepuscular perdido en los confines de una barra. Siempre fue un poco como el último Elvis y el gran George Best, un tipo que en lugar de eludir el precipicio se lanzó de cabeza a él. En su portentosa habilidad encontró su ruina, jamás tuvo la lucidez necesaria para encajar el lugar que ocupaba en ese mundo, por eso llegó el momento en el que decidió zambullirse en un estanque de alcohol verde. Pertenece a la maldita estirpe de los underdogs de la otra cara del fútbol y la fama, la de los patios traseros, los bares sórdidos. Como él mismo dijo, hubo una época en la que le adjudicaron más títulos que a Muhammad Ali. Hacía referencia a las supuestas enfermedades psiquiátricas que le atribuían los terapeutas, pero bien podría haber sido atribución a su grandioso repertorio futbolístico. Fue muy difícil abrir los ojos a la realidad, ser consciente de que sobre su cintura no lucía el cinturón de campeón, sino el de un enfermo, un simple cinturón de corcho fabricado con tapones de champan.

Gascoigne fue el mayor traspaso del Newcastle al Tottenham, el mayor del Tottenham a la Lazio, el mayor del Lazio al Glasgow y también el más caro del Glasgow al Middlesbrough. Igualmente fue el mayor borracho, el mayor suicida conocido, pues emborracharse es una forma más de morir para volver a nacer, lo que sucede es que no todo el mundo es capaz de salir del encefalograma plano. Gazza fue un genial futbolista, pero sobre todo un mensaje atrapado en una botella. El Gazza futbolista murió junto a la persona, hubo un momento en el que se convirtió en personaje de The Walking Dead y desde entonces pasea dando tumbos como un zombi viviente. Para Gazza hace tiempo que las paredes blanden sonrisas rotas de despedida, por eso quizás no ha parado de beber compulsivamente. El mundo es un circo de emociones con millones de payasos imperfectos, es la humanidad en movimiento una ruleta en la que todos somos seres incompletos, seres que vivimos y morimos con el derecho a podernos equivocar, aunque en muchos puntos del planeta no haya posibilidad de elección. Gazza pudo elegir, y eligió el alcohol, pero el resto del mundo no es mejor, simplemente eligieron otro camino. Desde ese punto la vida de Gascoigne es la elección de un enfermo de sí mismo, un niño atrapado en la máquina defectuosa de un hombre cuya gasolina es el alcohol.  

¿Qué ha sido de Gascoigne? Andará por ahí, pateando servilletas de papel a cambio de un chupito de ginebra. Gascoigne es el cuerpo de un hombre destruido atrapado en los sueños de un niño de quince. Un niño Garrincha nacido en Las Islas, un centrocampista que un buen día decidió salirse de la cadena de montaje, un niño que dejó de crecer para convertirse en clown de la pelota.

Cuando se produzca el fatal desenlace, se volverá a hablar del juguete roto de un niño que no se dejó ayudar, será entonces cuando celebrarán su defunción en las tabernas que Gazza ya no podrá frecuentar. Tabernas de la soledad en las que perdido el talento solo pueden escucharse las pisadas sordas de la fama. Entre la exquisitez y la sordidez, solo existe un Gazza, ese personaje inclasificable, ese joven outsider que llenó su infancia con un balón, pero que acabó pinchando para llenar los vacíos de su existencia con una botella. 

VAVEL Logo
Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.