“Yo he venido a vender un producto llamado fútbol”, Joao Havelange. Ex-Presidente de la FIFA

Vayamos por orden cronológico. Las siglas SAD corresponden a Sociedad Anónima Deportiva, un tipo de entidad de gestión inventada hace solo 20 años. Hasta entonces los socios eran dueños de sus clubs, eran quienes según un reglamento interno más o menos democrático tomaban las decisiones acerca de su futuro. ¿Por qué cambió eso? En teoría el detonante fue el alto endeudamiento de los clubs. Con la conversión en SADs se pretendía que fuesen más transparentes y tuviesen más seguridad financiera. En la práctica tuvo una cadena de resultados bastante indeseables. La primera consecuencia fue que los clubs, en muchas ocasiones mediante presiones políticas, fueron vendidos a millonarios de dudosa trayectoria como los Gil, Pepe Fernández, Ruíz Mateos, Lopera, etc. A raíz de esto, los clubs dejaron de tener como fin exclusivo el desarrollo deportivo y pasaron a ser un medio para que sus dueños adquiriesen peso político y prestigio en su ciudad/comunidad de manera que consiguieron determinados privilegios en cuanto a contrataciones públicas, recalificaciones, etc. A su vez esta situación implicó una espiral de especulación y endeudamiento que se resume en un dato comparativo muy ilustrativo: antes de entrar en vigor esta ley la deuda conjunta de los clubs profesionales españoles era de unos 170 millones de euros. Hoy, 20 años después de la aprobación de las SADs, la deuda es de 5.000 millones.

"¿Cómo vas a saber lo que es la vida, si jamás jugaste al fútbol?", Gonzalo Grassi

Pero vayamos al caso de actualidad. La llegada de jeques y también de millonarios rusos al fútbol no es más que una consecuencia de todo lo anterior. Su objetivo está claro: introducirse en determinados mercados que no estaban a su alcance utilizando para ello los palcos futbolísticos y sus operaciones en la trastienda. Sin embargo, ¿Por qué tanta polémica? ¿Acaso no es lo que ya hacían los empresarios locales? Aunque en menor medida, ciertamente muchos sí, y ya ha quedado criticado, pero la polémica viene por la dimensión simbólica y sentimental del fútbol. La llegada de jeques no supone que perdamos el fútbol porque ya hace muchos años que no está en manos de los aficionados, pero sí supone una vuelta de tuerca más en la mercantilización que sufrimos y en algún momento hay que decir “hasta aquí hemos llegado”. Si a los equipos de fútbol les quedaba algo de romanticismo con esto quedan definitivamente reducidos a ser un simple negocio, una franquicia más en la cadena de propiedades de un millonario venido de un emirato del que nunca hemos oído hablar. Nuestros sentimientos futbolísticos pasan a ser un juguete en manos de un jeque que no tiene que rendir cuentas a nadie porque ni siquiera está vinculado a la ciudad. Es más, los aficionados ya ni siquiera seremos necesarios para financiar el club, el crecimiento solo será cuestión de ver quien pone más petrodólares sobre la mesa y junta más estrellas, de modo que consiga más fama y derivado de esto más beneficios en sus empresas extra-futbolísticas. Y entonces, ¿Solo quedará esperar a que se canse del juguete y lo rompa?

“Lamento eso de hacer que los clubes sean gobernados por empresarios, cuando debieran ser cooperativas y los dirigentes jugadores retirados, ya viejos, para que uno los pudiera ver siempre; una cosa absolutamente voluntaria y sin ningún interés comercial”, Osvaldo Bayer, escritor argentino.

No todo es pesimismo para los que queremos al fútbol solo como un deporte. Desde hace unos años estamos viendo como sobre todo a raíz del nacimiento del FC United of Manchester surgen movimientos alternativos a lo que se ha dado en llamar el “fútbol moderno”. Lo que en un comienzo empezó como críticas finalmente ha cuajado en una serie de proyectos futbolísticos: FC United, FBC Venecia, AFC Wimbledon, AFC Liverpool… Estos clubs de fútbol tienen varios denominadores en común. Por un lado el compromiso de que el club no tenga ánimo de lucro, sus fines son solo deportivos y solo gastan el dinero que producen, sin endeudamientos ni actividades empresariales paralelas. Por otro lado el club es propiedad de sus socios, sacando tu abono tienes derecho a participar en la gestión del club a través de cauces democráticos así como la existencia del compromiso de que ningún accionista podrá hacerse con más poder que otro. Además de esto también es habitual que desarrollen campañas solidarias y una labor importante en la comunidad.

En España, como siempre, las novedades tardan en llegar pero llegan. Los socios del Ciudad de Murcia, tras ver como su equipo desaparecía dos veces, decidieron refundarlo con la forma de Club de Accionariado Popular: un socio, una acción, un voto. Además tienen las características anteriormente mencionadas de ausencia de lucro y democracia interna. No son los únicos. Hace un par de años varios aficionados del Atlético de Madrid decidieron formar su propio club siguiendo estos principios. Así nació el Atlético Club de Socios con el mismo lema del FC United: “nuestro club, nuestras reglas”. Actualmente militan en las regionales madrileñas con la idea de ir creciendo poco a poco, sobre todo en masa social, ir generando interés y que se acerquen cada vez más aficionados. Y como consecuencia de esto quien sabe si también creciendo deportivamente. Un caso similar es el del Unión Club Ceares, equipo de 3ª de un popular barrio de Gijón. Con las deudas apretando al club un pequeño grupo de jóvenes acostumbrados a ver el fútbol desde las gradas decidieron dar un paso adelante y ponerse al frente del equipo para salir de esa situación. Abaratamiento de los abonos, participación de los socios, integración en el barrio, crecimiento social… En definitiva, las posturas que comparten los ejemplos anteriormente mencionados y otros tantos: volver al espíritu original del fútbol.

Hoy el fútbol profesional está prácticamente en quiebra. La lista de equipos históricos con muy graves problemas económicos no tiene fin: Cultural, Oviedo, Jaén, Compostela, Alavés… muchos de los cuales vimos jugar en Primera hace pocos años. Y solo hablamos de equipos con situaciones límite. También podríamos hablar de las deudas del Hércules, Valencia, Zaragoza… a los que una ligera brisa, un balón que en vez de entrar pegue en el poste, les puede hacer desaparecer como les sucedió en su día a Logroñés, Málaga o Extremadura. Ante este panorama no tenemos que preguntarnos hacia dónde va el fútbol, si no hacia donde lo podemos llevar. El fútbol somos los aficionados y los futbolistas, el resto es totalmente accesorio por muchos millones o apoyo político que tengan.

Como decía una pancarta del FC United, “Football for the working class”. Hoy eso de la clase trabajadora parece que está olvidado, sin embargo si hablamos de fútbol popular, de fútbol de la clase trabajadora, a todos se nos viene a la cabeza el fútbol original, el fútbol humilde, la identificación con los colores, la cantera y la animación en las gradas. Naturalmente no se trata de idealizar el fútbol de hace veinte, cincuenta o cien años, pero sí de inspirarnos en aquellos valores. Cada ciudad, cada club y cada afición tienen que trazar su propio camino, a su ritmo. En Manchester, Murcia o Venecia empezaron con cuatro pancartas y un par de debates improvisados en un bar. Demos un paso al frente y veremos hasta dónde podemos llegar.

El mismo Osvaldo Bayer anteriormente citado decía que “No tardamos en darnos cuenta de que cambiar el fútbol es más difícil que hacer la revolución". Quizás no le falte razón, pero este partido ya ha comenzado y queda mucho por jugar. El compañerismo, el apoyo mutuo, y la pasión contra las estrellas mediáticas, el individualismo y el mercado. De momento vamos perdiendo pero partidos más difíciles se ganaron. Y revoluciones más utópicas también.