A Diego Pablo Simeone, que siempre ha dicho que Diego Costa no ha tocado techo y que tiene muchas cosas aún por mejorar, no le pareció buena idea emitir un juicio valorativo en la rueda de prensa del regreso a la Champions League contra el Zenit de San Petersburgo sobre la cantidad de partidos que la UEFA impuso al delantero brasileño por cabecear a un futbolista del Viktoria Plzen. Tachado por su indisciplina y malas artes cuando el balón no merodea su radio de acción, el de Lagarto fue expulsado con tarjeta roja por querer proteger a Pedro Martín, un canterano que debutaba con el primer equipo en Champions League, tras un cacareo contra un rival.

Mientras el Atlético de Madrid, con Simeone a la cabeza de la expedición, celebraba por todo lo alto la victoria contra el Zenit San Petersburgo en el regreso a la Champions League, Diego Costa estaba privado de esa alegría. El brasileño no fue partícipe de esa fiesta debido a su sanción, que lo impidió debutar en la máxima competición europea. La sanción de cuatro partidos impuesta en la última edición de la Europa League le dejó dos partidos más que tenía que cumplir en la grada debido a que el Atlético no pasó de la primera ronda eliminatoria al caer contra el Rubin Kazan.

Temperamental como nadie, amigo de las peloteras, el indomable espíritu de la pantera del Atlético de Madrid se veía enjaulado en su mejor momento individual. Líder del equipo y voz autorizada, Diego Costa mascaba las horas que le quedaban para poder enfundarse la elástica rojiblanca en Viena y escuchar, por primera vez en su trayectoria deportiva, el himno de la Champions League.

Una inoportuna inflamación en el tobillo surgida por los choques que tuvo con Sidnei en el partido contra el Espanyol estuvo cerca de privar a Diego Costa de ese debut soñado. Ni Simeone ni el propio jugador estaban por la labor de que el Atlético de Madrid saltara al Práter de Viena sin el máximo goleador de la entidad en el presente curso. Aún a pesar de las molestias y de no haber entrenado el día previo al encuentro europeo, Diego Costa saltó al césped e hizo lo que mejor sabe hacer: marcar goles.

El de Lagarto se tomó el enfrentamiento con el Austria de Viena como un indulto. Una muestra de respeto para la afición, cuerpo técnico y jugadores por su innecesaria expulsión el curso pasado. Con dos goles, uno demostrando una imparable carrera y otro cazando un rechace dentro del área, el Atlético de Madrid pone la velocidad de crucero con destino a los octavos de final de la Champions League mandando bajo “La Ley Costa” e indultando la agitación de un futbolista apasionado, cuya única falta fue defender a un canterano de 20 años que fue increpado por un rival.