Aquellas víctimas del presente a las que la costumbre nos ha llevado a tomar por normal la enorme dictadura protagonizada por Real Madrid y Barcelona desde 2009, hemos asistido con estupor, positivo, eso sí, a la enorme repercusión mediática que ha tenido durante los días, e incluso semanas previas, el encuentro con el que el Atlético de Madrid cerró su primera vuelta ante el Barça.

Un trato totalmente justo y acorde a la realidad descrita por ambos conjuntos, y una relevancia en consonancia con los méritos deportivos de los dos. Era el partido del año hasta el momento y uno de los duelos más importantes del Atlético en los últimos lustros, ya que la situación que atraviesa es inédita, no solo en este período final de sus 110 años de historia sino en toda su existencia.

Ríos de tinta corrieron para analizar qué sería de la Liga en caso de victoria culé o de triunfo colchonero. Pero la batalla, decepcionante para muchos, entre los que no me incluyo, se saldó con tablas, con un empate. Tal vez el escenario menos analizado, y por ello es el momento de preguntarse: ¿y ahora qué?

Una victoria del Barcelona habría mermado mucho las opciones del Atlético de pelear por el título, mientras que un desenlace del lado rojiblanco habría disparado la euforia y obligado, por lo menos, a plantear seriamente la posibilidad de ganar la décima Liga. Pero todo queda en término medio. Ni fu, ni fa. Ni tan bueno, ni tan malo.

El Real Madrid queda, teóricamente, como gran beneficiado del resultado, pero el caso es que tanto colchoneros como azulgranas salieron contentos del Calderón. Los dos equipos tenían un miedo enorme a caer derrotados, y valoran positivamente un punto que les ha costado poco menos que un ojo de la cara. Noventa minutos de una batalla sin cuartel en la que cada centímetro era un tesoro y cada balón dividido, el último. Coincido con los dos equipos al catalogar las tablas como positivas.

El Atlético de Madrid finaliza la primera vuelta con 50 puntos y continúa posponiendo esa mala racha que se resiste a comenzar pero que muchos auguran aunque solo sea fruto de la aplicación de la lógica. 400 millones, poder mediático, masa social, venta de camisetas, recursos, merchandising y hasta la misma estructura de club son algunas de las muchas diferencias que existen entre rojiblancos, merengues y blaugranas. Pero el caso es que, a fecha de 12 de enero de 2014, después de una vuelta completa y una vez producido el esperado choque entre Atlético y Barcelona, la clasificación sitúa al equipo del Manzanares a la misma altura que el equipo de Neymar y Messi. Todo sigue igual, de no ser por la diferencia de tres puntos, si el Español no se empeña en lo contrario, a la que puede situarse el Real Madrid de Bale y Cristiano. Los de Simeone ya han demostrado que pueden completar una vuelta cediendo solo 5 puntos; sin embargo, hay varios elementos que no invitan al optimismo a la hora de responder a la ya clásica pregunta de si aguantará el tipo hasta el final.

En primer lugar, la profundidad de plantilla. Mientras que Real Madrid y Barcelona podrían alinear a un equipo campeón con los hombres menos habituales, el Atlético no cuenta con un fondo de armario comparable al de sus paradójicos rivales directos, a pesar de la competitividad contrastada de todos sus efectivos. En segundo lugar, la posibilidad de que los rojiblancos, como tantos otros antes en la historia del deporte, padezca el clásico mal de alturas de quienes se ven en una situación mucho mejor de la que estaban llamados a ocupar. O lo que es lo mismo, las diferencias entre el Atleti y sus rivales nos llevan a plantearnos si este equipo está capacitado para soportar una presión con la que Barça y Madrid lidian día sí, día también. Por ahí es donde puede notarse la mano del ‘Cholo’, que deberá prolongar lo máximo posible la filosofía del ‘partido a partido’ y recordar que el objetivo del club no es otro que la tercera plaza y está más que encarrilado.

Otro factor, y tal vez el más decisivo, es el de las competiciones. Si el Atlético tumba al Valencia se mantendrá vivo en las tres que comenzó y la capacidad del equipo colchonero de poder afrontarlas al máximo nivel sin que los resultados en Liga, que hasta ahora han rayado la perfección, se resientan, plantea serias dudas. Y más si tenemos en cuenta el precedente del año pasado, en que el Atleti finalizó la primera vuelta con 44 puntos y la segunda, tras un considerable bajón, la cerró con 32. Una segunda vuelta que coincidió con el desarrollo de la Copa del Rey que terminó llevándose a sus vitrinas. Además, el físico es uno de los pilares del rendimiento de los jugadores colchoneros y las rotaciones no abundan, con lo que el nivel de esta condición puede verse disminuido tal y como sucedió un año atrás.

Y el último elemento que nos ata los pies al suelo cuando nuestro subconsciente nos pide volar es el del rendimiento fuera de casa y el esfuerzo que tiene que realizar el equipo para sacar adelante los partidos. Ante Málaga y Valencia observamos dos nuevos episodios de lo mucho que sufre esta escuadra lejos del Calderón, donde cede el dominio al rival para reducir casi todas sus opciones a las contras. Ya pasó en Cornellá y en Villarreal y parece casi imposible que el Atlético no vuelva a tropezar como visitante, a pesar de estar firmando sus mejores registros en muchos años en este aspecto. De los tres de arriba, es el rojiblanco el equipo al que más le cuesta sacar adelante sus salidas, del mismo modo que necesita realizar un esfuerzo mayor para ganar los partidos. En todas sus victorias, el Atleti ha sido muy superior, superior o, al menos, ligeramente superior a sus rivales, mientras que los dos colosos de nuestra Liga han ganado partidos donde han rendido a medio gas o, posiblemente, a un cuarto de gas, con goles in extremis, remontadas imposibles o todo tipo de fenómenos paranormales que provocan que la tostada siempre caiga del lado contrario al de la mantequilla.

Pero, a pesar de todo, basta una mirada a la clasificación para tumbar toda la argumentación lógica y revivir las imágenes del 'Doblete' con un deseo ardiente de repetirlas. La realidad es el principal contraargumento de la realidad y después de que el Atlético acumule cuatro meses de actuaciones positivamente sorprendentes, un espacio de tiempo que podemos prolongar a los dos años que lleva Simeone en el banquillo, es inevitable creer en la posibilidad de alzarse con el título. El equipo está rindiendo al 200% y el mero hecho de plantear lo que estamos planteando supone exigir a este plantel unos objetivos que distan muchos de sus posibilidades reales. Algo así como exigir a un alumno universitario, que saca adelante su existencia a base de trabajo, que consiga un premio Nobel. Pero este Atlético es el equipo del pueblo.