Para el Atlético de Madrid no era una tarde cualquiera de un sábado cualquiera en la temporada. El líder de la Liga jugaba con la presencia en la grada de 10.000 niños que, hoy sí, saben por qué razón son apasionados de las rayas rojas y blancas y del escudo con el oso y el madroño que está cosido a su pecho. Pequeños aficionados que han crecido con la verdadera esencia histórica del Atlético de Madrid, la de un equipo guerrero, con alma y campeón, una imagen que hasta la llegada de Diego Pablo Simeone al banquillo de la ribera del Manzanares se había depreciado y devaluado hasta casi perderla por completo.

No defraudó el conjunto rojiblanco a su parroquia, que respondió a la convocatoria de Simeone y llenó de color el Vicente Calderón. A pesar de verse superado en los compases iniciales ante la iniciativa y la querencia del Villarreal por buscar un gol tempranero que minara la moral de los colchoneros, supo encontrar el camino para rectificar una somnolienta salida del túnel de vestuarios.  

Simeone resolvió el partido a través de un automatismo que ningún rival sabe anular: las jugadas de estrategia

Tiró Simeone de clásicos  y Raúl García, previo a una falta suya a Mario, remató de cabeza a gol un córner botado desde la derecha por Koke Resurrección, que asistía por decimotercera vez en la Liga. Un automatismo que se repite córner sí y córner también con la presencia del navarro dentro del área.

Con cinco bajas importantes (Arda, Gabi, Diego Costa, Miranda y Tiago) en la inquebrantable columna vertebral de Diego Pablo SImeone, el Atlético de Madrid se sacudió la presión de marcar el primer gol del partido a los quince minutos de juego. Con la ventaja en el marcador, los rojiblancos jugaron con mucha más comodidad y con la relajación de verse con medio trabajo ya hecho. Se echó hacia delante el Villarreal para crear peligro pero la colocación de todas las líneas del Atlético, en la quetodos defienden en bloque a excepción de un Villa que se desfonda en la presión de la salida de balón, hacia inútil las llegadas por los costados del equipo de Marcelino.

Tiago como solución

El Atlético de Madrid invitó en la segunda parte al Villarreal a empatar el partido. Caracterizado por un bajo ritmo de juego, ‘el Submarino amarillo’ quiso aprovechar el letargo rojiblanco. El centro del campo no sostenía las llegadas de la segunda línea de ataque y Mario Suárez, con las ayudas de Koke, se veía superado por el tándem Bruno Soriano – Tomás Pina. Llegó el Villarreal en un par de ocasiones muy claras pero no acertó a resolver con la prontitud que llevó a cabo el Atlético para tapar los disparos de su rival.

Desde la zona técnica SImeone divisaba un panorama que no le gustaba. El equipo se partía y el único recurso para deshacer el embotellamiento era el pase en largo en búsqueda de David Villa, generoso en el esfuerzo y el trabajo colectivo, pero muy desatinado de cara a deshacerse del pegajoso marcaje de Gabriel, que secó al asturiano en todo momento. Rápidamente, el técnico argentino movió el banquillo en búsqueda de una mejora y retiró a Cebolla Rodríguez para dar entrada a Tiago, con el fin de manejar los tiempos del partido y tapar los agujeros en el centro del campo. 

El conformismo hizo pasar riesgos innecesarios al Atlético, que se encontró a un Villarreal que dio más problemas de los que mereció

El Villarreal achuchó con fuerza en busca del empate. El Atlético de Madrid le dio suficientes argumentos para creerse que podía igualar en el marcador. El conformismo del resultado aculó al equipo de Diego Pablo Simeone. Triangulaba con facilidad el Villarreal y se plantaba en el área, donde se le apagaba la luz por la acumulación de hombres rojiblancos. Perbet estuvo cerca de limpiar las telarañas de Courtois con un disparo colocado con el interior a la escuadra, pero su balón se marchó por encima por pocos metros.

Quien sí dejó sensaciones positivas fue Adrián. En su regreso al Vicente Calderón, tras cinco partidos fuera de la convocatoria del primer equipo, el asturiano dio muestras de su recuperación. O de su enésima resurrección, según se mire. Se acostó a una banda para recibir los pelotazos de la defensa y combinó en un par de ocasiones con Raúl García para que el navarro probara fortuna con Sergio Asenjo. No fue el Adrián de la primera temporada, pero su juego invita al optimismo en la recta final de la temporada. 

Con los tres puntos sumados contra el Villarreal, el Atlético de Madrid no solo no se baja de la pelea por el título de la Liga, sino que se afianza en el liderazgo con más fuerza jornada tras jornada. Cada semana que pasa, los aficionados colchoneros encuentran una razón más para creer que este año sí es posible, que esta es la temporada que volverán a ver a Diego Pablo Simeone, con traje negro y corbata anudada a la garganta esta vez, celebrar los éxitos rojiblancos a los pies del dios Neptuno. En los fondos de las gradas del Calderón ya suena, con más fuerza que nunca, aquel cántico que recuerda la gesta del ‘96’.