El Atlético de Madrid dio un paso de gigante esta tarde de cara a coronarse campeón de la Liga BBVA. Los del 'cholo' se adelantaron en el marcador gracias a un regalo de Guaita y Mathieu aprovechado por Raúl García en la primera mitad y guardaron como un tesoro esa ventaja, mínima pero valiosa siempre que se alcance el pitido final con ella.
La primera mitad apenas tuvo ritmo. Inmersos ambos equipos en eliminatorias de KO, los chés pensando en remontar ante el Sevilla y los colchoneros tratando de dejar al Chelsea a las puertas de la final, pesaron más las reservas a encajar un tanto, como si el encuentro fuera a caer irremisiblemente del lado de quien anotase primero. Y en esa igualdad, en las que apenas lo intentaron Alcácer y Villa con sendos disparos desde fuera del área, el Valencia cogió ligeramente el mando, obligado por estar en casa y consentido por un equipo, el de Simeone, cómodo a la expectativa como el perro que no tira del collar durante su paseo.
El Valencia apenas tuvo diez minutos de valentía en el primer acto
Conforme el reloj se iba consumiendo, la efervescencia inicial de los de Mestalla fue yendo a menos y el Atleti no quería meter, de momento, ni una marcha más. Brillaban las medulares pero solo en la tarea que se presume más sencilla, la de la destrucción, y no la de la construcción, lo que devolvía al espectador un partido plano sin llegadas. Tanto que hubo que esperar hasta el minuto 35 para ver cómo Koke llevaba el susto a la hinchada ché tras un remate algo después de una tremenda porfía de Diego Costa.
Parecía la ocasión del canterano colchonero un oasis en un desierto de aburrimiento y todo apuntaba a que tocaría irse a vestuarios con el resultado inicial. Pero a menos de cinco minutos del descanso el Atlético, que como jugador de póquer no tendría precio, hizo que el Valencia cayera en su trampa. Durmió el encuentro y asestó el golpe, del que se encargó un futbolista en el mejor momento de su carrera. Raúl García encontró esta tarde dominical el gol que tanto buscó sin premio el miércoles, ayudado por una defensa con menos altura y más bisoñez, y un portero al que en su excursión solo le faltó la cantimplora. 0-1 y el partido en el escenario perfecto para los de Simeone, que no entienden de ventajas parciales, aprovechando todos los regalos que le quieran hacer pero no dando a cambio ni la hora.
Cambio de papeles... muy momentáneo
En el segundo acto el comienzo fue opuesto al de los cuarenta y cinco minutos previos. El Atlético de Madrid, pese a disponer ya del tanto de ventaja, sorprendió saliendo a morder, como ya hiciera en el Camp Nou o en el propio Vicente Calderón en la vuelta del duelo contra los culés. Fueron pocos minutos, pero los suficientes como para merecer la sentencia. La tuvo Gabi, que disparó fuera, y por dos veces Diego Costa, detenido en la primera por el árbitro, mal asistido por su linier, y en la segunda a medias por Guaita, que aguantó rodilla en suelo como si fuese nacido en la misma Argentina, y por su falta de decisión dudando si definir en el mano a mano o esperar a la llegada de Villa. Mal. Aquí no hay tiempo para pensar.
Pronto se sacudió el miedo del cuerpo el Valencia, agradeciendo seguir vivo en el partido, y respondió al milagro que era no haber encajado el segundo agarrando el toro por los cuernos. Se olvidó de Europa y del Sevilla, y escogió como mejor argumento para que la hinchada no le falle el jueves entregarle hoy todo lo que tenía. Con estas se fue arriba, y empezó a embotellar al Atlético de Madrid en torno a su portería. Sin embargo, todos sus acercamientos eran poco más que una mala broma. La clasificación histórica aún le sitúa tercero por encima de su hoy rival, pero cualquier parecido de esa tabla con la realidad actual es mera coincidencia.
Arda no consiguió dar la pausa buscada ante un Valencia con mucho coraje pero poco fútbol
La reacción de Simeone no se hizo esperar y fue correcta en la pizarra, en la libreta o donde quiera que la dibujase, buscando sumar minutos con el balón dando entrada a Arda Turan por Villa, primero, y a Sosa por Raúl García, después. Pero en el verde nada salió así, aunque tampoco importó. Sosa se entrega por defecto y al turco, metamorfoseado por el 'cholo', ya no solo no se le caen los anillos por cambiar la chistera por el casco de peón sino que hasta parece empezar a gustarle revolverse en el fango. Fango del que no salían los locales, que acumulaban llegadas sin despertar siquiera el "huy", siendo una volea cruzada tras un barullo de Feghouli, balón de oro de África en 2012 (¿?), la ocasión más peligrosa.
En los minutos finales, cuando más debía apretar el conjunto ché, más fuerte se hizo el Atleti. Más junto, pero sin necesidad de llegar de instalar el autobús porque el Valencia disparaba con balas de fogueo y ya ni eso, consiguió algo de posesión mercer al superlativo Arda, y nuevamente vio cómo Diego Costa perdonaba, víctima de una mano salvadora de Guaita cuando ya estaba en el suelo. Un Guaita al que, pese a que evitó la sentencia, nadie recordará hoy por sus paradas del segundo acto y sí por el regalo.
El único momento de verdadero susto para los habitualmente rojiblancos, hoy con la equipación amarilla y azul, vino tras una pérdida y una salida al contragolpe de Piatti, que empezó a regatear a todo quien salió a su paso, hasta que llegó Juanfran Torres. Tan inteligente como duro, no tuvo otra que ir al suelo para detener al menudo futbolista argentino, viendo una tarjeta roja que no le importó lo más mínimo y sirvió para abortar la última del Valencia, que vio consumir el tiempo añadido entre imprecisiones y con la salida testimonial de Alderweireld por Sosa, curiosamente sustituto y sustituido en acto de servicio.
Finalmente se alcanzó el minuto 90, sin que Undiano dejase consumirse el tiempo de descuento cuando en este se produjo la citada falta y el posterior cambio perdiéndose mucho más de un minuto, si bien el Valencia podría haber estado jugando horas sin superar al 'zamora', Thibaut Courtois. Así, el Atlético de Madrid solventó su envite más complicado atendiendo a la tabla clasificatoria antes de la visita al Camp Nou, manteniendo así su margen de error y la posiblidad de proclamarse campeón liguero ante los suyos en la visita del Málaga.