Una de las principales causas que explican el presente éxito del Atlético de Madrid, tanto en Liga como en Champions League, radica en su solidez defensiva. Hay diversos parámetros para medirla, pero sólo uno que no engaña, que es el que es y es imposible rebatirlo se mire por donde se mire. El club rojiblanco ha dejado su portería a cero en 29 partidos esta campaña, igualando su mejor registro de siempre, cosechado la pasada temporada. 

Un compendio de factores se han de aunar para alcanzar tal proeza. En el caso del Atlético de Madrid dichos factores son innumerables, y todos ellos de similar importancia. Obviamente, la actuación puntual de Courtois o de la zaga resulta más decisiva para que se produzca esta situación, pero Simeone es consciente de que sin el trabajo de los atacantes y, fundamentalmente, de los centrocampistas, el meta belga y su defensa serían incapaces de mantener la portería a cero durante tal cantidad de encuentros. 

Cada pieza del engranaje (la alineación) influye directamente en el comportamiento global del equipo. Uno, dos o tres cambios de piezas repercuten en los automatismos creados por Simeone. Consciente de ello, el técnico argentino realiza los cambios a sabiendas de que dichas variaciones incidirán tanto a la hora de defender y resguardarse como a la hora de crear, elaborar y atacar. Quizás por ese lado sea más sencillo explicar el éxito del Atlético de Madrid: sin una delantera que presione es imposible defender, y sin unos laterales que descongestionen el juego es imposible generar ocasiones de gol. El conjunto, como valor máximo. "Drogba ataca y defiende, con él podría ir a la guerra", dijo en una ocasión José Mourinho. La frase es extrapolable a cada jugador que compone la plantilla del Atlético de Madrid.

Desde que se sortearon los octavos de final de la Liga de Campeones y hasta el final del partido ante el Chelsea del pasado martes, el Atlético de Madrid ha recibido dos goles en cinco partidos. El Chelsea de Mourinho, su rival este miércoles (20:45, Canal + Liga de Campeones), tildado a menudo de ultradefensivo, ha encajado cuatro goles en el mismo número de choques. Los otros semifinalistas, Bayern de Munich y Real Madrid, antes del encuentro del flamante Allianz Arena, fueron batidos en cuatro ocasiones. El Atlético de Madrid alcanzaría una hipotética final siendo la escuadra menos goleada en las eliminatorias del KO. 

Simeone es un experto en la gestión de eliminatorias 

Diego Pablo Simeone siempre las gestionó bien. Por primera vez desde que es entrenador del Atlético de Madrid tiene en su mano conquistar el campeonato doméstico, aquel que mide la regularidad y la fuerza de un equipo a largo plazo. En los torneos cuyo formato premia el comportamiento de un club a lo largo de 180 minutos, siempre obtuvo éxito. Lo hizo en 2012, levantando la UEFA Europa League en Bucarest ante el Athletic Club; y lo hizo en 2013, derrotando al Real Madrid en su estadio en la final de la Copa del Rey tras superar cuatro rondas previas, un total de ocho partidos. Sólo ante el Rubin Kazan, la pasada temporada, fracasó. 

Salvando las distancias, Simeone ha tomado el relevo de un papel que José Mourinho ejerció hace más de una década, cuando dirigía al Oporto y, posterioremente, al Chelsea en su primera etapa. Esas similitudes son positivas. Frustran al rival, lo anulan hasta conseguir que desaparezca como una mota de polvo en el aire. A algunos les gusta y a otros, los más puristas, los que abogan por un fútbol donde sólo es lícita la posesión del balón, no les agrada. En ocasiones, cuando la calidad en ataque escasea, cuando en el banquillo no se advierten soluciones, se puede -y se debe- intentar triunfar desde la solidez defensiva. Nunca en su historia el Atlético de Madrid había dejado su portería a cero en 29 partidos. Ahora lleva dos temporadas consecutivas alcanzando ese registro. 

Si el Atlético de Madrid no encaja ningún gol en Stamford Bridge, la clasificación para la final de Lisboa estaría a tiro de piedra: solamente una eventual tanda de penaltis la frustaría. Contra el Milan, en San Siro -octavos de final, ida-, marcó; contra el Barcelona, en el Camp Nou -cuartos de final, ida-, marcó. Además, marcó en todos los partidos de la fase de grupos. Al otro lado del tablero de ajedrez, el rocoso Chelsea también posee argumentos numéricos: ningún tanto recibido en su estadio durante los octavos de final y los cuartos. 

Difícil imaginar un desenlace para la batalla nocturna de Londres. Los datos inclican la balanza a favor del Atlético de Madrid, que buscará una nueva final 40 años después. Los precedentes y las estadísticas sirven para contextualizar, no más. El resto, lo ponen los jugadores y los entrenadores, auténticos arquitectos del juego y creadores de planes maquiavélicos. Sobrada inteligencia aglutinada en dos brillantes mentes. Y el público, como en el anfiteatro de un bullicioso teatro, dispuesto a disrutar. La suerte está hechada y el billete a Lisboa, en el aire.