Las lágrimas de Tiago en el césped del Camp Nou eran una prueba exquisita de lo que el Atlético de Madrid acababa de lograr. El abrazo entre Gabi y Koke, sin saber quién estaba consolando a quién, parecía no tener fin; como si se estuviesen aferrando a un sueño tan profundo que les impedía ver que ya todo era realidad. Simeone y Germán 'Mono' Burgos celebraban en la banda una Liga en la que ellos habían creído desde el principio. En casa del Barça, la fiesta era rojiblanca.

Todo en contra

En Madrid todo el mundo se preguntaba una y otra vez cómo explicaría Simeone a sus hombres que no se merecían todo lo que les estaba ocurriendo aquella tarde de mayo en el Camp Nou. Pero ha sido el Cholo quien desde su llegada ha creído en este equipo y no podía ser otro que no fuese el viejo '14' rojiblanco quien diera a sus hombres la confianza que necesitaban para imponerse a las adversidades que un ya lejano Tata Martino estaba provocando.

Parecía que el Barça tenía tanta obligación de ganar la Liga que nadie creía en un Atleti capaz de superar cualquier adversidad

Simeone no tenía dudas y en la rueda de prensa posterior al empate ante el Málaga ya avisó. "Nadie creerá en nosotros", dijo respecto a la final que se disputaría una semana después en la Ciudad Condal. Parecía que el fútbol iba a olvidarse del histórico pupas del fútbol español, una vez más. Parecía que el Barça tenía tanta obligación en salvar la temporada con un título que la España futbolera creía más en un avión blaugrana, cuya campaña se había caracterizado por turbulencias semana sí y semana también, que en un avión rojiblanco que había superado todas las tormentas que le sorprendían cuando más cerca parecía encontrase de su destino.

Pero en Barcelona apareció el creer del guerrero más importante del Atleti: el creer de Diego Pablo Simeone. El Atleti volvió a la senda del gol. Ese gol que Simeone vaticinó en el vestuario mientras sus guerreros parecían no entender estar viviendo tanta injusticia en sus carnes: "Yo confío en que van a hacer un gol. Estén tranquilos y sigan jugando como hasta ahora un poco más". El cabezazo de Godín bañó de oro rojiblanco un partido en tierra de nadie y con él se conquistó la décima Liga del Manzanares, la Liga del creer.

El avión había llegado a su destino. La Liga no se quedaba en Barcelona; volvía a Madrid, a Neptuno.

Toca Lisboa

A pesar de que el partido no ha comenzado, el Atlético de Madrid vuelve a tener esa sensación de que es el contrario quien está más cerca de la Décima que ellos de la primera. Vuelven a tener en su mente ese "nadie creerá en nosotros" que Diego Simeone reconoció hace dos semanas. El nerviosismo comienza a vibrar en las calles rojiblancas de Madrid, igual que se iniciaba esta vibración una semana atrás. Nervios sí, pero como en Barcelona, con "creer" cholista capaz de superar cualquier obstáculo blaugrana o merengue.

Con un juego de favoritismo en el que ninguno de los dos clubes madrileños quiere ganar, Simeone se mantiene en la serenidad que ha custodiado desde su llegada. Esa tranquilidad que fue capaz de transmitir a sus once guerreros en el vestuario del Camp Nou, cuando los nervios no se asemejaban a los que Madrid rojiblanca siente. Esa calma que Simeone ha buscado durante toda la semana en Los Ángeles de San Rafael. Esa confianza que brotó como nunca en Barcelona y que el míster bonaerense quiere verla de nuevo en Lisboa. Esa serenidad, tranquilidad y calma que da esa esperanza a sus hombres en los momentos más cruciales tiene un nuevo objetivo y viaja hasta Portugal para lograrlo.

Trabajo y creencia por bandera han hecho de este Atleti un Atleti campeón. Como en Barcelona, Simeone mantiene su serenidad. Como en Barcelona, la creencia se lleva por bandera.

La fiesta en Neptuno sirvió para no solo celebrar una Liga de sufrimiento, sino para preparar el corazón de destellos rojos y blancos a los más de 200.000 atléticos que se agolpaban por las calles de Madrid. El capitán Gabi, antes de ataviar al dios Neptuno con bufandas y banderas rojiblancas, mandó un mensaje a la afición: “Esto acaba de empezar; lo mejor todavía está por venir”. En efecto, como les ha enseñado el técnico argentino, a pesar de la magnífica celebración que estaban viviendo, el capitán ya tenía en mente el siguiente partido, la final de Lisboa, y qué mejor momento de hacer un llamamiento a la afición tan solo 24 horas después de coronarse campeones.

El partido a partido de Simeone ha calado tanto en sus hombres que las declaraciones de estos prima esta filosofía. Tras el pitido final, Simeone quiso acercarse a Arda Turan para preguntarle por su estado. Cuando el turco le estaba explicando a su míster cómo se encontraba, la reacción del Cholo se tiño de final a final: "Entonces el sábado juegas", espetó con una sonrisa al otomano, para después fundirse en un gran abrazo.

Porque Simeone es así. Acababan de ganar una Liga tras 18 años sin lograrla y en su cabeza estaba el recuperar a Arda y a Costa para otra final. Trabajo y creencia por bandera han hecho de este Atleti un Atleti campeón. Como en Barcelona, Lisboa espera. Como en Barcelona, Simeone mantiene su serenidad. Como en Barcelona, la creencia se lleva por bandera.