Sobresaliente. No puede calificarse con otra nota la temporada de un Atlético de Madrid que ha terminado haciéndose con el entorchado liguero en el mismo escenario en el que avisó en los últimos coletazos del pasado verano de que quería hacerse grande: el Camp Nou.

En Les Corts dieron el primer puñetazo sobre la mesa los colchoneros, que pese a salir derrotados en su lucha por alzar la Supercopa de España por el valor doble de los goles marcados en campo contrario (1-1 en la ida, 0-0 en la revancha) fueron vencedores morales.

En el Vicente Calderón los de Simeone impusieron durante gran parte del encuentro su ley. Bien pertrechados atrás sin dar resquicio alguno a los culés, pronto les castigaron con su gol soberano tanto en la ejecución como en el ejecutor. Una contra de manual terminó con el balón volando al área donde apareció Villa. El Guaje, en su estreno con la rojiblanca y ante su último exequipo, conectó una volea imposible para adelantar a los suyos. Rabia en la celebración de un Villa que tardó menos que nada en contagiarse del cholismo.

El Atleti tenía la manija del envite, pero terminaría yéndose a la ducha con un mísero botín fruto de las individualidades culés. Víctor Valdés echó el cerrojo en su meta para frenar el asedio indio, y mediada la segunda mitad Neymar devolvió la igualdad al luminoso aprovechando un fallo de Juanfran, el único de todo el partido -guion posteriormente repetida en Barcelona y en la Champions League con los mismos protagonistas, esta vez a ras de césped-.

Solo Víctor Valdés impidió que el Atleti empezase agosto alzándose con la Supercopa

En la vuelta, fruto de la desventaja, el cuadro de Simeone fue a por el partido. Aprovechando que el FC Barcelona se encontraba en pleno mar de dudas fruto del nuevo estilo que intentaba implantar Gerardo Martino, optando por mayor verticalidad, no importó el escenario. El Atleti se hizo dueño y señor del encuentro y fue de menos a más, terminando con un soberano repaso en la segunda mitad. El baño en el verde no se tradujo en el luminoso, culpa de nuevo de Víctor Valdés. El meta culé fue, en su última temporada como blaugrana, el héroe de los suyos en el a la postre único título del año. Arda o Villa fueron quienes más veces se toparon con la oposición del de Hospitalet de Llobregat, que mantuvo las tablas.

Pese al marcador final que daba la victoria merced al valor del gol de Neymar en territorio comanche a los barcelonistas, el Atleti no abandonó con el gesto torcido la ciudad condal. Las sensaciones eran más que positivas, toda vez que se había plantado cara al considerado como mejor equipo, sino de Europa tras la reciente hegemonía bávara, sí al menos del fútbol nacional. Dos empates que serían a la larga el inicio de un año de éxitos.

Un inicio a todo trapo

El Atleti empezó la campaña liguera en clara consonancia con lo acontecido al otro extremo del puente aéreo. Pese a que ya la primera jornada traía consigo un durísmo envite ante el siempre complicado Sevilla, los rojiblancos se impusieron a domicilio por 1-3, golazo del 'Cebolla' mediante. Las posteriores goleadas a Rayo Vallecano (5-0) y Almería (4-2) empezaron a desatar, unidas a otra convicente victoria a domicilio (1-2 en Anoeta), la euforia entre los seguidores rojiblancos.

Euforia esta que jamás llegó a la plantilla, protegida por un cuerpo técnico fiel durante todo el año a la máxima popularizada durante las primeras fases: "partido a partido". Ni siquiera cuando en la jornada séptima el equipo demostraba estar capacitado para todo al derrotar por la mínima al Real Madrid en el Bernabéu, apenas tres meses y medio después de haber hecho lo propio en la Copa del Rey. Con más suficiencia si cabe en esta ocasión, los de Simeone asían el coliderato derrotando a su eterno rival. Golpe de efecto que no varió la rutina de Simeone y los suyos. "Esta Liga es dos, es aburrida", sentenciaba el argentino.

Tras ocho jornadas sumando de tres en tres llegó el primer tropiezo. Otra vez Barcelona se cruzaba en el camino del Atlético de Madrid, en esta ocasión en el campo del Espanyol, donde un desafortunado gol en propia meta de Thibaut Courtois devolvió al cuadro colchonero a la dura realidad. "No podemos competir con Barcelona y Real Madrid", decían.

Courtois cometió en Cornellá-El Part uno de sus contados errores. (Foto: Mundo Deportivo).

Pero no se rompió en Cornellá tampoco la inercia positiva. Las siguientes jornadas volvieron a contarse en su totalidad, y hasta la décimo octava fecha del calendario, por victorias, salvo un más que comprensible empate a un tanto en el feudo de uno de los mejores conjuntos de la categoría: el Villarreal. Único tachón antes de la visita del FC Barcelona que cerraba la primera mitad de Liga. Un duelo donde muchísimo más miedo que fútbol, lo que provocó un triste empate sin goles y casi sin ocasiones de ello. Concluía así la primera vuelta con los rojiblancos muchísimo más arriba de lo esperado hasta por el más optimista: 50 puntos de 57 posibles, empatados en lo más alto de la tabla con los culés; 47 goles a favor y solo 11 en contra.

Hasta el ecuador liguero, Diego Costa se encumbró como líder del equipo. El brasileño se salió literalmente de la tabla con y dejó en un segundo plano al fichaje rutilante del verano: David Villa. 19 goles hizo el de Lagarto, vital para sostener las aspiraciones de los suyos. Aspiraciones sustentadas también en una defensa inexpugnable que la afición ya recitaba de carrerilla. Juanfran, Miranda, Godín y Filipe Luis, tan compenetrados como inexpugnables, ponían el Zamora en manos de Courtois ya en el parón invernal, premio que no se le escaparía al meta belga.

Costa, con sus inseparables guantes, celebra un tanto en el Vicente Calderón. (Foto: Jaime del Campo - VAVEL).

En la medular, Mario Suárez fue el hombre más destacado. Con Tiago más parado y aquejado de problemas físicos en diversas fases de la temporada, el canterano se hizo dueño y señor del pivote defensivo, desde el que firmó soberanas actuaciones que le llevaron incluso a la selección absoluta. Allí coincidió con Koke, que confirmó las expectativas de años anteriores y demostró su calidad y su compromiso, genio al balón parado y rey mago del gol, el cual regaló por arrobas.

Pese a que nadie quería hablar de nada que significase escapar del corto plazo ni poder pelear por llevarse la Liga, el 'Cholo' era consciente en su fuero interno de que la situación no se podía desperdiciar. Por ello, se empeñó en reforzar su plantilla. Dio salida a futbolistas sin minutos y con una acuciante necesidad de ellos como Joshua Guilavogui -cedido al Saint-Étienne- y Óliver Torres -al Villarreal- para traer en sus lugares a dos veteranos como Diego Ribas y José Sosa. El primero, con pasado colchonero, no ofrecía dudas. El segundo venía con el aval de su entrenador, al mandato de quien levantó una Liga con Estudiantes de La Plata como maestro de la pelota parada.

La dificultad de repetir

Conscientes de la magnitud de lo que habían hecho y con los pies en la tierra, los atléticos sabían de la complicación de conseguir una segunda vuelta del nivel de la primera, pero también creían entonces que esa era la única manera de aguantar al rebufo del Barcelona, que tropezaba lo mismo o menos. Así, el Sevilla se lo dejó claro en la primera jornada de las revanchas, sacando un punto del Calderón.

Enseguida empezarían además a plagarse de partidos las semanas, vivos los colchoneros también en Copa del Rey y Champions. Sin embargo, nada afectó. El famoso "ya caerán" de muchos periodistas y opinadores que veían al Atlético un rival eventual que no aguantaría el ritmo del citado Barça y del tapado Real Madrid fue perdiendo decibelios conforme las victorias acallaban tales opiniones. Cada vez costaba más y se perdían más puntos de los debidos, pero tampoco sus rivales consiguieron distanciarse. Todo lo contrario, pues el 4-0 en casa ponía al Atleti líder en la jornada 22, privilegio que desperdiciaría a la siguiente semana en Almería (2-0).

La gestión del Cholo, perfecta, se extendía del vestuario a la sala de prensa, donde jamás se salió de la línea marcada

Tras la caída en tierras andaluzas el cuadro del cholo cayó hasta el tercer puesto, pero no perdió la fe. Siguió demostrando su candidatura al título en el campo, dejando los sueños para el vestuario y escondiéndolos en rueda de prensa. "No podemos pelear por la Liga", engañaba un Simeone que jamás quiso poner un gramo de presión sobre los suyos ante los micrófonos. "Cuando queden cinco fechas hablamos", se limitaba a comentar, aparentemente incrédulo al respecto de las opciones de sus pupilos.

El Real Madrid volvió a aparecer en el ecuador de la vuelta para calibrar el auténtico nivel de un Atleti que respondió. No se dejó eliminar por la reciente eliminatoria copera perdida ante los merengues (5-0 en el global) ni por empezar por detrás en el marcador. Con casta, dio la vuelta a un partido que se le hizo demasiado largo (2-2 final) pero en el que nuevamente dio la cara cuando pensaban que se la iban a partir. Salió del Calderón la plantilla consciente de que, ahora sí, podía, y tres semanas escasas tardó en encaramarse a lo más alto de la tabla. Tres victorias con escaso margen (1-0 al Espanyol, 0-2 en feudo bético y 1-0 al Granada), aderezadas todas con goles de un Diego Costa más irregular pero igual de decisivo en este tramo, fueron la causa.

Más difícil, mejor

El Atleti afrontaba ocho jornadas a vida o muerte, donde apenas tenía margen de error y sí un calendario trazado por su peor enemigo. Dio igual. Nuevamente Costa selló en San Mamés la victoria en el desplazamiento más complicado que quedaba, insuflando aire para otros escollos. El juego era menos fluido de lo debido, pero los resultados acompañaban por inercia... y por el balón parado. Así se cargó Raúl García al Villarreal (1-0) antes de que Costa se dejase la pierna para sentenciar lo que empezó desde la pizarra Simeone y ejecutó en el verde Godín ante el Getafe (0-2).

Momento del tanto de Raúl García en casa ante el Villarreal. (Foto: Luis Tejo - VAVEL).

Envidioso del uruguayo, Miranda ganó portadas a la semana siguiente haciendo de killer ante el Elche. Y repitió Raúl García en Valencia, siempre con el factor común de la estrategia como medio de subsistencia. Porque el Atleti, algo flojo en lo físico y mucho más aún en lo mágico y lo técnico, subsistía como podía, pero lo hacía. Y así, saboreaba mejor cada triunfo por lo sufrido de los mismos.

Más fácil... peor

Se le había puesto ya de cara la Liga al Atleti. Tanto que Simeone iba ahora "final a final". Algo había tenido que pasar para que el míster cambiase, por milimétrica que fuese la variación, la frase que le condujo a tal situación. Empezaban las calculadoras a echar humo conforme Real Madrid y Barcelona flaqueban inesperadamente, lo que magnificó las opciones rojiblancas. Tanto fue así que una victoria en campo del Levante era medio título... y acabó en caos. Derrota por 2-0, inmerecida y, además, con el regusto de la oportunidad desperdiciada. Habían pinchado Real Madrid y Barcelona, en sus casas, con sendos empates a dos tantos ante Valencia y Elche respectivamente, pero de nada valió.

El segundo match-ball, en casa. El Barcelona, jugando al tiempo, no superaba el empate sin goles en Elche y daba al Atleti la opción de ganar para hacerse con el título, pero no pudo ser. Un error de alevín de Alderweireld llamó a la leyenda del 'pupas' y, en el descuento, Willy Caballero volvió a mentar a la dicha con una mano de otro planeta a disparo de Adrián a la escuadra.

Tocaba así el más difícil todavia: ganar el título en el Camp Nou. Valía el empate, pero tanta ocasión perdida no despertaba ilusiones. La semana se hizo larguísima para una parroquia dividida entre las estadísticas -el Barcelona no había vencido ninguno de los cinco duelos previos de la temporada- y las sensaciones, así como la confianza que hay siempre en el equipo ganador, por mucho que fallara como el culé.

El día D, el Atleti demostró desde el primer minuto que era su tarde. No dejó respirar apenas al FC Barcelona y, como en San Mamés o Stanford Bridge, hizo añicos el injusto sambenito de conjunto defensivo que tiene. Pese a empezar por detrás, mantuvo la calma y en la segunda parte acuchilló. Godín, quién si no, hizo el empate. A balón parado, cómo si no, llegaba media Liga. La otra mitad la puso un trabajo colectivo para el que la palabra impecable se queda corta, que tuvo al Barcelona en su propio campo entregado a su suerte y dominado por un Atleti que siempre tuvo el partido donde quiso.

Los jugadores celebran el gol de Godín. (Foto: David Muñoz - VAVEL).

Así llegaba la décima Liga rojiblanca, primera en un período de sequía de dieciocho años. Más de tres lustros sin título en la competición doméstica para lograrlo con los mejores guarismos posibles en cuanto a puntos (90), goles a favor (77) y tantos encajados (26 y Zamora para Courtois). Una temporada cerrada en el mismo escenario donde en el mes de agosto amenazó con dinamitarlo todo. Una Liga que no ha de cerrar solamente ese círculo, sino abrir uno nuevo plagado de éxitos.

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Sobre el autor
Manuel F. Cartón
Diplomado en Ciencias Empresariales sobre el papel, pero periodista de vocación. Soy redactor de tenis y de la sección de fútbol del Real Sporting de Gijón.