Una vez más, los aficionados del Atlético de Madrid vuelven a vivir su particular verano de despedidas. La historia de la compra y venta de jugadores en el Manzanares nació hace muchos años, pero en los últimos 7 la situación se ha intensificado a raíz de los éxitos cosechados. Por motivos tan dispares como jugadores han ido pasando por el vestuario rojiblanco, prácticamente un estandarte del equipo ha sido vendido a otro club cada verano.

Para entender esta situación hace falta retroceder hasta finales de los años 90, cuando el Atlético de Madrid fue intervenido judicialmente. Desde entonces el club ha arrastrado una deuda que llegó a alcanzar los 782 millones de euros, según la asociación Señales de Humo. Esta situación es la que se ha venido empleando durante tantos años para exponer que lo mejor para el Atlético era vender a sus estrellas para subsistir. Aquello de ‘si no entramos en la Champions, tendremos que vender a…’ se convirtió en un padrenuestro que los dirigentes del club repitieron hasta la extenuación, lo que les permitió que el mensaje calase en algunos de los aficionados. Aquella excusa pudo ser hasta verdad, seguramente. Pero no exime de culpa a quienes llevaron a la entidad a tal situación.

“El Atlético te comprende y te deja partir”, con estas palabras despedía Enrique Cerezo a Fernando Torres el día del adiós del delantero a la que fue su casa durante tantos años. Como si su venta se debiera a una exigencia del jugador y desde el club no hubiese la intención de desprenderse de él. Por aquel entonces ya estaba Agüero en la plantilla, cuya marcha fue mucho más traumática en lo que se refiere a las formas del argentino. Tampoco hubo problema en que se marchase. También estaba Maxi Rodríguez, cuya venta en mitad de temporada sorprendió a propios y extraños. Pero otra vez, según el presidente, el máximo responsable del adiós era el futbolista: “Después de un tiempo (los futbolistas) pueden tomar la decisión de marcharse a otro lugar”.

Forlán, Reyes o Simao también se marcharon. Alguno de ellos, como el uruguayo, fue traspasado sin que el club percibiera un solo euro, pues los 5 millones del traspaso permitieron liquidar la deuda con el futbolista. También ha habido sitio para los canteranos en esta historia. David De Gea y Álvaro Domínguez abandonaron el Vicente Calderón en cuanto la oferta propuesta fue lo suficientemente jugosa.

Los fondos de inversión

Por si no hubiera suficiente con el afán recaudatorio de los dirigentes rojiblancos, un nuevo personaje entró a escena hace unos veranos: los fondos de inversión. Estos nuevos entes suponen a priori una ayuda para los clubes en el sentido de que financian una parte o el total del traspaso de un jugador. Sin embargo, para que los fondos de inversión logren obtener alguna rentabilidad, deberá producirse un nuevo traspaso por un precio mayor del invertido antes de que el futbolista acabe contrato con el club inicial.

Al Atlético le faltó tiempo para subirse al carro. Y de ahí nacen las dos últimas grandes ventas. La primera fue Radamel Falcao, cuyo traspaso ni siquiera supuso beneficio alguno al ser traspasado por lo que costó (se desconoce qué tipo de rentabilidad económica obtuvo el Atlético).

Este verano ha sido el turno de Diego Costa, por el que el Chelsea ha pagado 38 millones de euros, de los cuales sólo terminarán en las arcas rojiblancas unos 19.

Casos anteriores

Como se ha mencionado anteriormente, la compra y venta de jugadores como si de cromos se tratase ha sido la costumbre habitual en el Atlético desde la llegada de Jesús Gil a la presidencia del club. Y aunque la situación deportiva por aquel entonces no puede ser comparable con la actual, conviene recordar el adiós de futbolistas como Alemao, Arteche, Futre, Simeone, Vieri, Hasselbaink, Juninho, Kiko… Todos ellos dejaron un poso imborrable en el recuerdo de los aficionados, pero desde que el club se convirtió en Sociedad Anónima Deportiva de manera ilegal, poco importa lo que los socios digan u opinen.