Con solo 13 años, Antoine Griezmann tenía el sueño de vestir la elástica del Olympique de Lyon. Lo intentó ingresando en la Academia de Formación del conjunto “lyonnais”, pero los scouters no lo admitieron alegando que para su edad no era lo suficientemente alto como para ser futbolista profesional. Lo intentó también en otros equipos, como Sochaux, Auxerre, Metz o Montpellier, pero la puerta en Francia seguía cerrada por su tamaño. En un torneo veraniego organizado por el Paris Saint Germain, Eric Olhats, exojeador de la Real Sociedad, quedó deslumbrado por su velocidad y desparpajo. Tenía las cualidades suficientes como para triunfar a España.

Griezmann no se esconde: provocó el penalti del ascenso a Primera, marcó el gol que les clasificó en Liga para la Champions y se vengó del Lyon con un gol de chilena para acceder a la fase de grupos

A la Real Sociedad no le importó en absoluto su estatura. Tampoco su carácter. La constante durante el crecimiento de Griezmann en Donosti ha sido una personalidad complicada, caprichosa y excesivamente individualista. Quemaba etapas en su formación en la cantera al mismo tiempo que rompía las reglas de conducta. Incitaba a la rebeldía, se sublevaba a la autoridad y acostumbraba a retar la norma y los códigos que imponía su club. Su fútbol crecía al mismo tiempo que su ego. “Era demasiado joven. No me daba cuenta de lo que decía. Quizá quise ir más rápido de lo que debía, pasar de ser un desconocido a ídolo de la afición”, explicaba el de Maçon en una entrevista concedida a El País, tiempo después de dejarse querer en 2011 por el Atlético de Madrid.

El Griezmann futbolista ha ido dominando con el paso de los años al Griezmann más egoísta, al que no era nada profesional. Quedan muy lejos aquellos tiempos en los que retó a la Federación francesa, cogiendo un taxi para hacer 200 kilómetros y salir de fiesta cuando estaba concentrado con la sub-20. La Federación de su país tomó la decisión de castigarlo con no poder jugar con ningún equipo nacional francés hasta el 31 de diciembre de 2013. La sanción mejoró su comportamiento, hasta tal punto que Deschamps recurrió a él – dejando a Nasri fuera – para llevarlo al Mundial de Brasil (disputó cinco partidos).

Ha pegado el salto

Griezmann ha madurado, ha pegado el estirón en cuanto a su comportamiento y en cuanto su nivel deportivo. Ha aprendido a respetar los códigos internos de la entidad que representa. Su influencia en el juego de la Real Sociedad ha sido determinante en los últimos años. La temporada pasada formó una pareja de ensueño junto a su amigo Carlos Vela, marcando 16 goles en Liga, seis tantos más de los que hizo un año atrás.

El francés ha destacado en Zubieta por ser un jugador que no se esconde. Con la Real Sociedad ha disputado 202 encuentros, en los que ha marcado un total de 53 goles. Su compromiso ha sido máximo y ha sido partícipe de los grandes momentos que el conjunto donostiarra ha vivido en los últimos años, resumidos en tres momentos estelares: provocó el penalti que significó el ascenso a Primera División en 2010; marcó en A Coruña el gol que le valió a la Real Sociedad la clasificación matemática para la Champions League y se vengó del Olympique de Lyon con un gol de chilena que sirvió para acceder a la fase de grupos de la competición europea.