Anda Diego Pablo Simeone enfrascado, dando vueltas y más vueltas, a cómo despejar la incógnita en la transición de Diego Costa a Mario Mandzukic en el juego de su equipo. Es la resolución al misterio de conseguir que el conjunto rojiblanco pueda estirarse tras el repliegue con un jugador, Mandzukic, de unas características muy diferentes a las que dispone el hispanobrasileño. El juego actual del Atlético dista mucho del que se pudo ver la temporada pasada, pero Diego Pablo Simeone siempre saca partido a lo que tiene en la plantilla.

La conclusión es cristalina. El Atlético de Madrid nunca se rinde. Jamás en la historia el club se había embolsando tanto dinero como este verano ha sucedido por la venta de un par de pilares (Diego Costa y Filipe), con complementos incluidos (Villa, Adrián y Courtois, entre otros). Los traspasos han modificado la piel del Atlético campeón de Liga y mientras muda a una nueva no pierde la cara a la batalla. En escenario contrario, con gol en contra a falta de diez minutos, el conjunto rojiblanco echó a volar con un gol de Raúl García en las postrimerías del partido para llevar la vuelta de la Supercopa de España a su propio terreno.

"Nunca nos rendimos", atajó con velocidad el navarro a una pregunta de TVE. No hay capitulación que valga en el vestuario del Atlético de Madrid, ni siquiera con un 4-1 en contra en el marcador durante la final de Lisboa cuando había sido campeón de la Champions League durante 93 minutos. "Cabeza arriba", decía Simeone, tocándose el mentón, levantando la moral de sus jugadores, derruidos tras los goles de Ramos, Bale y Marcelo, y rematados por el penalti de Cristiano Ronaldo.

El argentino levantó un castillo de naipes durante 9 meses y no iba a permitir que se derrumbara por 120 minutos y una leyenda negra que dura 40 años. Llegó a la final de la Champions League con un equipo que costó menos de ochenta millones de euros, lo mismo que ha costado James Rodríguez a Florentino Pérez tras el Mundial de Brasil, esquivando a campeones europeos de anteriores ediciones y tumbando al Chelsea de José Mourinho en Stamford Bridgre tras ir por detrás en el marcador. “Quiero agradecer a las madres de mis jugadores por haberlos parido con unos huevos así de grandes", apostilló el argentino antes de levantarse de la mesa y celebrar con sus jugadores el pase a Lisboa.

La testosterona no es una seña de identidad única en la genética como Diego Pablo Simeone. A masculinidad nadie ganó a Luis Aragonés, capaz de cambiar una Selección de arriba a abajo, cargar estoicamente con las críticas del país y ganar una Eurocopa que España no ganaba desde el año 1964. Cuestión de principios, de valores y de ideas propias. Cuestión de testosterona desarrollada en el madrileño barrio de Hortaleza.

Luis Aragonés ha pasado a la historia por un sinfín de motivos, pero en el Atlético de Madrid siempre será recordado por aquel puñetazo en la pizarra para cargarse cualquier noción táctica. Redujo todo el planteamiento trabajado durante la semana previa a la final de la Copa del Rey de 1992 a una cuestión tan simple como la gallardía. "Hoy solo hay un campeón y va de rojo y blanco. Estoy hasta los huevos de perder con esta gente", vociferó en el vestuario del Bernabéu. Bernd Schuster y Futre, dos machos, plasmaron su carácter en el campo con dos goles que destrozaron una década en la que el Atlético solo había ganado en 9 ocasiones (en un total de 33 encuentros) al enemigo por antonomasia de la ciudad.

No hay trofeo pequeño y sí los hay, como diría un buen amigo, son precisamente los que ganan. Las dos últimas décadas del Atlético de Madrid han estado ensuciadas por fichajes mediocres, deudas con Hacienda, escándalos delictivos públicos y apropiaciones indebidas que han quedado en agua de borrajas. El Atlético de Madrid se ha despreciado con tremenda vileza en los últimos y ha sido la llegada de Diego Pablo Simeone la que ha otorgado estabilidad y ha recuperado el trono del que nunca debió descender. Lo ha conducido al hábito de ganar. El ‘Cholismo’, como lo llaman. O la testosterona en rojo y blanco.