Hay una patología en el interior del cerebro humano que guarda la enfermiza obsesión de coleccionar cosas. Se trata de un instinto humano muy básico y también muy antiguo, que mantiene una estrecha relación con la organización y la obsesión a partes iguales. Se convierte en una pasión duradera, en un estilo de vida. Tengo un amigo de la infancia que su madre vive esta rutina sentimental. Colecciona dedales de todo el mundo. Yo, por ejemplo, guardo una amplia gama de bufandas de diferentes equipos europeos. Simeone, en cambio, tiene la manía de llenar la vitrina de su equipo con títulos y trofeos. Es la locura del coleccionista.

Los que no conocen la historia del Atlético de Madrid se atreven a indicar que los últimos seis años que está viviendo el club son una magnífica racha. Pero están equivocados. Ha necesitado el Atlético de Madrid la llegada de Diego Pablo Simeone al banquillo rojiblanco para entender que los éxitos que está cosechando el club no es una cuestión de azar. Es el lugar que históricamente siempre le ha correspondido a la entidad rojiblanca. El sentido de pertenencia que tanto defiende no son tres palabras para decorar un titular. Es un estilo de vida que hace que la pasión y la entrega por unos colores se traduzcan en ganar un título por temporada. En resumen: convertir la victoria en un hábito.  

Ha necesitado el Atlético la llegada de Simeone para entender que los éxitos que están cosechando es el lugar que históricamente siempre le ha correspondido

Simeone ha entrado por méritos propios en la historia del Atlético de Madrid. No solo por sus características como entrenador, sino por el hecho de que solo él y Luis Aragonés han sido capaces de ganar todos los trofeos nacionales (Liga, Copa del Rey y Supercopa de España) con un mismo equipo. La Supercopa de España que alzó el Atlético de Madrid el pasado viernes en el Vicente Calderón contra el Real Madrid es el quinto título que Simeone y su cuerpo técnico logran como miembros del conjunto rojiblanco.

Lleva, exactamente, dos años y nueve meses y Simeone se ha convertido en un coleccionista de títulos. Siempre defendió que su máxima premisa en el Atlético de Madrid es convertirse en un equipo que moleste a los más poderosos. Y lo está consiguiendo. A los éxitos de la Europa League (contra el Athletic de Bilbao), Supercopa de Europa (contra el Chelsea) y Supercopa de España (contra el Real Madrid), se ha sumado una Copa del Rey contra el Real Madrid en el Santiago Bernabéu y una Liga española de 90 puntos dejando atrás a FC Barcelona y Real Madrid. Un hito después de los diez años que España ha vivido conociendo tan solo a dos equipos que se repartían el título nacional.

El carácter de Simeone le lleva a ser una persona ambiciosa que no se conforma con lo que tiene ni con lo que se ha ganado con mucho sudor. Valora lo conseguido, pero desde un segundo plano ya que considera que los verdaderos protagonistas de estos éxitos son los jugadores que pelean en el césped. No se plantea ningún objetivo más allá del de jugar partido a partido y esperar lo que venga. Pero en un pequeño rinconcito de su corazón está guardada la final de la Champions League contra el Real Madrid que el Atlético perdió en el alargue. El último título que le queda por ganar de todos los que ha dirigido como entrenador. "Hay que curar las heridas, prepararse en el verano, estar cada vez más juntos y el año que viene seguir molestando. Los demás ya saben que el Atlético de Madrid compite”, advirtió en Lisboa.