Al sudeste de Madrid, entre las calles Payaso Fofó, Arroyo del Olivar y Avenida de la Albufera se esconde uno de los barrios de la capital que más ruido concentra una vez cada dos semanas. Cada vez que el ‘Rayito’ juega en Vallecas, ‘Vallekanfield’ afila las gargantas, se anuda la bufanda a la muñeca y tararea “La vida pirata es la vida mejor” mientras los aficionados suben la cuesta de la Albufera. Rafa Navas, el ‘speaker’, jalea antes del pitido inicial para prever a la afición rival. “¡¡Esto es el Rayo, esto es Vallecas!!”, grita para acongojar a todos los asistentes. Bienvenidos al estadio más singular de toda España.

Vallecas es distinta. El Estadio, que antes portaba el nombre de la expresidente Teresa Rivero, es diferente al resto de estadios de la Primera División. Suena siempre a rock independientemente de la hora que sea. Se escucha a Ska-P, se oye el “vamos Rayito” en cada mohosa butaca (fruto del desinterés del Rayo como institución) y se canta “con la botella de ron” en la mano. Tiene banquillos a la vieja usanza, aficionados colgados de los balcones para evitar pagar la entrada, un muro serigrafiado con personas para dar la sensación de ser una grada y la mítica publicidad de Eurocolchón viste los raídos y desgastados cimientos que levantan el Estadio de Vallecas.

La afición es el activo principal con el que cuenta Vallecas, por mucho que la directiva del Rayo Vallecano haya puesto trabas y torpedeado desde los últimos años de Teresa Rivero y el mandato del actual presidente, Martín Presa. La grada se ha rebelado contra todo lo que consideran dañino para la institución. Han pedido la dimisión del presidente, han protestado por los horarios y han pedido mayor transparencia en las cuentas económicas. Vallecas es el Rayo y tienen todo el derecho a pelear lo que haga falta para hacerse escuchar y respetar.

Saúl Ñíguez, actual jugador del Atlético de Madrid, se marchó cedido la pasada temporada al Rayo Vallecano y es uno de esos tantos jugadores que se dejaron enamorar por la mística que crea en el ambiente la afición franjirroja. Pidió consejo a Jorge Pulido y a Diego Costa, que vivieron su “experiencia pirata”. “La gente nos apoya siempre. Hemos pasado momentos muy malos y la afición ha estado siempre ahí. Eso no lo hace cualquier afición y qué menos que morir en el campo por ellos”, recuerda un siempre comprometido Saúl sobre el calor que da Vallecas a todo jugador que honra con sangre y sudor la franja.

Vallecas marcó un antes y un después en el futuro del Rayo Vallecano en Primera División. El equipo de Paco Jémez llegaba al partido en Vallecas contra el Sevilla con un balance de dos victorias en 12 partidos. Eran 19º con 20 puntos de 72 posibles. El Rayo perdió 0-1 contra el Sevilla pero la afición nunca falla. Obligó a los jugadores a salir de vestuarios y escuchar que mientras los jugadores pelearan en el campo, ellos lo harían desde la grada. "Está totalmente prohibido rendirse, entre otra cosa porque los primeros que no lo hacen son la afición, que son un ejemplo y una de las motivaciones. Espero que se fundan el equipo y la afición y eso nos valga para sacar adelante el equipo”, apuntó Paco Jémez. Con esta inyección de motivación el Rayo encadenó siete triunfos, dos empates y una derrota contra el Real Madrid. Afición y equipo consiguieron el objetivo. El Rayo estaba salvado.

No es Vallecas precisamente el estadio en el que mejor resultados tenga el Atlético de Madrid. Las cortas dimensiones del estadio y la escasa distancia que hay entre la grada y el césped agobian a un Atlético de Madrid que en 2012 sufrió las consecuencias del Rayo Vallecano. Sucumbió ante la vistosa propuesta de Paco Jémez y estuvo durante los noventa minutos de partido persiguiendo la pelota. El Rayo abrió las líneas y los centrales recibían en los laterales. El Atleti empezaba la presión y el Rayo se asociaba con Trashorras y Javi Fuego. En cuatro toques los franjirrojos llegaban a la portería de Courtois, que encajó dos goles y ahondó en la crisis de resultados a domicilio de aquella temporada.