Se cumplen mil días de Simeone en el banquillo del Atlético de Madrid. Hoy se enumerarán sus títulos, se recordará al equipo que cogió muerto y resucitó, y se avisará de que va a ser difícil encontrar a alguien que ocupe su lugar sin que su sombra le aterrorice. Pero en algún momento alguien descubrirá, casi por casualidad, cuál ha sido uno de los ingredientes imprescindibles de la máquina ganadora de Diego Pablo Simeone.

Ése es Koke, el maquinista de un equipo fabricado para vencer, su equipo. El “emblema” del club, por ser la demostración partido a partido de que un canterano también puede llegar lejos. El futuro “cerebro” de la selección, a quien muchos comparan con Xavi Hernández. Desde la llegada de Simeone al Atletico de Madrid, Koke ha crecido, física y mentalmente. Ahora es el líder de un equipo campeón.

El técnico argentino cuenta que conoció a Koke en un partido frente al Betis, antes de que él fuera nombrado entrenador. El comentarista no le nombraba, y él llamó al Mono Burgos para preguntarle quién era el “chiquitillo ése”, que no había fallado un pase. Su interlocutor le contestó que era Koke, y que lo quería el Málaga. Ambos convencieron al “chiquitillo”, de 20 años, de que podía ser importante en el club de su vida.

Sus pases, medio gol

Y vaya si lo ha sido. De sus pies han nacido pases como el que acabó en la cabeza de Miranda en la final de la Copa del Rey de 2013, aquella en el Bernabéu frente al todopoderoso Real Madrid. Un pase con el que se destrozó una maldición. O más recientemente, botó el corner que Tiago remató ante la defensa del mismo equipo blanco al fondo de las mallas una vez más.

El Atlético de Madrid es el equipo que más rendimiento saca de sus jugadas a balón parado, y Koke es el culpable. Sus lanzamientos de esquina son para el club rojiblanco lo más parecido a un penalti. Godín y Miranda fueron los máximos beneficiados, como Diego Costa lo fue de sus pases milimétricos, esos que sólo ven los cerebros más privilegiados. Trece asistencias la temporada pasada le avalan, siendo uno de los máximos asistentes europeos, al lado de genios como Di María, Steven Gerrard o Marco Reus.

Este año parece llevar el mismo camino, pues ya son cuatro las asistencias con las que cuenta, con tan solo seis partidos oficiales disputados. La última, a Griezmann en la derrota frente al Olympiakos, un gol que puede ser vital si el grupo en el que el Atlético disputa la Champions finaliza apretado de puntos.

Cambio de posición

Más allá de las asistencias, el fútbol de Koke mueve al Atlético de Madrid. Defiende, ataca, distribuye el juego, y todo ello lo hace en la posición en la que Simeone le indique. Suele partir escorado a una banda, pero en los dos últimos partidos, cuando el equipo estaba atascado, Koke ha sido el comodín. El técnico argentino retiró del campo a Gabi en las dos ocasiones, al capitán, y su puesto en el centro del campo junto a Tiago o Mario lo ocupó Koke, algo que ya hacía en las categorías inferiores del club rojiblanco y de la selección. Desde allí, el Atlético comenzó a crear juego, apartando por un momento los balones en largo a los que Mandzukic no está acostumbrado. Quedaba así claro que el maquinista de este nuevo Atlético es Koke, el canterano, el de toda la vida, el que sólo tiene 22 años.

Si en temporadas pasadas había tenido importancia, en esta será clave. Deberá llevar el peso del juego del Atlético, y actuar como revulsivo si fuera necesario, en la posición que sea. Tiene calidad para ello, y la confianza de su entrenador y de su afición. Podría haber obviado esta responsabilidad, e irse al Barcelona este verano, quien apostó fuerte por él. Pero sabe que pocos canteranos tienen la oportunidad de triunfar como lo está haciendo, y de convertirse en el faro de la selección española desde un equipo como el Atlético de Madrid. El maquinista del mejor Atlético de la historia está de nuevo en marcha, y con él, la máquina de ganar de Simeone. Una temporada más, Koke es imprescindible.