No es ninguna casualidad que al término del partido contra el Sevilla Diego Pablo Simeone apuntara en la rueda de prensa que había sido el mejor partido jugado de esta nueva temporada. No solamente porque el equipo colchonero recuperó sus sensaciones con el gol, en un encuentro que tuvo menos ocasiones que en los anteriores, y porque se venció con un marcador que refleja una superioridad incontestable ante la verdadera competencia de la Liga. Más bien porque el técnico argentino regresó al banquillo del Vicente Calderón e impregnó al Atlético de Madrid del espíritu de campeón que se ganó por derecho el curso pasado.

La ribera del Manzanares fue un auténtico infierno para el rival. Una caldera. Un estadio que presenta este ambiente en los partidos importantes y que Simeone no se cansa de suplicar que sea día tras día, partido a partido, y no solo en las grandes citas. “El ambiente es el que necesitamos todos los partidos en el Calderón. Hay una comunión perfecta. Se siente que somos un montón en la cancha”, apuntó. Se resta méritos el argentino del nivel ofrecido por el Atlético de Madrid y rechaza que su figura al borde del campo haya funcionado de estímulo para la mejor versión del equipo hasta el momento.

El Atlético de Madrid volvió a ser el Atlético de Madrid en mayúsculas. El campeón, el que venció al Real Madrid y al Barcelona en la última Liga por su regularidad. Volvió a ser rocoso, incómodo, difícil de meter mano y letal. Venenoso. Imparable. A balón parado y en pelota en movimiento. No es ninguna eventualidad que los rojiblancos lograran por primera vez en el curso solidez en defensa, seguridad en todas las líneas. La presencia de Simeone en la zona técnica es motivación necesaria para no bajar el punto de intensidad hasta pisar el vestuario.

Moyá sumó su segundo partido consecutivo con la portería a cero. Ansaldi y Juanfran fueron puñales por bandas, Gabi volvió a ser Gabi y capitán del Atlético de Madrid hasta que un feo pisotón directo al tobillo de Kolo lo permitió. Mandzukic demostró estar contagiado del sacrificio de Simeone y hasta Raúl Jiménez se supo ganar el perdón de su afición.

La aportación de Simeone en su regreso, consciente o inconscientemente, trajo consigo la picaresca que tanto gusta al Calderón: con 2-0 y en el mejor momento del Sevilla en ataque, Moyá llamó a los masajistas por unas molestias en el muslo que se alargaron durante tres minutos. Instantes después sacó en largo sin queja alguna. El “otro fútbol” que defendía Luis Aragonés para cortar la inspiración del rival. Volvió el Atlético del ‘Cholo’ para retar, otro año más, el sistema.