Del ‘Partido a partido’ con el que tanto se escudó Diego Pablo Simeone al ‘latido a latido’. El año 2014 para el Atlético de Madrid ha contado con mil y un lemas, a cada cual más emocional y sentido en función de las exigencias y el desarrollo de la competición. El técnico argentino necesitó otro discurso con el que calmar a las masas, tanto mediáticas como sociales, cuando el Atlético de Madrid, al que le prometieron una caída tempranera, se mantuvo en pie, molestó a sus rivales, retó al orden impuesto y acabó con el duopolio establecido durante años en España conquistando la décima Liga de su historia. La historia ya no se escribía partido a partido; se escribía latido a latido.

El Atlético de Madrid se ha convertido en el año 2014 en un ejemplo a seguir para toda la sociedad. Ha derribado los clichés que aún muchos intentan salvaguardar como elemento desestabilizador, ha sabido cómo levantarse en las caídas para convertir los sueños en realidades y ha mantenido por siempre viva la llama de la fe y de la esperanza. El Atlético de Madrid de Diego Pablo Simeone se entiende latido a latido, pues hace del juego un solo corazón, un solo sonido en el que se escucha el sentir de la afición, de los técnicos, los jugadores y los directivos, todos a una.

El destino hizo que el camino del Atlético de Madrid en el año 2014 empezara en La Rosaleda, contra el Málaga, estadio y lugar en el que se originó y acuñó el término del ‘Cholismo’. En ese escenario, hace justo tres años, arrancó la etapa de Diego Pablo Simeone al mando del conjunto rojiblanco. Desde entonces, acumula 174 partidos con un porcentaje de 65% de victorias y cinco títulos (Liga, Copa del Rey, Europa League, Supercopa de España y Supercopa de Europa) mediante. La regularidad ha hecho que el Atlético de Madrid haya pasado de ser considerado ‘El Pupas’ de España a ser un conjunto respetado, temido y estimado en toda Europa.

Y el Atleti no cayó

Una prometedora primera vuelta en Liga - con 16 victorias, dos empates y una derrota - colocó al Atlético de Madrid en la segunda posición de la tabla de clasificación, con los mismos puntos que el líder FC Barcelona y aventajando en tres al Real Madrid de Carlo Ancelotti. El conjunto rojiblanco era rock duro, martillo pilón y grito al viento que retaba cualquier lógica que negara su condición de ser un alternativa más al título de Liga. "Ya caerá el Atleti", decían los más imprudentes y osados.

El Atleti era rock duro, martillo pilón y grito al viento que retaba cualquier lógica que negara su condición de ser un alternativa más al título de Liga

Encomendados a las galopadas de Diego Costa, a la clase de Koke Resurrección, al liderazgo de Gabi Fernández, al saber estar de Tiago, a la experiencia de David Villa, a la magia de Arda Turan, a la contundencia de la mejor pareja defensiva del momento - Godín y Miranda - y a las manos salvadoras de Thibaut Courtois, el Atlético de Madrid tenía todos los elementos para no desistir en la pelea por el campeonato, tan inalcanzable para algunos pero no para los hombres de Simeone que, partido a partido, se creían capaces de derribar Goliaths y Molinos a su paso.

El Atlético de Madrid acudió al mercado de invierno para fortalecer su sistema inmunológico y cubrirlo ante futuras faenas. Se desprendió de los más jóvenes, como Óliver Torres, Josuha Guilavogui o Leo Baptistao, y acometió las operaciones de José Sosa y Diego Ribas. El regreso del talentoso mediapunta brasileño a la ribera del Manzanares fue como la reconciliación, meses o años después, con una ex: nada volvería a ser como antes. El argentino aportó músculo y toque, con un golpeo sensacional a balón parado, mientras que el brasileño, que nunca se ganó el ser titular, alternaba destellos - como el gol al Barça en la Champions - con fotografías en el banquillo.

Las derrotas en el mes de febrero a domicilio contra Osasuna y el Almería acercaban más al Atlético de Madrid a olvidarse de la cabeza de la Liga y centrarse en otras competiciones, como la Copa del Rey y la Champions League. Simeone, que a su llegada a la ribera del Manzanares defendió que ganar una Liga era cosa de años, creyó en las posibilidades de su equipo y en las dificultades que atravesarían FC Barcelona y Real Madrid a lo largo de la Liga. El conjunto rojiblanco, tras caer en el Reyno de Navarra, empató contra el Real Madrid en el Vicente Calderón y enlazó una racha de nueve victorias consecutivas. Faltaban tres jornadas y Simeone lo tenía claro: "Ya no es partido a partido, es final a final".

La pelea del Atlético de Madrid fue llevada hasta el extremo. Ganar o morir ganando. No había más. En la jornada 36 viajaba a Valencia para enfrentarse a un Levante que ya había logrado su salvación. Motivados por la posibilidad de romper un sueño, con la sombra de los maletines ondeando por el Ciutat de Valencia, el Levante anuló al Atlético de Madrid y venció por 2-0 con goles de Filipe Luis en propia puerta y David Barral. Una jornada después, tropezó y el Malaga evitó el alirón en el Vicente Calderón. Un mal menor gracias a un cabezazo de Alderweireld y por desgracia de una manopla de Caballero a disparo de Adrián. Los rojiblancos se jugaban el todo o nada en el Campo Nou con un as bajo la manga: un empate les valía para salir campeones.

Y lo fueron. Porque cuando uno alimenta los sueños, nada ni nadie puede evitar convertirlos en realidad. Los anhelos de Simeone nunca fueron bagatelas en el aire. Llegó, vio y venció. Se sobrepuso a las lesiones de Diego Costa y Arda Turan, aguantó el golazo de Alexis Sánchez y esperó la oportunidad para noquear al FC Barcelona en su estadio y ante su gente. Un córner botado por Gabi era rematado en el segundo palo por Diego Godín, que entró desde atrás como un ciclón, se impuso en el salto a tres jugadores del Barça y clavó el esférico en el fondo de las mallas.

No se pudo repetir la machada

La conquista del Santiago Bernabéu en la final de la Copa del Rey de 2013 ha hecho que el título copero sea, desde entonces más que nunca, un trampolín para las ilusiones de los más atléticos. La misma competición que apeó a los colchoneros en una eliminatoria a doble partido contra un equipo de Segunda División B y que supuso el fin a la segunda etapa de Goyo Manzano trajo consigo a Diego Pablo Simeone, inspirador de los éxitos más recientes de la historia rojiblanca y cortina de humo para la nefasta gestión de Enrique Cerezo y Miguel Ángel Gil Marín en lo económico, en lo social y en lo administrativo.

La Copa del Rey, en los últimos años, se ha convertido en un trampolín de emociones e ilusiones para el Atlético

Superada la eliminatoria contra el Sant Andreu, al Atlético de Madrid se le plantó un sorteo con cruces para nada sencillos. En octavos de final se vio las caras contra el Valencia, al que eliminó con un decisivo Raúl García. El navarro marcó dos de los tres goles que el Atlético necesitó para derrotar al equipo ché. Una ronda después, en cuartos de final, los colchoneros medían sus fuerzas contra el Athletic Club de Bilbao. Un reto para los de Simeone. Tras ganar por 1-0 - con gol de Godín - en la ida celebrada en el Vicente Calderón, el Atlético de Madrid se jugaba el pase en el nuevo San Mamés, escenario donde hasta entonces el Athletic no había perdido contra ningún rival. Los de Simeone domaron al león e hicieron historia en Bilbao apeando de la competición al equipo de Ernesto Valverde.

En semifinales esperaba el Real Madrid. Se reeditaba, una eliminatoria antes, la final de la última edición. Una final anticipada que se saldó con los huesos del Atlético de Madrid en el suelo. El azar y un cúmulo de infortunios derivó en un abultado y apabullante resultado (3-0) favorable al Real Madrid en la ida disputada en el Santiago Bernabéu. Con todo el pescado vendido y con la exigencia que tenía tanto en Liga como en Champions League, Simeone tan solo sacó a tres titulares en una vuelta que será recordada por el encontronazo entre Cristiano Ronaldo y Javier Manquillo que acabó con el canterano en el hospital con una fractura de la lámina derecha de la vértebra C7 (la más baja de las cervicales).

Adiós al más 'Sabio'

En todas las despedidas, se suele decir que se va un ídolo pero nace una leyenda. Luis Aragonés era ídolo y, antes de su muerte, también leyenda por partes iguales. Porque nadie ha defendido con tanto ímpetu, honor, esfuerzo y valentía el escudo del Atlético de Madrid. "Y usted no pise ese escudo", espetó 'el Sabio de Hortaleza', el más sabio de todos, cuando durante un partido como seleccionador español en el Vicente Calderón el cuarto árbitro le indicó que no saliera de su zona técnica, pisando el escudo del Atlético al tiempo que le ordenaba.

Luis Aragonés, que tanto ruido hacía con sus estridencias y su pecaminosa vida, falleció en silencio. Sin querer generar ruido externo. En compañia de sus familiares y allegados. El entrenador con más partidos y más victorias en la historia del Atlético de Madrid y el seleccionador que logró crear el estilo con el que España ganó una Eurocopa y rompió la maldición de los cuartos de final murió el 1 de febrero a causa de una leucemia que ocultó, aunque su aspecto físico, en diferentes actos públicos, presagiaban un delicado estado de salud.

Luis pertenece a la vieja escuela, aquella que se camelaba a los aparcacoches de las discotecas para que le informasen sobre los jugadores que se desviaban del camino. La misma escuela que, para motivar a un jugador, no dudaba en utilizar un lenguaje que muchos habrían denunciado como racista (aunque luego diera lugar a numerosas críticas). 757 partidos repartidos en 25 temporadas en Primera División avalan su método de trabajo. Nadie ha dirigido tantos encuentros como él en el fútbol español.

Ningún adiós es para siempre. Y menos en una afición como la del Atlético de Madrid. En cada partido, en cada cita grande, en cada evento importante, el nombre de Luis Aragonés retumba en cada asiento y en cada esquina del Vicente Calderón. Hizo al Atleti grande, defendió al Atleti en las malas y será recordado, siempre, en los mejores éxitos de su Atleti. Si decían que su Atleti era el 'Pupas', él respondía que el resto eran los 'costras'. Porque Luis, que decía más veces "vete a tomar por culo" que buenos días, sigue vivo. Y permanece en las lágrimas que derrocha 'Pechuga' San Román cada vez que pronuncian su nombre, en el latido de cada corazón rojiblanco y en cada disparo que acaba en gol. Luis es eterno, leyenda y lo que él quiera.

Lisboa nunca fue un sueño

El cielo nunca fue un límite y, quien sabe si por la ayuda divina de don Luis Aragonés, el Atlético de Madrid hizo historia 40 años después. Fruto del destino y del azar, los colchoneros se plantaron en una final de Copa de Europa, la segunda en toda su historia. Un homenaje a los Luis Aragonés, Miguel Reina, Adelardo, Ufarte o Gárate, entre otros, aquellos héroes, ya casi amigos por todas las historias que abuelos, padres y hermanos nos han contado antes de irnos a dormir, que honraron el escudo del oso y del madroño en una final que terminó con empate y que el Atlético debió ganar con el gol de Luis, y que dejó a un paso de la gloria a un grupo de hombres que lo merecen todo durante el resto de sus vidas.

El Atlético de Madrid, novato en la competición, alcanzaba la final de Lisboa invicto, con un bagaje de 9 victorias y 3 empates.

En su regreso a la máxima competición europea a nivel de clubes y con una insultante falta de experiencia de partidos de Champions League en la mayoría de sus jugadores, el Atlético de Madrid acabó la fase de grupos como primero de grupos e invicto, apeando a históricos como el AC Milán en octavos de final con una paliza (global de 5-1), apelando a la heróica en cuartos de final eliminando a un FC Barcelona con un gol de Koke en un Vicente Calderón a reventar y dando una lección de fútbol, coraje y testosterona al Chelsea de José Mourinho en las semifinales. El Atlético de Madrid, novato en la competición, alcanzaba la final de Lisboa invicto, con un bagaje de 9 victorias y 3 empates. Esperaba el Real Madrid de Carlo Ancelotti.

- ¿Te imaginas al Atleti en la final de la Champions?
- Sí, claro. Y jugándola contra el Madrid…

Esa pregunta y esa respuesta irónica reflejan que lo que hace años era una utopía, hoy es realidad. Una realidad creada en tan poco tiempo que apenas se puede apreciar su grandeza. Porque en unos años, cuando los Gabi, Filipe, Miranda, Koke o Arda ya no estén y se acabe esta tormenta perfecta de sentimientos que vive el aficionado rojiblanco, se podrá apreciar con todo su esplendor la proeza llevada a cabo por Simeone y los suyos. Sea cual fuera el resultado, este equipo sería recordado hasta la eternidad.

Y el Atlético de Madrid perdió. De la manera más agría y dolorosa posible. Como en Bruselas, cuando Adelardo se veía ya subiendo las 40 escaleras que llevaban desde el campo hasta la tribuna donde reposaba la Copa de Europa. El desenlace en la Champions League, con el empate de Sergio Ramos en el minuto 92.48, a esa hemorragia de esfuerzo, trabajo, dedicación y compromiso demostrado por los jugadores del Atlético de Madrid durante más de nueve meses de competición es de lo más desalmado que podía sufrir un equipo que ha llegado a la final sin haber perdido un partido. Existirán audaces oportunistas que salgan a recordar la leyenda del ‘Pupas’ que se ganó el Atlético de Madrid; habrá gente que lo recordará como un perdedor y otros directamente que no los recordarán por ser los subcampeones, como aquellos héroes de 1974 que retaron cara a cara a media selección alemana. Pero la realidad, por suerte, queda muy lejos de estas desafortunadas afirmaciones.

Con aquella derrota en la final de la Champions League, el Atlético de Madrid sí será recordado en la historia a pesar de acabar subcampeón en su segunda final de la Champions League. Y lo será no por la ternura que despierta su desgracia, sino por ser un equipo quecombatió de tú a tú con los más grandes de Europa y por el enorme orgullo que siente cada uno de los aficionados del Atlético de Madrid por ser colchoneros desde nacimiento. Siempre se acordarán de ellos por lo que no consiguieron, pero se les recordará por las emociones que sí provocaron.

Con el corazón por bandera

Los ingresos generados por la participación en la Champions League, por ser subcampeón de Europa y por haber ganado la Liga hacían presagiar un verano atípico en la ribera del Manzanares. Pero como todos los años, las ventas volvieron a ocupar las portadas durante el verano. No se renovó a David Villa, no se hizo el esfuerzo por retener a Courtois y se vendió a jugadores tan importantes como Diego Costa o Filipe Luis. Una nueva - y ruinosa - gestión de Enrique Cerezo y Gil Marín que es tapada gracias a los enormes esfuerzos de Diego Pablo Simeone.

Llegaron Mandzukic para sustituir a Diego Costa, Siqueira y Ansaldi para hacer olvidar a Filipe Luis y Moyá y Oblak para intentar hacer que la sombra de Courtois no fuera tan alargada. Y a pesar de los puñetazos de los directivos, Simeone empezó la temporada con un título. Logró vencer al Real Madrid y adjudicarse la Supercopa de España. El desarrollo de la competición ha acabado con el Atlético de Madrid como primero de grupo en la Champions y emparejado en octavos con el Bayer Leverkusen, mientras en Liga ocupa la tercera posición y se enfrentará al Real Madrid en octavos de final de la Copa del Rey.

Con las Navidades por bandera, Diego Pablo Simeone ha dejado un mensaje antes de irse a Buenos Aires. “Lo mejor está por venir, se puede mejorar lo de la temporada pasada”, señalaba el técnico argentino tras ganar al Athletic Club de Bilbao y cerrar un 2014 en el que ha logrado 37 victorias, 13 empates y 10 derrotas (100 goles a favor y 49 en contra). No será fácil, defiende ‘el Cholo’, y es que la perfección sería alcanzar la final de la Champions League y arrancar la espinita que los atléticos tienen clavada en el corazón desde aquel fatídico 24 de mayo en Lisboa. Todos y cada uno de los colchoneros, de la mano de Simeone, se han ganado el derecho a soñar con ir un paso más allá y, esta vez sí y por tercera ocasión, levantar la tan ansiada Copa de Europa. ¿Destino Berlín? Partido a partido, o latido a latido.