El Atlético de Madrid estará otro año más en los cuartos de final de la Copa del Rey. El cuadro rojiblanco doblegó una vez más, y ya va a perder la cuenta, a su vecino madrileño usando las armas que este preveía acaparar: intensidad y corazón. Pero en esas son expertos los del 'Cholo', que salieron a resolver desde el pitido inicial y se llevaron el gato al agua gracias a un Fernando Torres sublime, que hizo un tanto al comienzo de cada acto para enterrar las opciones de remontada merengues. Los locales, que solo apelaron al espíritu de Juanito en los minutos finales y en su versión más fea, apenas soñaron unos minutos con el gol de Sergio Ramos, pero se encontraron con una defensa que demostró ser, tal y como había avanzado en rueda de prensa Carlo Ancelotti, la mejor del mundo. Imposible de arañar.

El Real Madrid, que pareció en principio no dar demasiada importancia a la competición del KO, se puso el mono de trabajo y preparó una previa digna de las grandes noches. La afición, a la altura del envite, estaba dos horas antes recibiendo a los suyos en Concha Espina consciente de la importancia de su aportación, para después llenar el Bernabéu. Pero el único espectáculo que vería digno de aplauso sería el Balón de Oro de Cristiano Ronaldo. Tras ello, el desastre más absoluto. No había pasado un minuto desde el pitido inicial y Fernando Torres, virgen en el coliseo blanco, se estrenaba a lo grande culminando una jugada de tiralíneas con un gran remate cruzado a inmejorable pase de Griezmann. Cambio de guion inesperado.

49 segundos tardó el Atleti en apagar el fuego encendido en Concha Espina

Ni se imaginaba la papeleta que se le venía encima un Madrid que empezó a zozobrar. Tardó unos minutos en encajar el golpe, que le fue directo a la mandíbula, pero despertó ayudado por un Atleti que, con más argumentos que en el Camp Nou, replegó en exceso. Sin embargo esta vez le funcionó mejor que el domingo: las ayudas en defensa parecían hacer multiplicarse a las camisetas rojiblancas, que detenían cada ataque local por las buenas o por las malas, haciéndose valer los colchoneros de su omnipresencia para salir victoriosos del siempre azaroso arte del rebote.

Con una muralla implacable que defendía a la perfección la meta de Oblak solo había una manera de encontrar el gol: un fallo individual, y así fue. Precisamente el propio cancerbero cometió un error garrafal a la salida de un córner, desguarneció su portería y vio desde el suelo, tras un patoso choque con Godín, cómo Ramos hacía el 1-1. Gol con significado, especialmente por su autoría.

Ramos celebra el tanto. (Foto: Reuters).

El tanto espoleó a los blancos y a la grada, que por primera vez en todo el encuentro animó. Corría el minuto 20 y, aunque la empresa era complicada, la esperanza renacía tras el jarro de agua fría inicial. Y tuvo la ocasión de anotar el Real apenas tres minutos después, pero tras una serie de rechaces y despejes erróneos Cristiano, con todo a su favor, quiso colocarla en exceso y apareció la pierna salvadora de uno de los mejores del partido, Mario Suárez, para librar del infarto a los indios.

Tras esa oportunidad, y hasta el descanso, el poder de los de Ancelotti fue de más a menos. Acorralaban al rival en su área, pero este vivía cómodo viendo que el único recurso blanco era el pelotazo largo, especialidad del dúo Miranda-Godín que dio un clínic en esa faceta. Así, las ocasiones merengues eran pocas y nada claras, siempre gracias a rebotes y segundas jugadas sin poner siquiera el "huy".

Segundo acto, segundo mazazo

Con la reanudación el Real Madrid no se escondió, y fue corriendo a la presión del saque de medio para robar. Maldita la hora: el robo terminó con el esférico en los pies de Sergio Ramos que, en una diagonal improcedente y con una ejecución horrenda regaló una contra al Atleti. Imperdonable incluso cuando el destinatario último del paquete es el 'niño' hasta entonces maldito en el Bernabéu. Porque, una vez abierta la lata, su confianza hizo el resto. En Londres o en Milán se hubiese tropezado hasta con su sombra, pero con la rojiblanca es otro. Mandó en taxi a Pepe para su casa y batió a un Keylor Navas al que no se le recuerda cuándo fue su última parada. Otra vez gol al minuto del pitido y, ahora sí, eliminatoria vista para sentencia gracias a un Ramos espantoso. Sentencia de la que se pudo encargar Griezmann tras jugada egoísta del propio Torres, pero el galo no embocó entre los tres palos.

Torres volvió a enmudecer al Bernabéu

Respondió mucho peor que en el primer periodo el Real Madrid, pero sorprendentemente encontró antes el gol al que aferrarse. Fue tras una jugada por la izquierda sin demasiado peligro, pero que terminó con un centro al borde del área pequeña donde se unieron dos hechos que no podían terminar más que en gol: la cobardía de Oblak, que se quedó sobre la línea, y la aparición del mejor cabeceador del fútbol actual, Cristiano, que la quemó contra el verde con la testa. 2-2 aunque poca fe en el ambiente.

Las posibilidades de vuelco del marcador eran pocas y Simeone rápidamente les puso freno. Cambió la velocidad de Torres por la calma de Turan, y el turco puso de inmediato el aplomo necesario para cerrar la eliminatoria. Con el balón cosido a la bota, dio a los suyos el tiempo necesario para crear y mover y no sufrir como en la primera parte a expensas de lo que pudieran hacer los locales. Llegó una fase anodina con pocas ocasiones y repartidas. Las tuvieron Griezmann, Godín o Benzema -este la más clara desde el suelo al borde del minuto 70- pero nadie iba a hacer moverse más el marcador.

El peor espíritu de Juanito

Conforme avanzaba el reloj el Atleti se encontraba más cómodo, y combinaba a las mil maravillas haciendo una quimera que el Madrid llegase siquiera a robar el balón. Esta situación, magnificada en los minutos finales, provocó que algunos jugadores merengues perdieran los nervios. Fue el caso de Marcelo, duro con Gabi, y peor aún el de Isco. El malagueño, en una acción impropia de un jugador de su estilo, pagó la frustración de una noche de perros pronunciándose con violencia y sin sentido sobre Gabi. Lo peor no fue eso, sino la reacción del Bernabéu aplaudiendo la jugada al unísono. Ovación barriobajera.

Sin más violencia terminó el encuentro, donde el empate valió al Atlético para refrendar, primero, su pase a los cuartos de final donde espera con casi total seguridad al FC Barcelona; y segundo, su actual superioridad sobre el vecino. Aunque los blancos lideran con comodidad en Liga y aún colea la final de la pasada Champions League, el cuadro de Simeone acumula en este curso dos empates y tres victorias, habiendo valido además las tablas para ganar un título -Supercopa de España- y superar la eliminatoria copera. El oso y el madroño son más rojiblancos que nunca.

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Sobre el autor
Manuel F. Cartón
Diplomado en Ciencias Empresariales sobre el papel, pero periodista de vocación. Soy redactor de tenis y de la sección de fútbol del Real Sporting de Gijón.