Hace exactamente 365 días una leyenda rojiblanca, un trozo del escudo del Atlético de Madrid fallecía. Don Luis Aragonés se iba, pero no para dejar a todos los colchoneros, al contrario, para alentarlos desde lo más alto y darles fuerza para dotar a un equipo lleno de ilusión, de alma y espíritu. Porque aunque pase el tiempo no ha existido día, ni existirá día en el que "Zapatones" no haya estado presente. Nadie se ha olvidado de él, al revés se consolidó como un sueño por el que luchar, un deber pendiente, y es que desde que "el maestro" se fue no ha habido encuentro en el Vicente Calderón, en el que miles de aficionados rojiblancos no hayan coreado al unísono su nombre.

"El de Hortaleza" fue un hito para el fútbol internacional, pero si algo fue por encima de todas las cosas, es del Atleti hasta el final, el equipo de sus amores. Poco antes de fallecer concedió una entrevista al canal del Atlético de Madrid donde dejó muy claro a quién pertenecía a su corazón: "Yo he estado 31 años como jugador y entrenador y para mi lo es todo. No cabe duda, de que tengo también otros equipos que van conmigo porque me han dado la oportunidad de entrenar y de estar con ellos, pero el Atlético de Madrid es prácticamente mi vida". 

Usted no pise ese escudo

"El sabio" logró un increíble palmarés como jugador y entrenador, mimando, protegiendo y luchando ese escudo que tanto amaba, ese mismo escudo que no permitía a nadie pisar, fuere quien fuere, porque si algo no aguantaba es que pisaran su alma, su honor y  el de su gente.

Don Luis ha sido y será inigualable, doce temporadas jugó como futbolista durante las cuales conquistó 3 Ligas (65-66, 69-70 y 72-73) y 2 Copas (1965 y 1972), además de ser durante 5 minutos campeón de Europa merced del gol de falta que anotó al Bayern de Múnich en la final de 1974; pero lo será para toda la eternidad por la forma en la que alzó la Eurocopa de Viena. No sólo eso, tuvo el gran honor de marcar el primer gol en el recién estrenado Vicente Calderón, en el templo colchonero, en una de las catedrales del fútbol mundial, fue en un partido liguero contra el Valencia en 1966: "Yo solía hacer bastantes goles, pero en esa ocasión era la inauguración, por la mañana contra el Valencia y en con un cabezazo hice el gol. Eso te alegra por los atléticos y porque es un campo nuevo y ganar era importante". Disputó 370 partidos con la elástica rojiblanca marcando 172 goles. En la temporada 1969-70 fue trofeo pichichi.

De pichichi a sabio

De un día para otro cambió el terreno de juego por el banquillo. Fue en noviembre de 1974 cuando Luis colgó las botas para ocuparse de la columna vertebral colchonera. Casi 20 años estuvo "el sabio" dirigiendo al Atlético de Madrid, período en el que llevó a los indios a lo más alto y curó las peores pupas de la historia rojiblanca. 

Muy pronto logró el éxito con la consecución de la Copa Intercontinental en 1975, una Copa en 1976 y una Liga en 1977. Su palmarés como entrenador rojiblanco no paró de crecer, dos Copas más logró conquistar: la de 1985 y 1992 y la Supercopa de España en 1985.

Luis mantenía una férrea unión con los del Manzanares y los de Manzanares con él, así que nunca los dejó de lado, al igual que un padre nunca deja a su hijo, porque luchó en las buenas y en las malas y bajó al retrete sólo para subir al Atlético. Dejó al Mallorca clasificado para Champions y fue reclamado para ascender al Atlético de Madrid en la temporada 2001-02 con varias jornadas de antelación y haciéndole campeón de Liga de la División de Plata, siempre tendió la mano a los suyos, a una afición que nunca le abandonó ni le abandonará: "Una afición que en segunda sigue viniendo con más asiduidad y aplaudiendo al equipo para que suba, es lo más importante".

No existe reconocimiento para una leyenda tan grande

El fútbol señores es ganar, y eso es lo único que hacía, "ganar, ganar, ganar y volver a ganar, a ganar y a ganar". Tuvo su reconocimiento por parte del Atlético de Madrid cuando se le entregó en la cena del 110 aniversario una insignia de oro y brillantes del Club. Aunque cierto es, que todo reconocimiento se queda corto para alguien que ha entregado su vida por las rayas rojiblancas. Para el creador del tiqui-taca, para el que tanto le ha dado al fútbol internacional, para alguien que creía que las cosas podían cambiar y que sabía que el Atlético de Madrid debía estar siempre en lo más alto.

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