El Atlético de Madrid está fuera de la Liga de Campeones. Difícil escrutar si ha sido más por méritos del rival o deméritos propios. No ha sido una eliminatoria brillantemente jugada por ningún bando, pero ha sido un cruce lleno de FÚTBOL. Sí, en mayúsculas. Hubo pasión, hubo entrega, hubo detalles de calidad que definen 180 minutos, hubo hambre, insistencia, fe, hubo variaciones en el guion, hubo adversidades que superar... y aunque duela no ser el ganador, uno tiene que salir con vida del envite entre dos de los grandes favoritos al cetro europeo esta campaña.

Sí. Grandes favoritos. Por fútbol, por nivel futbolístico, el Atlético de Madrid, con sus armas, puede mirarle a la cara a cualquier conjunto de Europa y dejarlo tumbado en la lona al primer guantazo mal calculado por el adversario rojiblanco. Sobre todo, al big four que componen Real Madrid, FC Barcelona, Bayern Münich y Chelsea. Un grupo al que el empeño, tesón, fe y trabajo colchonero han acercado a su nivel hasta derrotar a tres de ellos sin paliativos en algún momento de la "era Simeone".

El Atlético de Madrid acumula 50 partidos a estas alturas, a falta de seis jornadas para el final de la temporada

No iba a ser menos un Real Madrid que, esta vez sí, trató sobre el verde con el debido respeto de quién de mayo de 2012 a abril de 2015 se ha coronado campeón de Europa League, campeón de la Supercopa de Europa, campeón de la Copa del Rey (contra los madridistas en su feudo, no se olviden), campeón de Liga (superando a los blancos y al FC Barcelona en 38 jornadas a pleno pulmón) y campeón de la Supercopa de España (que es un título menor, sí, pero ganado a pulso al campeón de Europa). Y eso obviando caer derrotado de pie en la Supercopa de 2013 contra un FC Barcelona incapaz de ganar en los dos partidos a los de Simeone, o la infausta noche de Lisboa, donde hubo que conformarse con ser subcampeón de Europa.

Analizar o repasar lo que ha hecho mal en el plano futbolístico en esta eliminatoria el Atlético de Madrid me sabe a poco. Tratar de escribir estas líneas con la cabeza fría, la mano que requiere el periodismo y el corazón de un hincha se convierte en un cruce de caminos contradictorios en el que, al final, el sentimiento termina siendo justo con un equipo, que a pesar de la decepción, dio la cara con el potencial del que disponía. Cabe aceptar la inferioridad en el doble partido, pero algunas críticas sobre el planteamiento que he leído sobrepasan donde debe estar la línea entre el inconformismo y la realidad.  

Sobre todo porque parece que el finalista en Lisboa se conformó con entregarse al destino y a dejar hacer a los madridistas dispuesto a esperar que el fatal desenlace ocurriera, sólo postergado por la falta de efectividad blanca. Siendo sinceros, la realidad dicta que el potencial del Madrid ganaría más veces al potencial del Atlético que al revés. Y sin embargo, caprichosa, la verdad es que el balance de ocho derbis esta temporada resulta favorable a los rojiblancos, eliminación europea incluída. El último dejará un gran regusto en Chamartín por la importancia capital del triunfo y por aspirar a revalidar corona, pero los números son los que son contra el Atlético en este año (4 derrotas, 3 empates y 1 triunfo, con once goles encajados y cinco a favor). Y eso conviene decirlo ahora que vienen días duros para el seguidor colchonero.

Es más, diría que está de más puntualizar y examinar si hubo excesivo respeto al cuadro madridista o no había excesivas fuerzas para emprender una apuesta arriesgada en esta eliminatoria. Habrá tiempo de hacerlo cuando acabe la temporada, con la herida cerrada, los sentimientos controlados y la cabeza despejada. Todavía queda asegurar una tercera plaza que permitirá otro año más disfrutar de la mejor competición de clubes del planeta a orillas del Manzanares "arroyo aprendiz de río", que definió magistralmente Quevedo. Se pueden mencionar la poca ambición de los cambios, el error de Arda en su expulsión, las pocas ocasiones creadas en ataque... Todo es discutible y opinable, pero hoy cabe resaltar los hechos. El hecho es que el equipo al que los grandes mass media definen como "El mejor equipo del mundo", sentencia la cual uno de sus futbolistas agrandó con la cuña "El equipo de Dios", ha tenido que caminar sobre un alambre de espino para eliminar a la escuadra de Simeone. Ante tal magnitud de poder terrenal y divino, la realidad es que otra vez hubo que llegar hasta el límite y un poco más allá para reventar al Atlético de Madrid en su sueño europeo.

No llegaba en su mejor momento

Todo sea dicho, pero si el Real Madrid estaba in crescendo el guion rojiblanco imponía calibrar bien los esfuerzos. Así lo han exigido guiones y planes en los recientes encuentros en los que en veinte minutos tenía que quedar resuelto el choque para guardar fuerzas, y estar listo para la guerra de guerrillas que fue el doble partido contra los de Concha Espina. Ocurrió contra el Getafe, contra el Córdoba, la Real Sociedad, el Málaga y el Dépor. Ventajas tempraneras para administrar y dosificar esfuerzos el resto del choque. Los futbolistas de Simeone no atraviesan su mejor estado de forma ni están en su cénit futbolístico en este tramo final de temporada pero no por ello dejan de creer en lo que hacen ni de intentar conseguirlo. Aún derrotados han vuelto a defender con honor su causa y a su gente.

Quizás no sea lo más estético ni lo que más aprecien los amantes del "bel gioco", que dirían en Italia, pero no se puede negar que la defensa del Atlético sometida a las embestidas de Gareth Bale, Cristiano Ronaldo, Karim Benzemá, James Rodríguez, Luka Modric, Toni Kroos o "Chicharito" Hernández no haya aguantado de pie. 177 minutos cuerpeando con varios de los mejores atacantes del mundo hasta caer derrotados. Con honor. Y con lo que gusta mucho en el Calderón, la ética espartana del esfuerzo innegociable y la humildad para competir. Cerrando un área que sólo fue profanada por Cristiano Ronaldo y hecha pedazos con el postrero gol de Chicharito.

Desgastados por una larga y salvaje temporada, los rojiblancos apenas han tenido respiro en todo el año. Jugar ocho veces contra el Real Madrid (Supercopa, Liga, Copa del Rey y Liga de Campeones), afrontar el doble objetivo de avanzar en Europa y afianzar el tercer puesto contra un Sevilla majestuoso y un Valencia sin competición europea mientras se afinaba una escuadra que ha gastado 117,6 millones en 12 incorporaciones más el regreso de Saúl a la causa rojiblanca. Posiblemente, el campeón de liga en España que más jugadores ha fichado y más dinero ha invertido en incorporaciones en las últimas dos décadas. ¿Y el por qué del gasto? Porque los cedidos se fueron (Courtois, Diego, Sosa), los veteranos salieron (Villa, Aranzubia y el extraño caso de Tiago, aún no explicado), los descontentos también hicieron las maletas en busca de minutos (Alderweireld, Adrián, Insúa, Baptistao, Guilavogui, Cebolla Rodríguez, Cerci...) y hubo quién "pescó" los caramelos más golosos (Diego Costa, Filipe Luis) y las jóvenes promesas (Óliver Torres, Thomas, Manquillo) de los que disponía Simeone la pasada campaña.

Y a pesar de tener que reconstruir el bloque, se ha seguido compitiendo en la élite. Las sensaciones que cada uno lleve en su mente serán las únicas que puedan sepultar los buenos números rojiblancos. Ganador de la Supercopa de España a doble partido contra el Real Madrid. Segunda campaña consecutiva que vence en el Bernabéu. Racha contra el eterno rival de siete partidos sin perder. Once puntos sumados en liga de veintiuno posibles contra los cinco primeros (y queda el Barcelona por pasar por el Calderón para completar la estadística). A nueve puntos del líder a falta de seis jornadas. Nueva victoria en el complicado San Mamés. Segundo año consecutivo en la historia del club en cuartos de final de la Liga de Campeones, algo que nunca antes había sucedido. Dos eliminatorias a cara de perro en Copa del Rey contra blancos y el FC Barcelona. Eliminado por el campeón de Europa, que no había sido capaz de hacerle gol en los 177 minutos anteriores de estos cuartos de final. Discúlpenme si soy atrevido, pero los números, aunque fríos, suelen ser incontestables. Y reflejan realidades.

La realidad es que el Atlético exprimió al máximo sus posibilidades, sobre todo en el apartado defensivo, a pesar de su inestabilidad en el lateral zurdo, de sus problemas en el centro del campo, de tener recetas y opciones de calidad como Cani o Fernando Torres sin jugar en días como este miércoles. Bendita competencia interna. Más allá de todo esto, no le dio para seguir con vida en Europa porque el rival que tuvo en frente era mejor a priori y lo demostró. Hay poco que reprochar o analizar en ese sentido. El majestuoso equipo del año pasado consiguió cotas difícilmente repetibles a corto plazo y puso el listón alto para un grupo que sin llegar a alcanzar ese listón a nivel de resultados globales, sí ha hecho todo lo que tenía que hacer para llegar a igualarlo o superarlo. Cualquier comparación con la temporada 2013/2014 estaba perdida de antemano. Lo único que se le podría haber reprochado al Atlético de Madrid es no haberlo intentado. No haber tenido hambre de victoria y confianza en sus posibilidades. Sería haberse cansado antes de tiempo.

¿Están cansados? No... Entonces seguimos.