Los tramos finales de temporada traen consigo, con relativa asiduidad, cambios en alguno de los banquillos. Equipos que, a falta del sprint final que decide el campeonato, ven como necesario un cambio de rumbo. Un giro de 180º que enderece un barco que normalmente, si algo no lo remedia, navega hacia el descenso de categoría. Y ese algo, en el 100% de los casos, es un alguien. Un nuevo entrenador que se erija en salvador y evite el zozobre del equipo.
Pero una cosa son las intenciones sobre el papel, siempre idílicas para el club que contrata, y otra lo que acaba aconteciendo a final de temporada. Unas veces sale cara y el equipo alcanza el objetivo de la salvación y otras, sale cruz. La cruz del descenso. Hacia esa cruz caminaba el Granada hace escasamente un mes. Sus posibilidades de salvación se veían tan lejanas –recordemos que en la jornada 34 sumaba cuatro victorias y 25 puntos– que la heroicidad necesaria para la salvación no parecía al alcance de mortales.
Sin embargo, en Granada tuvieron una visión. Ésta tenía nombre y apellidos y se llamaba José Ramón Sandoval. El técnico madrileño, que sustituyó a Abel Resino el 1 de mayo, era la figura sobre la que recaía la responsabilidad de una proeza que en la ciudad andaluza tildaban prácticamente de milagro. Sandoval llegó a Granada, se puso el mono de trabajo y creyó en ese milagro. Más incluso que desde la propia Granada. Y hoy, tres semanas después de su llegada, con tan solo una jornada por disputarse, ese milagro está mucho más cerca de lo que nadie hubiera podido imaginar. Tres semanas que se han traducido en tres victorias que hacen soñar al conjunto granadino con un año más en Primera.
El Coliseum Alfonso Pérez era la primera de las cuatro finales que el “nuevo Granada” de Sandoval tenía por delante. Un plazo que no daba margen para el error pero que no asustó al técnico madrileño, que logró una importantísima victoria ante el Getafe (1-2) con El-Arabi, autor de los dos goles, como principal protagonista. El primero de los cuatro asaltos estaba superado y el rédito de José Ramón Sandoval, intacto.
El Córdoba se antojaba como un visitante propicio en el segundo match point para el Granada. Un equipo sentenciado, con pie y medio en Segunda, que no podía atragantársele al conjunto granadino, necesitado imperiosamente de los tres puntos en juego. Los de Sandoval no fallaron ante su afición y vencieron por 2 a 0 a sus vecinos andaluces, con goles de Mainz y, de nuevo, El-Arabi, que se había puesto el traje de héroe de la salvación y anotaba su tercer gol en dos encuentros.
La segunda salida de la era Sandoval suponía un escalón algo más elevado en la escalada del Granada hacia la permanencia en Primera. Anoeta iba a ser el verdadero barómetro de la recuperación del equipo. Una plaza más que complicada ante una Real Sociedad que, a pesar de no jugarse nada, nunca renuncia a competir ante su gente. Los de Sandoval no solo estuvieron a la altura, sino que se dieron un auténtico baño de moral antes de plantarse en la última jornada de campeonato. Un incontestable 0- 3 (goles de El-Arabi (el cuarto), Robert Ibáñez y Rochina) que elevaba a José Ramón Sandoval a la categoría de héroe local en Granada y que dejaba al Granada, a falta de la última jornada, fuera del descenso.
Tres victorias en tres partidos. En tan solo 20 días de Mayo. Sandoval, cuya llegada a Granada sentó al club andaluz como agua de mayo, había logrado el 75% de las victorias que su predecesor había sumado en algo más de ocho meses. El dato es incontestable pero, sin embargo, puede quedar en anecdótico. Lo será si el Granada no alcanza el objetivo. Enfrente, un rival que nunca hubiera escogido Sandoval para jugarse lo que se juega. Un Atlético de Madrid necesitado de sumar al menos un punto para certificar la plaza segura en Champions que será testigo de excepción del cara o cruz de la decisión del Granada. Hagan juego.