"No vengo a sustituir a Arda". Esas fueron las seis palabras con las que Yannick Carrasco se presentó como nuevo jugador del Atlético de Madrid en la Ciudad Deportiva de Majadahonda. El joven belga, con apenas 21 años y un día como jugador colchonero, dejó claro sus propósitos en la que ya es su nueva casa: Yannick no llega al Manzanares para sustituir a nadie, ni mucho menos a Arda Turan. Porque el Atlético, un año más, tiene que reconstruirse pero sin parches, sin sustitutos eventuales. Savia nueva, desde luego, pero no con el fin de reemplazar a nadie.

Se trata de re-construir, a saber, mantener piezas indispensables y reforzar las posiciones huérfanas con nueva energía. Creer en los recién llegados como se cree en los ya forjados.  Empapar a los que vestirán la camiseta rojiblanca por primera vez de la esencia de los que llevan miles de minutos cargados en sus piernas. Hacer, crecer, creer, trabajar, poder. No hay rincón  para el verbo sustituir.

Una y otra vez

El Atlético tiene, de nuevo, que sobreponerse a las bajas del mercado estival.  No es una situación ni ajena ni extraña para el vestuario que dirige Diego Pablo Simeone y, en consecuencia, el club ya trabaja en ello.

Luciano Vietto, Jackson Martínez -a falta de hacerse oficial- y el mencionado Carrasco ya son rojiblancos, pero no sustitutos. Las aspiraciones del Atlético no pasan por sustituir a nadie. A lo que el Atlético del Cholo aspira es a unir a su plantel hombres comprometidos, aquellos cuyo talento "solo no vale", aquellos que lo den todo por el escudo que llevan en su pecho. Y el resto, lo que pase el año que viene, lo que suceda el próximo mercado, todo eso  ya se verá.

Sin Arda, pero con Carrasco. Sin sustitutos, pero con hombres de trabajo y talento.  Creer, trabajar, poder... y correr.

Lo que queda por delante -y aún no ha empezado- son diez meses de puro fútbol, de tardes de Liga, de noche de Champions. Y no, no estará Arda Turan poniendo en pie a la grada, regateando con maestría, asistiendo con vehemencia, apareciendo cuando menos se les espera. Evitemos decir que será un problema. Porque el pasado curso  no estuvieron Diego Costa, Filipe Luis ni Thibaut Courtois para levantar la Supercopa de España. Como tampoco estuvo Radamel Falcao cuando se ganó la décima Liga y se llegó a la final de Champions. Todas estas ausencias a la parroquia colchonera no le ha de importar. Ni siquiera si Arda jugará o no en el Calderón -que, de momento y a la espera de un cruce en Copa o Liga de Campeones, es que no-, o si el sustituto de Arda dará la talla pegadito a la línea de cal de la banda derecha del Manzanares. O de si el sustituto de Arda formará la pareja ofensiva que crearon el turco y Juanfran Torres. No, porque no habrá sustituto del turco. Porque lo que Carrasco quiere es ser el Carrasco del Atlético, no el Yannick Turan ni el Arda Carrasco.

Antoine Griezmann no es Costa. Miguel Ángel Moyá o Jan Oblak no son Courtois. Guilherme Siqueira no es Filipe. Llegaron al Calderón para ocupar posiciones abandonadas, rendir lo máximo posible, poner en pie al estadio, hacer vibrar a la grada y recibir su aliento. Ni el francés, ni el español, ni el esloveno, ni el brasileño llegaron para sustituir a los ahora blue. Llegaron para ser el Griezmann del Atlético, el Moyá rojiblanco, el Oblak del Calderón y el Siqueira colchonero. Los que llegan no son sustitutos de los que se van. Son hombres cuyo talento y trabajo sirvió para ganarse un puesto en el once del Atlético. Del Atlético del Cholo Simeone, que no es cualquier cosa. Porque en este Atlético se corre, se suda, se trabaja, se cree y se puede.

El fin de semana del 22 de agosto comienza la temporada. Sin Arda, pero con Carrasco. Sin sustitutos, pero con hombres de trabajo y talento.  Creer, trabajar, poder... y correr.