El Atlético de Madrid dio un gran puñetazo en la mesa en la segunda jornada de campeonato. Los tres puntos en el Sánchez Pizjuán son un preciado tesoro para todos los equipos y si la victoria viene con una goleada, el resultado es más que satisfactorio. Los de Simeone ganaron de manera solvente en una noche en la que los jugadores pusieron todo para dedicar una importante victoria a su ya ex compañero Raúl García.

Cierto es que los del Cholo no propusieron en demasía como para tal goleada, pero el fútbol tiene destinos que no los controla la lógica. El kaos de este partido, ya un clásico de nuestro fútbol, se transforma en finales inimaginarios. El Atlético aprovechó su mayor pegada y su fortaleza defensiva cuando fue necesario. Las fases del partido intercambiaban poderes para ambos equipos y el Atlético supo aguantar sus peores momentos. Un gran Oblak cerró el puzzle para que los rojiblancos acabaran un partido que vale su peso en oro.

Un Atlético con muchos recursos

Hoy en día es un disparate discutir que el Atlético de Madrid es un equipo trabajado. Es un equipo que ha formado una máquina que funciona y que tiene las piezas ideales para conformar un equipo de garantías. Solidez, homogeneidad y esfuerzo físico son algunas de sus principales características. El problema se plantea cuando el equipo rival tiene un estilo que le permite discutirle el trono de sus mejores armas. El Sevilla, otro equipo con mucho trabajo en sus entrañas, le discutió al Atlético por momentos el poder en lo físico y en lo aéreo, pero no fue suficiente. El Atlético supo aprovechar sus fases de dominio y aprovechó su mejor puntería.

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El partido estuvo controlado por los rojiblancos hasta el momento del primer gol. El Atleti que presentaba las novedades de Gámez en el lateral zurdo y de Torres en la punta de ataque, controló el partido ante un Sevilla que no se encontraba. La línea de cuatro del centro del campo formada por Óliver, Tiago, Gabi y Koke creaba una tapadera en la que el Sevilla no podía encontrar huecos y sus jugadores creativos no podían entrar en juego. La línea de medios creo una telaraña que se movía al compás y solo se rompía para ejercer la presión al rival capitaneada por Gabi.

Los interiores se adentraban a la zona de medios para dejar paso a los laterales, profundos solo la primera media hora de partido. Torres y Griezmann cabalgaban solos en la zona delantera, intercalando posiciones y compartiendo tareas de ruptura y de juego combinativo. En una de esas Griezmann aguantó un balón largo y aguantó la embestida rival para, desde el suelo, asistir a Koke para que anotara el primer gol. El canterano, gris en la participación con balón, puso la guinda a su buen partido desde la segunda línea en ataque.

Explosión sevillana ante un muro

A partir del gol, los sevillanos pusieron una marcha más y el Atlético se echó atrás para aguantar el chaparrón. El repliegue de las líneas y la ofensiva sevillista dio paso a una segunda parte que dominó el equipo de Emery. Los laterales se sumaron como si de dos extremos se trataran y desahogaron a Reyes y a Vitolo que empezaron a crear peligro. Oliver y Saúl, que sustituyó a un Koke lesionado, se tuvieron que multiplicar en defensa y eso hizo que el ataque desierto de Griezmann y Torres fuera una ilusión.

Emery colocó a Llorente de inicio a pesar de su reciente incorporación al equipo. La decisión fue acertada, sabiendo que un equipo como el Atlético no cede concesiones en la velocidad a la espalda y sabiendo del poderío aéreo que posé. El ex de la Juve disputó una hermosa pelea por el aire con la zaga rojiblanca y centro sus esfuerzos para liberar a la zona secundaria. El partido que estaba en una fase de alto nivel competitivo, se impregnó de un juego muy directo en el área visitante. El Sevilla jugó sus bazas que no son pocas: Iborra, Rami o Llorente son algunos de los grandes jugadores que tienen los sevillistas para este estilo de juego donde no pudo acabar de ganar el pulso. En su defecto, ahí estaba Oblak para guardar el marcador a cero.

Presumiendo de fondo de armario

El Sevilla volcado, el Atlético cerrado y rodeado, y el partido con una intensidad muy grande, el desgaste fue haciendo mella. Sobre todo en los rojiblancos, que veían como su arma en las contras, Torres, estaba fundido. Los dos equipos demostraron el nivel tan alto en el que se encuentran. Dos equipos trabajados de cabo a rabo y dos equipos con grandes recursos que pueden variar el plan cuando hay que buscar una solución. Quizás uno de los aspectos que más han mejorado en los últimos tiempos es la de conseguir un buen fondo de armario. Tener suficientes jugadores que puedan suplir a los alineados y tener jugadores capacitados para cada estilo según te indique el tipo de partido.

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Y es que en el vibrante partido que disputaron Sevilla y Atlético también se pudo ver un gran nivel en las variaciones. Saúl sería el primero en demostrarlo, ejerciendo en la posición de Koke con gran trabajo y disciplina. El canterano salió en la fase en la que el Atlético tuvo que retener más atrás y ayudo en defensa para intentar minimizar la superioridad lateral de la parte izquierda. Por el Sevilla saldrían seguidos Krohn Dehli y Konoplyanka por Reyes e Iborra. Los cambios también surtirían efecto, sobre todo con el ucraniano. El extremo fue un quebradero de cabeza y dio más chispa al ataque sevillano.

Acto seguido una lesión de Carriço obligó el último cambio. Este se alejó de la misión de suplir como tal y significó un paso adelante de Emery en busca de empatar el partido. Sería Gameiro el que saliera para dar más mordiente al equipo. Simeone por su parte se dejaría para el final dos cambios que también darían un vuelco al partido. La salida de Carrasco por Óliver dio al equipo una via de escape en el contragolpe. El belga creó peligro y puso en jaque a la defensa sevillista olvidada del ataque de un rival replegado. Jackson saldría para dar respiro a un Torres que lo dio todo y marcaría el tercero para dejar su huella.