Harían falta muchas líneas como las que vienen a continuación para explicar detalladamente lo que la llegada de Diego Pablo Simeone ha aportado al Atlético de Madrid. De hecho, harían faltan otras tantas para debatir cuantas líneas son necesarias. No vamos a meternos en semejante entuerto. Trataremos de explicar “tan solo” lo que el desembarco del técnico argentino en el club rojiblanco ha ayudado a cambiar la historia de uno de los derbis por excelencia del fútbol nacional e internacional; el de la capital española. El que enfrenta al Atlético de Madrid y Real Madrid.

La llegada de Diego Pablo Simeone al club colchonero se produjo en un momento en el que la nave rojiblanca se encontraba en alta mar, a la deriva y con la ausencia de un capitán que enderezara el rumbo de la misma. El argentino asumió el cargo sin dudar. Se propuso no solo este objetivo, sino que también rearmar la estructura de un barco que había quedado muy herido tras el naufragio (recordemos que el Atlético había sido eliminado en Copa del Rey por el modesto Albacete). Un Atlético de Madrid que, por ejemplo, llevaba 14 de años de sequía ante el gran rival, el Real Madrid.

Para ser del todo sinceros, el aficionado colchonero se había incluso acostumbrado a ello. 14 años son muchos años. Demasiados años. Tantos como para, aunque parezca imposible, convertir en una monótona tradición el partido que más ilusión debería despertar de toda la temporada. Como aquellas cenas de cumpleaños a las que no quieres ir pero sabes que debes ir obligado. Antes de la llegada de Simeone al banquillo atlético, el balance de estos duelos era desalentador: 60 victorias del Atlético de Madrid, 134 del Real Madrid y 55 empates. Desde la llegada de éste, los rojiblancos se han impuesto en seis ocasiones, han caído derrotados en siete y han acabado en tablas cuatro veces.

Los comienzos del “Cholo” en los derbis tampoco fueron de color de rosa. Tendrían que pasar tres encuentros para que el pitido del árbitro en uno de ellos diera fuera el colofón a una victoria colchonera. Eso sí, el escenario, la ocasión e incluso lo épico de la victoria, no pudieron ser mejores para los intereses de los rojiblancos, que vieron como esa primera victoria tras esos 14 años de “disgustos”, se producía nada más y nada menos que en una final de la Copa del Rey, en el Santiago Bernabéu y con un cabezazo en la prórroga del ya ex atlético Joao Miranda para alzarse con el título.

La parroquia rojiblanca había recobrado la ilusión. Simeone, además de reconstruir la nave atlética y enderezar su rumbo, se había erigido en doctor de todos sus tripulantes. Una afición que, como decíamos, casi había convertido los apasionantes derbis madrileños en una tradición desagradable. Una afición en la que algunos niños no podían conocer lo que siente un rojiblanco cuando consigue una victoria ante el Real Madrid.

Tras la victoria en el título de Copa vino otra, en competición liguera, también en territorio enemigo. Algo que terminó por confirmar que Simeone había igualado la balanza de los derbis, tan descompensada en los últimos años. Sin embargo, después de estos dos partidos, el Atlético de Madrid encadenó cinco encuentros sin conocer la victoria, uno de ellos especialmente doloroso: la derrota por 4-1 en la fatídica final de Champions League en Lisboa, con aquel gol de Sergio Ramos en el descuento del tiempo reglamentario que mandó a la prórroga un partido en el que al Atlético ya no le restaban fuerzas para ganar.

Un período, el de estos cinco encuentros, que hizo temer a los atléticos a un posible retorno a la dinámica anterior. La vuelta a esa sensación que los rojiblancos no se habían terminado de poder borrar de la memoria. Nada más lejos de la realidad. Simeone se había propuesto convertir los derbis en lo que nunca tendrían que haber dejado de ser; un encuentro igualado y apasionante, e iba a poner todo su empeño en ello. Tras estos cinco partidos, el Atlético de Madrid encadenaría siete sin conocer la derrota, con un balance de cuatro victorias rojiblancas y cuatro empates.

Alguna de estas victorias, tan sonadas como la que, gracias a un gol del croata Mario Mandzukic, daba la Supercopa de España al Atlético en el verano de 2014. O como la que encarriló (2-0, con doblete de Fernando Torres) la eliminatoria de Copa del Rey de la pasada temporada. O el contundente 4-0 que endosaron en Liga (también la pasada campaña) al eterno rival en el Vicente Calderón para el deleite de todos los allí presentes.

Una racha que llegó a su fin el 22 de abril de este mismo año, cuando un gol del mexicano “Chicharito” Hernández al filo del descuento en el encuentro de vuelta de los cuartos de final de Champions League sirvió para que el Real Madrid accediera a semifinales. Un gol que puso fin a esa racha pero que no ha desvanecido una sensación, nueva para unos y casi olvidada por otros, de que el Atlético había vuelto al derbi para quedarse. Una sensación que viene acompañada, seguro, del absoluto convencimiento de que ello no hubiera sido posible sin la llegada del “Cholo”, que se enfrenta este domingo ante una ocasión más de certificar que el derbi de la capital ha vuelto a ser lo que era.