El Atlético de Madrid sabe escoger sus productos. Sabe lo que quiere y como lo quiere. Y cuando un género sale bueno, es importante repetir si uno necesita o se le antoja lo mismo. Aspecto que se refleja tanto en la vida cotidiana, ya sea para hacer la compra, llevar el coche a un taller de confianza o beber un buen vino. Pero está claro que el fútbol en ocasiones se viste como la vida misma. El club colchonero probó el sabor uruguayo para la defensa. Godín, es obvio, ha acabado por ser una mercancía excelente. Denominación de origen uruguaya, con características específicas: contundente, expeditivo, fuerte, excelente juego aéreo, con carácter y un toque ‘canchero’.

De Diego hablamos ya de un jugador ‘gran reserva’, totalmente madurado y explotadas sus virtudes. Pero está en proceso de crianza otra gran cosecha. Hablamos de una cosecha prácticamente 10 años más tardía, pero que promete ser igual o más completo que la anterior. José María Giménez de Vargas fue traído al Vicente Calderón, cuando tan solo tenía 18 años. No pasó por el filial ni nada por el estilo, la fe ciega en la denominación de origen charrúa hizo que el joven central estuviera bien cerquita de su maestro para poder impregnarse bien de sus aromas en su proceso de fermentación.

El chaval, "ese de pelo pincho y cuerpo de fútbol americano",  tenía por delante a su maestro y a Miranda, la pareja más laureada de la defensa Atlética y más temida. Incluso un belga repeinado buscaba su sito en ese lugar y a pesar de su buen rendimiento, le era imposible encontrar un hueco. No obstante este jovencito, pero gran hombre, no venía para romper el cascarón. El cascarón ya estaba roto, solo venía a derribar  muros. La pasada temporada, destronó a Miranda, jugando ya cerca de treinta partidos. Lo que hizo que Simeone, que lo olfateaba de lejos, no le importara ya la marcha del brasileño. Es más, quería catar al joven uruguayo lo más pronto posible. Veía, como veía todo el mundo, al nuevo Godín.

Siguiendo un paralelismo al buen vino, Giménez no es para nada un vino débil, tierno, hueco o avinagrado. El central ha demostrado ser un caldo vigoroso, balsámico y agresivo. Los taninos de esta joya ya han dejado resecado varias delanteras y su progresión es imparable. El central ya no es la sombra del maestro Godin, es su fiel compañero. Es la pareja perfecta y la figura del que será uno de los mejores centrales del fútbol. Sin darnos cuenta, y sin darle más importancia, el uruguayo se ha hecho un gran jugador. El Atleti tiene un tesoro y ha descubierto un heredero imponente. Tiene 20 años.