Era se una vez, un equipo en ruinas, sin identidad, sin capacidad de recuperar su grandeza, sin poder enderezar su rumbo. Tras un descenso que colmó el vaso de los desastres, el equipo a base de inversiones no era capaz de recuperar su sitio perdido. Grandes desembolsos, grandes jugadores, pero uno a uno caían en el gafe el cual se había convertido el escudo del Atlético de Madrid. Llegaría el fin a eso, llegaría la luz y la transformación de la mano de un Simeone que había tocado de corto las dos caras de la moneda; la gloriosa y la de penumbra.

Simeone se encontró un equipo recién eliminado de Copa por un equipo de Segunda División B. Un equipo con esos nombres que apestaban ya a maldición, a punto de caer al caldero de los desastres. Otros más. Pero el técnico argentino reinvirtió la situación y dotó a ese mismo equipo algo que no se aprende en las escuelas de fútbol, en los entrenamientos cotidianos ni en el fútbol en sí. Impregnó un aire de confianza, de amor propio. Un credo, una fe ciega en que todo se puede conseguir. Daba igual que arma usar, con una cuchara Simeone acabaría derrotando años después a dos bombas nucleares.

El cholismo dejó claro, con la Liga arrebatada al Barça y la final de la Champions, que el fútbol es algo más que calidad y saber qué hacer con un balón. La mente, la confianza, las ganas y el trabajo podían ganar títulos y podían conseguir lo imposible. Con una estructura muy parecida a la derrumbada por el Albacete, el Cholo se coló entre las piernas de Madrid y Barcelona, entre Cristiano y Messi, y les presentó la licencia para “tocar las narices”.

El Atleti ya no es ese equipo que, de alguna manera, gafa a los jugadores. Ya no bajan el rendimiento.  De la mano de Simeone, los jugadores que hay y que vienen exprimen sus cualidades, se elevan a la máxima potencia y es una fábrica de grandes jugadores. Los últimos años lo han corroborado. Falcao, Costa, Arda, Miranda,  Godín, Filipe, Raúl García, Koke. Ejemplos de jugadores desconocidos y usados de almacén para Europa. Cotizados al alza en los últimos años. Una plantilla que se ha ganado estar en las agendas de los ojeadores europeos.

El fútbol no reconoce a Gabi, el Atleti y Simeone seguramente sí

Hay una excepción, en toda esta regla, y es el misterioso caso de Gabi. En todo este proceso se ha hablado de prácticamente todos los jugadores, o por lo menos han visto recompensado o reconocido su alto nivel. Fichajes, ofertas, premios, convocatorias de selección. El capitán de este barco, el jefe de paso, el Cholo dentro del campo, no cambia la mirada a pesar de ser el olvidado.  El mediocentro fue desde el principio el elegido por Simeone, el alma mater, su voz dentro del equipo. El que no descansa, el que defiende a los suyos, el que se faja en cada partido, el eterno olvidado. El fútbol, de momento ha sido desagradecido con Gabi.

Guti alzó una, sospechosamente prepotente, frase antes de que su equipo claudicara, una vez más, ante el equipo de Simeone:  “ ningún jugador del Atleti jugaría en el Madrid”. Si desmembramos y pelamos sus palabras y nos deshacemos de las connotaciones despectivas, no está desencaminado. El estilo de los jugadores rojiblancos no valdría para cualquier equipo. Tampoco, seguramente, valdrían lo mismo que de la mano de Simeone, es posible. Pero al final, sea la selección o sean clubs, los equipos se interesan por ellos. A todos les gustaría probar el producto cholista. Excepto el extraño caso de Gabi.

El "mini cholo", que incluso alarga la leyenda de su entrenador vistiendo con el mismo dorsal 14 que tanto magnificó el argentino de jugador,  es el gran olvidado. Por estilo o por adhsesion al club colchonero, Gabi ni es preguntado por un futuro lejos del Calderón. Y  a Simeone que ni le pregunten. Simeone – Gabi – Atlético; es una formula, un compuesto, un legado, un ciclo. Mil nombres, numerosos ídolos y numerosos grandes jugadores. Reinvenciones, casting para el centro del campo, pero el 14 ahí sigue. Nadie pregunta por él, nadie se acuerda de él. No jugaría en ningún equipo según argumentos como los de Guti. Pero Gabi ahí sigue.

Y es que no necesita que nadie le de premios o que nadie le reconozca nada, un colchonero sabe exactamente lo que es Gabi. Es ese canterano que volvió para ser importante. Que no le importa quién se lleve los méritos si el Atlético de Madrid es el ganador. No le importa la competencia ni el rival ni el hacerlo bien para demostrar. Se deja la piel por el equipo, y en marzo de 2016, para los que le daban por muerto, para los que creían que fue cosa de un año, Gabi ahí sigue, en su segunda juventud y siendo pieza fundamental de este equipo con su entrega, presión y corazón.