“Que estén tranquilos, que volveremos a jugar una final de Champions”. Así de rotundo se mostraba Juanfran Torres, lateral derecho del Atlético de Madrid, hace prácticamente un año. Aquel fatídico 24 de mayo de 2014, en el que el Real Madrid derrotó al Atlético en la final de Lisboa, parecía evocar lo ocurrido 40 años antes. La oportunidad perdida. La primera de ellas. Aquella en la que, en 1974, “nuestros mayores” rozaron, por primera vez, el título entre los títulos a nivel de clubes.

Tuvieron que pasar cuatro décadas para volver a intentar la conquista. El rival, el Real Madrid, y el resultado, de nuevo el mismo para los intereses colchoneros. Un año en el que el Atlético de Madrid firmó una temporada histórica, de esas que quedan grabadas en las retinas de los aficionados. Se alzó con un título de liga que no lograba desde hace casi 20 años atrás, y a punto estuvo de rozar el cielo con la Champions perdida en tierras lusas.

El sentimiento de orgullo era enorme. Tanto el club como los aficionados coincidían en que, a pesar de la decepción europea, la temporada había rozado el sobresaliente. El grupo estaba consolidado y asentado en la élite del continente y, seguro, seguiría siendo competitivo en posteriores ediciones. Pero, sin embargo, un sentimiento pasaba inevitablemente por la cabeza de todos ellos, conscientes de la heroica proeza, aunque no plena, que acababan de lograr. ¿Viviremos la próxima? ¿Tendrán que pasar otros 40 años para poder aspirar a ganar la Champions?

Ni siquiera tuvieron que pasar cinco minutos tras el encuentro de Da Luz para que, en el mismo terreno de juego, un hombre respondiera de manera tajante a esas y otras preguntas, de similar naturaleza, que rondaban la cabeza de la parroquia colchonera. Lo hizo ante todo el mundo y con la convicción que arrojan las palabras con las que comienza el texto. Una convicción que sonaba tan interiorizada que, al escucharla, podría interpretarse como una promesa.

Si alguno lo hizo ya puede tacharla de la lista. Aquel hombre no fue otro que Juanfran Torres, al que hoy cabría preguntarle si, realmente, podía imaginar en aquella noche de finales de mayo, que su promesa iba a ser cumplida tan pronto. Seguramente  te contestaría que sí. Y es que es tal la ferviente devoción por aquello por lo que luchan y, especialmente, la manera en la que lo hacen, que los jugadores ofrecen el 100% de su rendimiento y están convencidos en igual porcentaje de sus posibilidades.

Juanfran personalizó ese sentimiento aquella noche en Lisboa. Nunca dejes de creer. Literalmente. Y ese espíritu, plasmado a la perfección en esas palabras, les ha llevado, dos años después, a volver a tener esa oportunidad que ya se les ha escapado en dos ocasiones. Además, caprichos del destino, ante el mismo rival que les privó del título hace dos temporadas. Reza el dicho popular que “a la tercera va la vencida”. Se aferrara el Atlético a que el refranero español esté de su parte el próximo 28 de mayo en la final de Milán. Ahí estará Juanfran, con su promesa ya cumplida, pero deseoso de no tener que volverla a realizar. Significaría el título.