El Valencia necesitaba la remontada, conseguir una diferencia de dos goles, para poder compensar su mal partido en el  Calderón y darle la vuelta a la eliminatoria. Los jugadores de Emery apretaron los dientes y se pusieron a trabajar desde el pitido inicial. Si en la ribera del Manzanares fue el Atlético quié llevó las riendas del encuentro y quiso el balón, en esta ocasión tornaron los papeles. 

Canales asumió la responsabilidad de manejar el esférico. Buscó el desmarque de Soldado, abrió las bandas con Jordi Alba y Barragán, conectó con Jonas. La esperada ofensiva valencianista era una realidad. Tiago y Mario, en el centro del campo, cortaban el peligro a base de faltas. Miranda, Godín, Juanfran y Filipe cerraban filas en torno a su portero, que tuvo que lucirse con una doble parada en el minuto veinte de partido. Feghouli enganchó un potente disparo que desvió su compañero Jonas. Courtois paró el balón para dejarle el rechace de nuevo a Jonas, que se volvió a encontrar con el muro belga.

La noche de Courtois

Todavía tendría mucho trabajo por delante Courtios. La asfixiante presión de las líneas del Valencia no permitía a los colchoneros sacar el balón al pie con facilidad. Había ansiedad por ambos bandos. Unos por marcar, los otros defendiéndose como podían para esperar su momento. Esto generó imprecisiones, pérdidas de balón que lanzaban vertiginosos ataques locales. El público de Mestalla estaba entregado a su equipo. El centro del campo era de los locales, con una insultante posesión del balón. 

Las opciones de ataque, variadas. Fegouli probó disparando con potencia desde la frontal, Barragán y Alba colgando balones a Soldado, Parejo y , sobre todo Canales, tanteaban el más difícil todavía, colarse por el centro de la defensa. Mientras Mestalla enardecía, los aficionados rojiblancos sufrían la tensión del que se ve acorralado. Si en el partido de ida los protagonistas del bando de Simeone fueron los hombres de ataque, en la vuelta eran los defensores los encargados de demostrar su valía en una misión numantina. 

No corrían los minutos para Courtios, quien quiso hacerse el despistado para tomarse una tregua. Amarilla para el portero. El Atlético dió señales de vida al final de la primera parte con un contragolpe veloz. Arda recibió con espacio a mitad de cancha, avanzó unos metros y la puso a la llegada de Falcao. Diego Alvés salió al corte, recordando que había dos porteros en el partido. Hasta entonces no había recibido ocasiones de manifiesto peligro el guardameta. Poco después se comió un bote y poco le faltó a Adrián para resolver la eliminatoria. 

El partido se fue al descanso con la sensación de que el Valencia fue claramente superior, un equipo opuesto al visto tan sólo hacía una semana. Combinaciones, buena presión, control del esférico y velocidad. El único pero, su falta de gol. Del juego brillante del Atlético de Madrid, ni rastro.

La novedad tras el descanso fue Gabi, quién salió al campo por Mario Suárez en un intento de Simeone por frenar la ofensiva y darle continuidad a la salida de balón. Mestalla tenía un sueño y continuaba apretando a sus jugadores.

Doble golpe

Canales abanderaba a su equipo hasta que en una fortuita jugada se rompió. La desgracia se cebó con el magnífico jugador, precisamente en la rodilla derecha, donde fue operado el pasado Octubre. Un mazazo enorme, tras el duro proceso de rehabilitación. 

Se dolía Mestalla por su joven mediapunta cuando Adrián sacó el billete a Bucarest. Tres minutos fatídicos. Diego cruza el balón a la banda derecha, mirando a la gradería. Encuentra a Adrián, quien la controla con el pecho, deja que bote y saca un balón potente. Un disparo que vale una final. Un fogonazo de genialidad sirvió para conseguir lo que intentaron sus rivales por todos los medios. 

Al Valencia le costó asumir el golpe, se quedó colapsado. Toda la fluidez de la que había hecho gala desapareció. Aduriz ya estaba en el campo y Emery dió entrada a Tino Costa para buscar peligro de media distancia. Quedaban treinta minutos de esperanza. Damir Skomina, el árbitro del encuentro, transformó la esperanza en crispación. Nadie comprende muy bien porque paró el partido, dando origen a una tangana de la que Tiago salió expulsado, Alba con amarilla y Soldado abofeteaado por el portugués. Vamos por partes. Un balón colgado en el área visitante lo disputan Tiago y Tino Costa, ambos saltan, el cuero da en la mano del valencianista y continúa hacia la banda. Skomina deja jugar en primera estancia y corta el juego ante las protestas valencianistas, que recliminan mano de Tiago. Entonces duda y consulta con todo el que se encuentra. Tiago pierde el sentido y agrede a Soldado y Jordi Alba. El capitán se autodescartó así de la final. 

Con uno menos el Atlético y el tiempo en contra el Valencia, el partido acabó como empezó, con los locales volcados a un ataque estéril. Necesitaba tres goles Emery pero los minutos pasaban. Miranda y Godín, imperiales, bombeaban el peligro eficazmente. Se bajó el telón para mostrarnos las dos caras de una misma moneda: el llanto ché y la euforia colchonera. 

El 9 de Mayo, Bucarest será una fiesta rojiblanca. Atlético de Madrid y Atletic de Bilbao jugarán una final entre hermanos. La Europa League ya está ganada.