El año 2014 llegaba a la senda del Real Betis en tierras pucelanas, en un partido con claro tinte dramático, especialmente para el equipo de Juan Carlos Garrido, colista destacado con diez puntos y con la obligación de sumar de tres en tres para no verse en inmerso en una espiral inagotable de suceso desfavorables.

Con el mercado invernal ya abierto y numerosos nombres apuntados en la lista de futuribles, el conjunto heliopolitano no presentó ninguna cara nueva y el once tan solo presentó dos variaciones con respecto al último choque frente al Almería. Antonio Amaya ocupó el lugar de Jordi Figueras, mientras que Verdú sustituiría a Vadillo, lesionado y aún en proceso de recuperación.

En las filas vallisoletanas, las grandes ausencias las protagonizaron el teutón Patrick Ebert y Óscar, aquejado de gripe aunque presente en el banquillo, después de entrenar los últimos días.

Con todas estas circunstancias deportivas y acompañado por un tiempo desapacible, patente en el estado de la hierba, el choque arrancó con ritmo frenético en cuanto a llegadas se refiere. Los pupilos de Garrido, sabedores de la importancia del envite, cargaron con insistencia en los primeros minutos de juego. El central violeta Marc Valiente estuvo a punto de batir a su propio portero, pero un Mariño muy atento desvió a córner. De hasta cuatro saques de esquina gozó el cuadro verdiblanco en los seis minutos iniciales, lo que hacía entender que las pautas impuestas por el técnico valenciano estaban definidas: presionar y asfixiar las salidas de balón del Valladolid.

Antes de llegar a los 20 minutos, Jorge Molina sería el encargado de inquietar los dominios pucelanos, pero su disparo desde la media luna, con mucha potencia pero muy centrado, se volvió a topar el arquero vallisoletano que despejó el peligro de su área.

Con el paso de los minutos, el miedo a recibir gol condenaba los movimientos ofensivos del Betis, que seguía llegando sin precisión y convicción a territorio violeta. Chica cabeceaba un balón a la salida de un córner que desembocaba directamente en las manos de Mariño.

Pasada la media hora, los hombres de Juan Ignacio Martínez comenzaban a estirarse e hilvanar triangulaciones con claridad. Daniel Larsson, aprovechando  una pérdida de Matilla, se plantó en la frontal y soltó un latigazo que obligó a un correcto Sara a abortar el peligro.

En la recta final del primer acto, una contra llevada por Joan Verdú finalizó con él mismo en el suelo a las puertas del área desde el carril diestro del campo. Tras la amonestación correspondiente a Álvaro Rubio, el propio jugador catalán ejecutó el libre directo de  una manera muy inocente, siendo su disparo muy centrado. Sin embargo, sería Juan Carlos el que bien pudo hacer el 0-1 en la última jugada si su galopada pegado a la cal hubiese aterrizado en las botas de Molina. Su intento de pase la muerte fue repelido por el exportero del Villarreal.

Anodina segunda mitad

Tras la reanudación, el partido prosiguió con la misma tónica. El pánico por la derrota mermaba a  ambos equipos que con el paso del tiempo iban dando por bueno el empate. La fragilidad defensiva verdiblanca aparecía en la segunda mitad, pero un Valladolid sin pólvora no era capaz de cercar los aledaños heliopolitanos.

Los vaivenes de cambios no imprimieron una mayor velocidad al choque, sino que ralentizaron aún más el desarrollo del duelo. Las internadas del madrileño Juan Carlos y la jerarquía de Molina fueron las únicas luces para un equipo que necesita refuerzos a toda costa. Ni Rubén Castro, a años luz con respecto a la temporada pasada, ni un Verdú deambulando por el campo, pudieron aportar aspectos positivos al equipo de Garrido.

La toma de contactos entre uno y otro equipo cada vez eran menos constantes y lógicamente las ocasiones brillaron por su ausencia. Por su parte, en un intento por avivar su once, Juan Ignacio Martínez dio entrada a Óscar y Manucho, sin embargo no surtieron el efecto deseado. Guillermo Sara, bien plantado y sobrio, estuvo colocado en todo momento, desvirtuando así cualquier aproximación vallisoletana.

Al final del tiempo reglamentario, empate a cero que no vale a ningún equipo, pero aún menos al Betis que aguarda al mercado invernal  para que traiga consigo una reestructuración tan práctica como crucial si quiere continuar en Primera División la próxima temporada.