Las circunstancias futbolísticas vividas en el último compromiso liguero ante el Valencia obligaron a Calderón a oír las voces que llegaban desde el seno de la afición, la que pedía un sistema más sólido atrás, que tan buen resultado dio en el postrero encuentro en su feudo frente al Espanyol de Aguirre. La sobriedad desplegada en aquel duelo acompañada de un resultado favorable cinco meses después ha vuelto a situar en el esquema bético una línea defensiva de cinco hombres: Juanfran, Amaya, N’Diaye, Jordi Figueras y Juan Carlos se posicionaban en la zaga, otorgando mayor libertad a los carrileros, de clara vocación ofensiva.

El clásico trivote instaurado en la medular no deja de ser otro tapón para el Betis, que impide la circulación de oxígeno y juego con fluidez. La escasa implicación de Verdú, sumadas a las incoherencias de Lolo Reyes y Nono contrarrestan las llegadas verdiblancas a área rival, impresas a cuentagotas. Ni Rubén Castro ni Jorge Molina perciben aromas de cuero y eso se convierte en un lastre insalvable.

Media hora basta para derrumbar el muro

La amplia artillería acumulada en defensa de poco sirvió al conjunto de Gabriel Calderón. Más hombres, pero la misma fragilidad de siempre. Continuos desajustes, pérdidas de marca, desorientaciones y un sinfín de casuísticas esperpénticas que consumen el Real Betis partido a partido.

En tan solo un minuto el cuadro nazarí ya avisaba de lo que sería la tónica habitual del envite. Un centro pasado de Nyom llega plácidamente a Recio, que aparecía desde atrás desmarcándose de Amaya y a punto estuvo de asestarle la primera puñalada a los verdiblancos. Acto seguido, la dupla arábiga nazarí, liderada por El-Arabi y Brahimi probaron por partida doble los habilidades en el marco de Antonio Adán, abortando con corpulencia ambas intentonas.

El miedo empezaba a apoderarse individualmente de todos y cada de uno de los futbolistas del Betis que con el agobio urgente al que estuvo expuesto los primeros minutos no era capaz de trenzar más de dos pases consecutivos. Prueba de ello, llegaba la primera cartulina amarilla para los heliopolitanos. Nono, un jugador que reconocía que la presión de la situación le hacía ir a más revoluciones vería la primera cartulina amarilla del encuentro a los diez minutos tras una absurda e innecesaria acción.

Con el paso de los minutos, el ritmo granadino aminoraba pero el bético proseguía por los mismos fueros. Jorge Molina, al cuarto de hora, fue el indicado de poner en aprietos por primera vez a Roberto, tras un poderoso cabezazo que se topaba con el meta gallego.

Durante la primera mitad, una posesión media de 60% para los rojiblancos dictaba el guion de lo iba a venir. Las llegadas de los pupilos de Alcaraz eran constantes y amordazamiento del Real Betis lo condenaba al ostracismo.

La antesala del gol llegaría minutos previos a la media hora, cuando un nuevo balón aéreo era cazado por Recio que prolongaba al área el cuero con la cabeza ante la pasividad de la poblada zaga bética. Allí, el marroquí El-Arabi no conectó con fortuna un latigazo que quedó muerto en las manos de Adán.

Un envío desde 60 metros detona la pólvora

El mazazo del gol aterrizaba en las botas de Piti desde 60 metros. Un kilométrico envío de Ilori desde la medular fue controlado a la perfección por el ex del Rayo que tras deshacerse previamente de la marca de Juanfran, batía por bajo al cancerbero madrileño del Real Betis. La amplia expedición defensiva caía a ritmo de bombardeos.

El tramo final del primer acto paralizó a los de Calderón, noqueados por el chicharro de Francisco Medina, Piti. Sin recursos ni capacidad de reacción, las desoladoras miradas sobre el verde hacían presagiar y prorrogar la hecatombe.

Obligados a reaccionar

A pesar de que no hubo cambios en el periodo de descanso, Gabriel Humberto Calderón se atrevió a modificar posiciones víctimas de la necesidad imperiosa de revertir la delicada situación. Los laterales Juafran y Juan Carlos adelantaban su posición, al igual que Joan Verdú, que abandonaba la sala de máquinas para colocarse en la mediapunta.

Estirar líneas reactivó a los de La Palmera durante escasos minutos. Los disparos con más corazón que cabeza de Molina y la presión impuesta por el técnico argentino agobiaba a los hombres de Alcaraz, conscientes que debían aguantar el ímpetu inicial de los verdiblancos.

Llegando a la hora de partido tenía lugar el habitual carrusel de cambios que frenaba las experiencias de ataque del Betis. A balón parado, lo intentaba Verdú, tan apático en el juego como en la actitud. El esférico, impreciso se perdía por encima del travesaño.

El recién ingresado en el verde, Dani Benítez, pudo poner más tierra de por medio si su chut no se hubiera marchado a metros de la portería defendida por Adán.

Bajo un clima de infortunios, tocaba mover el banquillo: Salva Sevilla, Leo Baptistao y Nosa ingresaban en terreno de juego en busca de un ansiado revulsivo que no llegaría nunca.

Brahimi, El-Arabi y todo el ejército nazarí desplegaba presencia por territorio heliopolitano, que impasible y abatido bajaba los brazos y dejaba el encuentro a merced de las casualidades. El propio jugador magrebí aprovechaba un error de Nosa para intentar sorprender a Adán, descolocado pero veloz de reflejos y reacción. El otro arquero, Roberto, también tuvo ocasión de dejar su sello en la jornada con una fabulosa parada a mano cambiada tras un disparo del hispano-brasileño Baptistao, que tuvo en sus botas el sabor del empate.

Los minutos pasaban, el Granada contemporizaba y Teixiera Vitienes echaba mano al bolsillo para acreditar con cartulina amarilla a numerosos jugadores de ambos bandos.

Teixiera expulsó a Benítez después de una entrada brusca sobre Nono

Entre el vaivén de cartulinas, se colaba una de color rojo para el balear Dani Benítez, que se autoexcluía del envite tras fulminar a Nono con una entrada con los dos pies por delante.

En cambio, a pesar de jugar con un hombre menos los últimos diez minutos, el Granada tiró de oficio y de cambios para ralentizar el cronómetro. El Betis intentaría la igualada hasta el final sin premio ni suerte. En tiempo de prolongación, Antonio Amaya se marcharía a la caseta antes de la conclusión por doble amarilla.

Al término de los noventa minutos, el Betis sigue avanzado con paso firme por la senda que conduce a Segunda división. Ni una defensa de cinco le vale a los de Heliópolis para sumar, que ya ven como la temporada está absorbiendo las ganas a una plantilla que hasta hace unos meses peleaba en la parte alta de la clasificación. El próximo jueves espera el Rubin Kazán en Europa League, en lo que será un choque con claro tinte de desidia y desapego. El Betis agoniza y las bocanadas de aire cada vez cuesta más ingerirlas.

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Los goles