Dice el refranero que para lograr el triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios, de los fracasos y de las caídas. Aplicado al mundo del balompié, la multitud de factores que atraviesa una carrera deportiva inunda pensamientos de desidia, de apatía pero también en muchas ocasiones de constancia, de esfuerzo y sobre todo de no abandono.

La consecución de una meta siempre es ardua y exige cualidad, tiempo y mayor medida, tenacidad. Los ingredientes de la grandeza nacen intrínsecos al afán de superación. Derribar barreras y mantener la dirección del timón orientada en todo momento hacia el objetivo fijado no es un proceso sencillo.

La figura de Rubén Castro Martín está a un paso de recorrer el camino que transforma a un ser humano en leyenda. Esa fase del transcurrir del tiempo donde el recuerdo y la inmortalidad quedan grabados en los anaqueles de la memoria para siempre. De generación en generación. La pluma del Real Betis Balompié se prepara para firmar e imprimir en su centenaria historia el nombre de un jugador que tumbó las adversidades y contempló el reloj con aires de verde esperanza.

Vinculado al gol desde su más tierna infancia, el insular debutó en Primera división con 19 años, en el equipo de su tierra natal, la Unión Deportiva Las Palmas, que aquella tarde de febrero de 2001 se medía al Málaga. Rubén solo pudo jugar el último minuto, sustituyendo a otra perla de las islas como Guayre. Tan solo fueron 60 segundos, los suficientes para desprecintar el comienzo de una carrera extensa y gloriosa.

La siguiente temporada, 2001/2002, y pese al descenso a Segunda de Las Palmas, el por aquel entonces joven chaval de la Isleta iba a dejar su impronta en un partido ante el Real Madrid de Zidane, Raúl y Makelele, entre otros. Pasada la hora de encuentro y con empate a dos en el luminoso, Rubén Castro entraba al verde en sustitución de Orlando. Fue el momento donde el público asistente se dio cuenta del potencial del delantero.

Con solo diez minutos en terreno de juego, el habilidoso malabarista se sacudió la presión que supone jugar ante los merengues y tumbó al equipo dirigido por Vicente Del Bosque.

La afición no podía creer lo que veía. El conjunto amarillo derrotaba al todopoderoso Madrid de los galácticos en el tramo final con dos goles de un jugador local, que había vivido el fútbol desde la cuna de Gran Canaria.

El tanto que cerraba la cuenta puso su nombre en el disparadero ante el asombro de propios y extraños. Una vaselina milimetrada y teledirigida dejaba inoperante a un imberbe Íker Casillas. La magia que emanaba por aquel entonces de sus botas, irradiaba y desbordaba coraje e ilusión.

En Segunda división, aún con los pio-pio, Rubén iba a permanecer dos campeonatos más. La última vez que vistió la camiseta amarilla se dio una circunstancia paradójica. Las Palmas descendía a Segunda B, pero Rubén se destapó como un auténtico killer del área. Castro firmaría 22 tantos, llegando a ser el pichichi de aquella horrenda campaña en lo colectivo.

Con tan solo 23 primaveras y en plena temporada 2004/2005, Rubén Castro comenzó a peregrinar por una cantidad de equipos que frenó su vertiginosa progresión. Aquel curso fue fichado por el Deportivo de la Coruña junto a Momo, a cambio de 3,6 millones de euros. Sin embargo, no encontró acomodo en Riazor y se marchó cedido al primero de los cinco equipos en los que estaría: el Albacete Balompié, que jugaría en la máxima categoría. En la capital manchega disputaría 22 partidos viendo puerta en tres ocasiones. Números insuficientes y un nuevo descenso a sus espaldas propiciaría su retorno a La Coruña.

Corría la temporada 2005/2006 y en el Deportivo gozó de la confianza de un enemigo del beticismo, Joaquín Caparrós, ya que llegó a disputar 24 partidos pero solo firmaría tres goles.

Sin opciones en el cuadro gallego, el goleador canario circuló por equipos como el Racing de Santander, donde solo jugó un encuentro, Gimnàstic de Tarragona, Huesca y Rayo Vallecano. Entre medio de estas múltiples cesiones, volvió a no tener suerte a la orilla de la Torre de Hércules.

En la ciudad oscense y en Vallecas convertiría 14 goles en cada una de las temporadas, lo que dejaba entrever que su filosofía e itinerario estaba ligada a la portería rival. Cansado de deambular a préstamo por la Segunda división, el Real Betis Balompié se cruzó en su camino. Una intersección que cambiaría su vida futbolística.

Con las filas helipolitanas en la categoría de plata tras la gestión de Ruiz de Lopera, Rubén Castro se enroló en el club que le dio la confianza y continuidad necesaria para triunfar.

A las órdenes de Pepe Mel, el equipo retornaría a la élite y el insular empezó a construir la leyenda. El Betis subió a Primera como campeón, arropado por sus 27 goles. Tan solo se quedó por detrás de Javi Guerra (28) y Jonathan Soriano (32) para volver a alzarse como pichichi de la categoría por segunda vez.

Henchido de rebosante seguridad, Rubén Castro se enfrentaba a su más temida asignatura: triunfar en Primera división. Aquel reto no le puso en un aprieto y el de la Isleta se hizo un hueco entre los mejores delanteros del panorama nacional.

En su madurez personal y futbolística, el ariete se iba convirtiendo en el baluarte de una afición tan necesitada de vínculos gloriosos. Tras la marcha de Joaquín, Assunçao y Edu, entre otros, la parroquia verdiblanca estaba huérfana de predilección por algún integrante de su plantilla.

A base de goles con la zamarra de las trece barras, su nombre iba esculpiendo la miel del recuerdo eterno.

El descenso de categoría la temporada pasada no fue impedimento para su continuidad en la entidad. Su voluntad era la de permanecer en el equipo que le brindó el honorable término de la confianza. Sentir el respaldo por un trabajo bien realizado transforma al hombre en una máquina infalible.

Hasta la fecha, Rubén Castro suma 87 goles como jugador bético, por lo que se sitúa a tan solo ocho dianas de superar a Domínguez, que convirtió 94. En el horizonte, tiene anotadas sus próximos alcances: Rogelio con 92 y Poli Rincón con 93 goles, respectivamente.

El 80% de equipos de la categoría conoce su sello

Bien es sabido por todos los aficionados al fútbol que la silueta de un buen delantero en Segunda división es garantía de éxito. Rubén Castro, lleva el nombre del gol tatuado en la piel. Su movilidad y desparpajo unido a su disparo y reacción imprevisible hacen del grancanario, el más temido delantero que habita en la Liga Adelante.

La amplia lista de equipos que componen la división de plata esta campaña ha experimentado y saboreado las balas que se desprenden de sus botas.

Tan solo hay cuatro equipos a los que Rubén aún no ha hincado el diente, sin embargo el destino le tiene preparado más batallas contra esos conjuntos que todavía no ha tumbado.

Las próximas víctimas del ‘24’ palmerino son la Llagostera, a la que se enfrentó recientemente en Copa y a la que no pudo obsequiarle con un gol. Sin embargo, en el calendario resuenan dos partidos más este curso ante los catalanes.

Por otro lado, hay un par de escuadras que compiten este año con el Betis y a las que Castro no se ha enfrentado en ninguna ocasión. Se trata del Lugo, donde el artillero tendrá por delante tres balas para aniquilar al equipo de Setién (dos en Liga y una en Copa), además del rival más inmediato de los de Julio Velázquez, el Mirandés. Nunca se ha visto las caras con los de Miranda de Ebro, por lo que en la jornada de mañana los burgaleses pueden engrosar la amplia nómina de víctimas arrasadas por el insular.

El contendiente que más se le resiste a Rubén es el Racing de Santander. Se ha medido en cinco ocasiones a los cántabros, pero sin embargo, no consiguió batirles. Hasta dos intentonas tendrá por delante este campeonato para “matar” a su verdugo.

Al margen de estos cuatro conjuntos, los 17 restantes conocen lo que es recibir un gol de Rubén Castro Martín.

El Real Zaragoza, al que ha batido en ocho ocasiones es su piedra de toque favorita. Le sigue el equipo que le vio crecer, la UD Las Palmas, que ha recibido hasta siete goles de uno sus hijos pródigos. Con cinco goles firmados por el menudo atacante verdiblanco se quedan Girona, Osasuna y Numancia.

El resto de cifra de goles a los equipos de Segunda a los que ha fusilado son las siguientes:

Equipos Goles
Real Zaragoza 8
Las Palmas 7
Girona 5
Osasuna 5
Numancia 5
Valladolid 4
Leganés 3

Tenerife

3
Alcorcón 2
Barcelona B 2
Albacete 2
Mallorca 2
Ponferradina 1
Recreativo 1
Sabadell 1
Alavés 1
Sporting de Gijón 1
Lugo Aún no se ha enfrentado
Llagostera 0
Mirandés Aún no se ha enfrentado
Racing de Santander 0

Sin duda, Rubén Castro compone el más vivo ejemplo de superación en las últimas décadas del fútbol. Cara a cara con el ostracismo de las cesiones, el pequeño goleador que un día salió de la Isleta, derrumbó muros cargados de adversidad para alcanzar la gloria de la evocación perpetua.