Deambulando, sin destino ni ambición, sin coraje ni orgullo. La imagen del Real Betis vuelve a quedar en entredicho tras la segunda derrota de la temporada ante su público. Los vitorianos sacaron petróleo y pescaron en aguas revueltas con un planteamiento férreo, rocoso y sin fisuras.

Con un contexto desangelado de fondo empezaba a rodar la pelota por el Villamarín, con menos público del que acostumbra. Y es que el estado del equipo no anima a sus fieles seguidores a acudir al coliseo de La Palmera. La soberana parroquia heliopolitana asistía atónita al enésimo episodio amargo del incipiente curso liguero.

Con un esquema renovado, sobre todo en defensa, donde debutaba Francisco Varela y Alfred N'Diaye se enrolaba como central, la distancia entre líneas se antojaba amplia y el esférico no circulaba con fluidez. Prueba de ello, suponía el pertinente dominio vasco en centro del campo. Toribio, Beobide y un activo Toti pusieron en marcha la maquinaria alavesa ante la pasividad verdiblanca.

A los once minutos, el Betis iba a degustar la única ocasión de relevancia de los primeros 45 minutos. Un envío del francoitaliano Vincenzo Rennella iba a ser capturado por Rubén Castro, que cargado de precipitación iba a mandar el balón por encima del travesaño defendido por Manu Fernández.

Como si fuera un espejismo, acto seguido aterrizaría en el choque el primer tanto albiazul. Un milimétrico centro de Toti desde la derecha lo cabecearía Juli al fondo de las mallas. Una vez más, la pasividad de la defensa salió a relucir y quedó retratada.

A raíz del gol, el arrítmico caminar de los jugadores del Betis no cambió y los primeros pitos contaminaron el ambiente.

Los de Velázquez solo se limitaron a intentarlo a balón parado, pero la estrategia aún no ha hecho acto de presencia a favor de los béticos. Tras una falta lateral botada por Varela, llegaría el segundo gol bajo una fina capa de lluvia. Raúl García se sacaba de la manga un bello zapatazo ante el que nada pudo hacer Antonio Adán.

El jarro de agua fría fue tal que el técnico vallisoletano comenzó a abroncar a sus pupilos y Dani Ceballos se llevó la peor parte. El de Utrera pasaba por allí y le tocó aguantar el chaparrón, y no el literal.

En el ocaso del primer periodo Matilla probaba los reflejos de Fernández con un latigazo desde el balcón del área.

Insuficiente arreón

Tras la reanudación y con el marcador cayendo como una losa, Álvaro Cejudo ocupaba el puesto de Molinero y el esquema local se desdibujaba por completo. Anhelando un comienzo mejor, el conjunto que preside Domínguez Platas, se encontró con un penalti por manos de Galán, que el colegiado madrileño se encargó de señalar.

Rubén Castro, con mucho suspense, ponía el primero y único tanto para los verdiblancos.

Velázquez estiraba líneas en busca de consumar la reacción que a la postre no terminaría de producirse. La entrada de Pacheco y Lolo Reyes, propició cerrar con solo tres defensores.

Un Alavés sosegado prosiguió con la tónica habitual y se agazapó con orden atrás. El Betis en cambio, con más corazón que cabeza lo intentaba a la desesperaba. Sin orden es complicado argumentar y trenzar jugadas coherentes. Por ello, las individualidades de Cejudo, Kadir, y Rubén Castro fueron insuficientes para poner en apuros al meta alavés, Manu Fernández.

Alberto López daba refresco a sus hombres de arriba, contemporizando el majestuoso cronómetro y alargando la agonía de su homólogo, Julio Velázquez.

Al término del partido, el Real Betis dormirá a ocho puntos del ascenso directo. Mientras tanto, la parroquia sigue esperando que llegue un cambio que parece no llegar nunca. La próxima semana viajará a Palamós para medirse a un Llagostera en horas bajas.