Con la mujer como protagonista y con un sol espléndido aterrizaba en la capital andaluza el primero de los puertos de categoría que deberá subir la entidad heliopolitana este recién comenzado mes de marzo. Una vez más, y como línea habitual esta temporada, el Real Betis solventó con pundonor y coraje un envite disputado de igual a igual ante la escuadra pucelana.

La intensidad. Ese fue el factor determinante que hizo inclinar la balanza de lado bético, arropado por más de 39.000 fieles que se dieron cita en el coliseo de La Palmera. El once, con la ausencia del hasta ahora incuestionable canterano Dani Ceballos, mostró agarre y chispa en el doble pivote, protagonizado por Lolo Reyes y el músculo de Alfred N'Diaye. Los costados, de más a menos durante el encuentro fueron para Portillo y Pacheco. Ambos jugadores andaluces orientaron sus desmarques hacia el interior, siempre bajo aviso de la descompensada zaga blanquivioleta.

El propio pivote senegalés sería amonestado al comienzo del envite por ayudarse con la mano para controlar un envío cargado de potencia. El paso de los minutos transcurría con la tradicional irrupción de los de Pepe Mel, sabedores que el tropiezo no estaba permitido.

La primera aproximación relevante llegaría a través de una falta botada en el costado derecho que Jordi Figueras no pudo dirigir a portería pese a haber ganado el salto a la defensa de Rubí, hoy en la grada al estar sancionado. El excentral de Celta y Brujas, continúa siendo un fijo en los esquemas verdiblancos a pesar del maremagno extradeportivo que rodea al ilerdense.

El Pucela no se achicaba en la pugna por el balón y los veloces hombres de ataque, guiados por el exbético Pereira y el paraguayo Hernán Pérez no tardaron en poner la réplica al filo del cuarto de hora. El futbolista cedido por el Villarreal probaba fortuna tras una combinación de pincel, sin embargo, su disparo chocó en el muro defensivo del Real Betis.

Los arreones palmerinos iban arrinconando a un Valladolid que no lograba zafarse de la presión. No encontraba espacios, balones ni tranquilidad a la hora de sacar el esférico desde sus dominios.

Un Valladolid asediado

Rubén Castro comenzaría a demostrar por qué su figura es imprescindible en el equipo hispalense. Su desparpajo en el terreno de juego unido a su vocación goleadora apuntillaba miradas de asombro en los semblantes de Heliópolis. Avisaría minutos previos al primer gol con un chut que obligó a Javi Varas a estirarse a fondo para evitar la deshonra del tanto.

A falta de ocho para el descanso, Mel echó carburante y el Real Betis metió la directa hacia el triunfo. La pareja indisoluble en ataque regresaba a las andadas y una trenzada combinación entre el canario y el de Alcoy fue culminada por Jorge Molina, que batía por arriba al arquero sevillano del Valladolid.

Antes del avituallamiento, el exbético Chica vería la primera amarilla por una absurda acción con Rubén Castro, que a la postre serviría para mandarle antes de tiempo a la caseta.

Alocada ebullición bajo el sol

La segunda mitad revolucionó a una parroquia necesitada de alegrías. La leyenda viva, que no es otra que la de Rubén Castro, recordaba que su nombre sigue latiendo con fuerza por los estadios del fútbol nacional. Comenzaba su andadura hacia el hat-trick del resurgimiento, después de acumular cuatro partidos sin ver portería.

El primero del terceto goleador desembarcaba a los siete minutos del acto final. Un clásico disparo ajustado al palo largo hacía inútil cualquier intento de abortar la gloria de perforar portería. El partido tomaba color verde esperanza al sur de la ciudad.

Cumplida la hora de choque, una falta botada desde la frontal por Timor iba a convertirse en la ocasión más clara del Valladolid en el partido. El cancerbero de Mejorada del Campo volaba de palo a palo para mandar el cuero a córner.

Rubén Castro 3.0

La comodidad se instauraba en los béticos que campaban a sus anchas y bailaban con el cuero. La impasibilidad obligada del Pucela se cobraba una víctima. Chica, traicionado por su temperamento veía la segunda amarilla y ponía la puntilla a los de Pisuerga. Antes de la expulsión del catalán, Molina sonría mientras estrellaba un balón en el larguero.

El delirio se contagiaba por los rincones del Villamarín cuando en la recta final un penalti del luso André Leao fue transformado magistralmente por el matador de la Isleta, que con hambre de más, no tardaría más de un minuto en poner el definitivo 4-0 en el luminoso, aprovechando un despiste monumental en la tímida defensa castellana.

El marcador, corto si atendemos a las intentonas verdiblancas, se traduce en tres puntos en la tabla para copar el liderato provisional en la categoría con 53 puntos, a expensas de lo que haga la UD Las Palmas, que precisamente será el siguiente puerto a escalar en la extensa senda de la Segunda división. El Valladolid, decepcionó y no dejó muestras de su verdadero potencial. La próxima semana recibirán al Numancia.

La fiesta de la mujer se apoderó de La Palmera, ese recóndito lugar que añora con volver al Olimpo del balompié.

Resumen

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