Dice el dicho que hay días que es mejor no levantarse de la cama. Eso debió pensar Paulao el 20 de abril del año pasado. El central brasileño del Real Betis se cavó tu propia 'tumba' en Vallecas. No por su actuación tan lamentable en la tarde de ese domingo, sino porque no quiso arreglarla y abandonó el combate, cual boxeador cobarde. Eso no va en el ADN de un futbolista, independientemente de sus capacidades como deportista. Porque todos han tenido ese día en el que nada sale, en el que parece que algún malvado ha podido hacer budú.

Ese partido corresponde a la Jornada 34 de la Liga BBVA, campaña en la que el Real Betis vivió su último descenso. Y es que debe ser así, el último de su historia. Un año en el que los verdiblancos consiguieron la paupérrima cifra de 25 puntos. Como suena. Solamente ganaron seis partidos, empataron siete y perdieron todos los demás. Uno de los equipos menos anotadores y el segundo que más encajó, con permiso del Rayo Vallecano. Qué curioso. No es por hacer daño en la herida ni por recordar una temporada que más vale olvidarla cuanto antes, pero ese choque ya quedará en la memoria de todos. Especialmente, en la de Paulao.

El conjunto entrenado por aquel entonces por Gabriel Humberto Calderón daba sus últimos coletazos como equipo de Primera División, como ese toro que está visto para sentencia. No había bajado matemáticamente aún, pues eso sería la semana siguiente. El caso es que ese año había poca solución, con tres entrenadores que no consiguieron dar con la tecla de un equipo que era de todo menos un equipo. Así, hablar de permanencias o salvaciones es más milagro que realidad.

Este partido, como saben, concluyó con 3-1 en el marcador. Y comenzó con indicios de que la tarde iba a ser larga para un jugador en especial: Paulao. No se llegaba ni al cuarto de hora cuando ya uno empezaba a ver qué pasaría después. Perquis, central que acompañaba al brasileño aquel domingo, pasaba la pelota al '3'. El defensa se la cedía a Adán, con la mala fortuna o mala calidad de dejársela demasiado corta. Rochina, que venía desde atrás, solo tenía que empujarla. Tierra, trágame.

Si pensaban que la cosa iba a terminar ahí, es que no conocen cómo acaba el cuento. En el 27', llegaría la segunda pifia de Paulao. Complicado saber si es más grave que la primera. Centro de Arbilla desde el costado diestro que el zaguero, en un intento de despeje, consigue introducir en su propia portería. Era el 2-0 en menos de media hora. El brasileño, tras meterse el gol en su meta, cayó al césped abatido. Tan derrotado como su equipo. Hasta un jugador del equipo contrario, como Trashorras, tuvo que darle ánimos. No era su tarde. Ni esa, ni las anteriores.

El colmo de los colmos llegó en el 32'. Fue, seguramente, lo mejor que hizo ese domingo. Lo mejor para su equipo, lo peor para él. Pidió el cambio sin motivo alguno, sin la confianza necesaria para mejorar su actuación y ayudar a su equipo. Paulao no quiso seguir jugando, no quiso seguir vistiendo la camiseta de las 'trece barras'. Quizá, porque esa elástica pesa mucho para futbolistas de tan bajo nivel. El técnico argentino cumplió las órdenes del central, dando entrada a Álvaro Vadillo en su lugar. Eso ya no lo arreglaba nadie.

Ya en la segunda parte, sin Paulao, todo siguió bajo la normalidad. Larrivey hizo el tercer tanto del Rayo Vallecano nada más empezar. Chica, cuando el encuentro empezaba a entrar en su tramo final, consiguió el gol de la honra. Una palabra de la que careció ese Real Betis en la peor temporada de su historia. Dignidad es lo que faltó a un equipo avergonzó demasiadas ocasiones el escudo. Una falta de actitud, de talento y hasta de ganas para acabar vivo. Porque siempre es mejor morir de pie que vivir de rodillas, Paulao.

VAVEL Logo
Sobre el autor
José Manuel Gelo
1995. Periodismo en la US. Socio del Real Betis Balompié. Lo difícil se consigue, lo imposible se intenta