Dicen que el mal de muchos es el orgullo de los necios y el consuelo de los tontos. Analizando el resultado final de la eliminatoria bien se puede vaticinar una superioridad notable del conjunto verdiblanco sobre el Sporting de Gijón, venciendo con solvencia en casa y salvando la papeleta en tierras asturianas. Lejos de la realidad, los pupilos de Pepe Mel volvieron a protagonizar un estilo propio de cualquier equipo infantil medio trabajado, impasibles ante la superioridad de un conjunto que no supo aprovechar sus ocasiones y culminar una machada que bien hubiera podido ser merecida. 

Solo la patente superioridad física de N'Diaye, la fugaz calidad de Van der Vaart y la efectividad de un Van Wolsfwinkel reivindicado pudieron salvar la papeleta a Mel, que mucho deberá trabajar para que el próximo sábado el Villamarín no protagonice una nueva debacle.

Miedo a tener miedo

González González decretó el pitido inicial y con él, unos compases de tanteo donde ambos conjuntos querían ser protagonistas con el esférico en los pies, sin propiciar incidencia alguna en el área rival que pudiera ocasionar un contragolpe letal. Tras medir las fuerzas en el primer cuarto de hora, los del 'Pitu' Abelardo comenzaron a sentirse superiores y realizar numerosas transiciones por una banda izquierda que terminaría por desbordarse en la segunda mitad. La inquietud de ambos conjuntos terminó por romperla, cómo no, una jugada a balón parado. Un potente cabezazo del ex sevillista Bernardo abrió el marcador, tras consecuentes errores de N’Diaye y Dani Giménez, quedándose a media salida.

A pesar del mazazo inicial, los verdiblancos supieron reponerse a la perfección tras un magistral pase entrelíneas que Ricky Van Wolfswinkel no supo desaprovechar e impuso las tablas en el marcador batiendo por bajo a Alberto. Tras ello, un absoluto monopolio rojiblanco que subió y de qué manera las pulsaciones verdiblancas.

Sapientes de la fragilidad defensiva visitante por el flanco izquierdo, Pablo Pérez, Menéndez, Guerrero y compañía comenzaron a centrar sus esfuerzos por la mencionada banda, que sufría una y otra vez los arreones visitantes. Solo Dani Giménez opuso resistencia temporal al incesante intento rojiblanco, que impotente llegó con las tablas al descanso. Pero lo peor estaría en camino…

La diosa fortuna se alió con el bando bético

Abelardo, consciente de las posibilidades reales de intentar la machada, introdujo al más listo de la clase que desbarató los planes verdiblancos y de qué manera. El croata volvió a demostrar la calidad que atesoran sus botas y otorgó una lección de cómo hay que jugar al fútbol. El mediapunta volvió loca a la zaga visitante y se enfundó una chamarra heroica para instaurar la ilusión en la afición sportinguista, inconsciente de lo que se avecinaba.

Dos toques le bastaron a la joven promesa para alterar el marcador y adelantar de nuevo a los suyos batiendo con un tiro cruzado a Dani Giménez, que nada pudo hacer tras botarle el balón a un metro suyo. A partir de ahí, apareció un Sporting crecido que tuvo a los béticos contra las cuerdas, dejando patente la superioridad técnica y física de los rojiblancos, frente a la efectividad que terminó por decantar la eliminatoria.

De la mano de un Halilovic supremo, el Sporting acechó una y otra vez el marco defendido por Dani Giménez. La pólvora mojada de los rojiblancos lastró las opciones locales, que volvieron a avivarse tras un error de N’Diaye, que sacó a pasear su mano derecha cometiendo pena máxima. El croata adquirió la responsabilidad y batió al guardameta bético magistralmente, engañándolo y colándosela por el palo izquierdo.

Un conjunto lento y errante, repleto de sinsentidos a la hora de actuar con el esférico en los pies, jugadores fuera de zona y ocupando puestos que desconocen, una defensa lenta y deslavazada, dos laterales esperpénticos acompañado de una dudosa sapiencia técnica, hacen que este Real Betis sea incapaz de tratar de tú a tú a la mayoría de equipos de la primera división

El empeño de Mel en desplegar un estilo vistoso y atractivo parece no estar resultándole en esta nueva etapa como técnico verdiblanco. A pesar de disponer de mimbres para ello, la incapacidad del entrenador en hacer jugar a su equipo tanto el curso pasado en segunda como este en primera parece comenzar a agotar la paciencia de la parroquia verdiblanca, ansiosa de ver a los suyos codearse con los más grandes tras un letargo en segundo plano. La presencia de Portillo y Van der Vaart sobre el terreno de juego no consiguió tranquilizar el pulso de un equipo que se derrumbaba con el transcurso de los minutos.

El conjunto sportinguista se volcó arriba en los conjuntos finales buscando el tanto que culminara la machada, pero el empuje terminó por jugarle una mala pasada y de nuevo un contragolpe lastró las esperanzas rojiblancas. Una internada de Varela por la izquierda y un magnífico centro le bastaron a Van Wolfswinkel para adelantarse a su par y anotar el segundo tanto en su cuenta personal que aniquilaría la eliminatoria.

Cuando el encuentro ya expiraba, Álvaro Cejudo culminó un nuevo contragolpe de libro que terminó por decantar la balanza del lado verdiblanco y dar por finalizado un choque que acabó en empate, a pesar del monopolio local.

El pase a octavos parece no ser capaz de calmar los ánimos de la hinchada verdiblanca, una afición sedienta de merecidas alegrías que se siente impasible al ver unos jugadores que manchan la camiseta jornada tras jornada, cruzando los dedos ante un resto de semana que puede ser crucial en el futuro de la institución. La inestabilidad actual del club hace temblar los corazones béticos, impacientes ante una Junta de Accionistas y un derbi que pueden determinar el desenlace de la temporada bética en su retorno a la élite nacional.